¡Ay, Dios mío! La situación en Talamanca sigue siendo un brete, señores. Resulta que nuestros hermanos indígenas de esas zonas remotas andan caminando días enteros, ¡literalmente!, solo para poder ver a un doctor. Esto no es jaco, es la cruda realidad que denuncia la Comisión Especial de la Provincia de Limón. Imagínense la faena…
La cosa es así: los equipos médicos apenas llegan cada tres meses y se quedan una semana. Atienden a unos pocos cientos de personas, ¡pero hay muchísima más gente necesitada! Muchos lugares son tan apartados que el único modo de llegar es a pie, cruzando ríos y senderos peligrosos. Un día entero solo para llegar al centro de salud... Qué carga!
Y si eso fuera poco, la comunicación es prácticamente inexistente. No hay señal de celular, ni internet, ¿se imaginan? Entonces, si ocurre una emergencia, tienen que caminar entre dos y cuatro horas para avisar. Y a veces, ¡la Cruz Roja pierde contacto con los equipos de rescate por horas! Ahí te quedas, esperando milagros.
Tenemos casos terribles, como el de esa nena pequeña – apenas un año y siete meses – que sufrió quemaduras gravísimas porque le cayó encima una olla con café hirviendo. Se encuentra delicadita en el Hospital Nacional de Niños. Pobre criatura, pasar tantos días sin atención adecuada… Da qué pensar, ¿verdad?
No es solo ella, claro. Hay mordeduras de serpientes, accidentes con machetes… y toca esperar días, ¡DÍAAS!, hasta que llegue ayuda. Recuerdo que hubo un caso de alguien picado por una víbora que tuvo que esperar tres días hasta que mejorara el tiempo para poder hacer un traslado aéreo. ¡Tres días! Eso es demasiado, mae.
¿Y saben cuál es la gran pena? Que tenemos helicópteros varados, olvidados, desde hace casi tres años. Por decreto deberían estar haciendo estos rescates urgentes, pero ahí los tienen, tirados. La CCSS tiene que contratar vuelos privados, ¡y nos cuestan $1.800 la hora! Con ese dinero podríamos mejorar las carreteras, construir centros de salud dignos, invertir en personal médico… Pero no, mejor pagamos vuelos privados a última hora.
Esto demuestra lo descentrado que está nuestro sistema de salud, la poca importancia que le damos a las comunidades más alejadas. Las autoridades hacen promesas, ponen parches, pero la raíz del problema no se soluciona. Es una maraña de burocracia, falta de planificación y, seamos sinceros, falta de voluntad política. Parece mentira que en pleno siglo XXI sigamos viendo estas injusticias.
En fin, compas, la pregunta del millón es: ¿Hasta cuándo vamos a permitir que nuestros hermanos talamanqueños tengan que sufrir estas penurias para acceder a una necesidad básica como la atención médica? ¿Qué medidas concretas deberían tomar las autoridades para solucionar este problema de fondo y asegurar que todos los costarricenses tengamos acceso a una salud digna, sin importar dónde vivamos?
La cosa es así: los equipos médicos apenas llegan cada tres meses y se quedan una semana. Atienden a unos pocos cientos de personas, ¡pero hay muchísima más gente necesitada! Muchos lugares son tan apartados que el único modo de llegar es a pie, cruzando ríos y senderos peligrosos. Un día entero solo para llegar al centro de salud... Qué carga!
Y si eso fuera poco, la comunicación es prácticamente inexistente. No hay señal de celular, ni internet, ¿se imaginan? Entonces, si ocurre una emergencia, tienen que caminar entre dos y cuatro horas para avisar. Y a veces, ¡la Cruz Roja pierde contacto con los equipos de rescate por horas! Ahí te quedas, esperando milagros.
Tenemos casos terribles, como el de esa nena pequeña – apenas un año y siete meses – que sufrió quemaduras gravísimas porque le cayó encima una olla con café hirviendo. Se encuentra delicadita en el Hospital Nacional de Niños. Pobre criatura, pasar tantos días sin atención adecuada… Da qué pensar, ¿verdad?
No es solo ella, claro. Hay mordeduras de serpientes, accidentes con machetes… y toca esperar días, ¡DÍAAS!, hasta que llegue ayuda. Recuerdo que hubo un caso de alguien picado por una víbora que tuvo que esperar tres días hasta que mejorara el tiempo para poder hacer un traslado aéreo. ¡Tres días! Eso es demasiado, mae.
¿Y saben cuál es la gran pena? Que tenemos helicópteros varados, olvidados, desde hace casi tres años. Por decreto deberían estar haciendo estos rescates urgentes, pero ahí los tienen, tirados. La CCSS tiene que contratar vuelos privados, ¡y nos cuestan $1.800 la hora! Con ese dinero podríamos mejorar las carreteras, construir centros de salud dignos, invertir en personal médico… Pero no, mejor pagamos vuelos privados a última hora.
Esto demuestra lo descentrado que está nuestro sistema de salud, la poca importancia que le damos a las comunidades más alejadas. Las autoridades hacen promesas, ponen parches, pero la raíz del problema no se soluciona. Es una maraña de burocracia, falta de planificación y, seamos sinceros, falta de voluntad política. Parece mentira que en pleno siglo XXI sigamos viendo estas injusticias.
En fin, compas, la pregunta del millón es: ¿Hasta cuándo vamos a permitir que nuestros hermanos talamanqueños tengan que sufrir estas penurias para acceder a una necesidad básica como la atención médica? ¿Qué medidas concretas deberían tomar las autoridades para solucionar este problema de fondo y asegurar que todos los costarricenses tengamos acceso a una salud digna, sin importar dónde vivamos?
