¡Ay, Dios mío, qué susto nos dimos anoche con ese temblorazo en Quepos! Todo mundo pegajoso y preguntándose si nos iba a tocar vivirnos un episodio de película con olas gigantes llegando a la costa. Yo creo que todos estábamos pensando en dónde agarrábamos la bicicleta para ir a subir al Cerro de María… Pero tranquilízate, parce, porque afortunadamente no pasó a mayores y los expertos nos aclaran cómo va la cosa.
El terremoto, con una magnitud de 6.1, sacudió la provincia de Puntarenas y dejó a muchos con el corazón en la boca. Recuerdo que mi abuela, doña Elena, me llamaba desesperada preguntándome si había corrido a buscar terrenos más arriba, ¡la señora vive enganchada a la costa! La preocupación era comprensible, imagínate, en Costa Rica siempre estamos con un ojo puesto en la actividad sísmica, somos parte del Cinturón de Fuego del Pacífico, y eso trae sus consecuencias. La última vez que tuvimos un tsunami importante acá fue hace años, y nadie quiere volver a pasar por eso, ¿verdad?
Ahora bien, ¿por qué no se activaron sirenas ni corrimos a evacuar toda la zona costera? Pues resulta que, según los expertos del Sistema Nacional de Monitoreo de Tsunamis (SINAMOT-UNA), el temblor, aunque potente, no cumplió con todas las características necesarias para generar un tsunami devastador. Silvia Chacón, la coordinadora del SINAMOT, nos explica que hay varios factores clave: el tamaño del área donde ocurrió la falla, la energía liberada y, sobre todo, la ubicación de esa deformación bajo el agua. En este caso, parece que la combinación no fue la correcta, diay.
Para ponerle pausa, los sismos con magnitudes menores a 7.0, por lo general, no causan esos tsunamis que vemos en películas. Aunque los centros de alerta internacionales, como medida precautoria, suelen activar sus protocolos si la magnitud supera los 6.0 o 6.5, es más por si acaso, porque a veces los datos iniciales cambian o podría haber algún deslizamiento submarino inesperado que genere olas más pequeñas. Me imagino la responsabilidad que tienen estos señores, teniendo que evaluar si nos toca salir corriendo o no, ¡qué brete!
Pero no te confíes, parce. Aunque los tsunamis de magnitud gigante sean raros por acá, nuestra historia nos recuerda que sí han sucedido cosas. Hubo un temblor en 1952 que generó olas de unos pocos centímetros en Puntarenas, y otro en 1941 que llegó a alcanzar los 12 centímetros. Son eventos modestos, sí, pero demuestran que hasta movimientos sísmicos moderados pueden tener efectos, aunque sean leves, en el nivel del mar. Así que, mejor prevenir que lamentar, ¿me entiendes?
Y hablando de prevención, el SINAMOT siempre nos recomienda estar informados y saber dónde están los mapas de evacuación por tsunami. Puedes encontrarlos fácilmente en www.tsunami.una.ac.cr. ¡Guárdalos en tu celular, imprímelos y pégatelos en la pared de la cocina, por si las moscas! Nunca está de más estar preparado, sobre todo si vives cerca de la costa. Mejor hacer un simulacro cada cierto tiempo, que arrepentirnos después, ¿no?
Estos profesionales andan haciendo un trabajo serio, monitoreando constantemente la actividad sísmica y volcánica de nuestro país. Son ellos quienes nos dan la información clara y precisa para que podamos tomar decisiones informadas. Hay que aplaudirlos, porque no es fácil lidiar con la incertidumbre y la ansiedad que generan estos fenómenos naturales. Además, entender que vivimos en un lugar activo geológicamente, y debemos aprender a convivir con ella, ¿no?
Así que, ahora que sabemos por qué no hubo tsunami, ¿crees que deberíamos invertir más en educación pública sobre riesgos sísmicos y tsunamis, para que todos estemos preparados en caso de una emergencia? O tal vez enfocar los esfuerzos en mejorar la infraestructura costera para que sea más resistente a los impactos de futuros eventos... ¿Cuál crees que sería la medida más efectiva para proteger a nuestras comunidades costeras?
El terremoto, con una magnitud de 6.1, sacudió la provincia de Puntarenas y dejó a muchos con el corazón en la boca. Recuerdo que mi abuela, doña Elena, me llamaba desesperada preguntándome si había corrido a buscar terrenos más arriba, ¡la señora vive enganchada a la costa! La preocupación era comprensible, imagínate, en Costa Rica siempre estamos con un ojo puesto en la actividad sísmica, somos parte del Cinturón de Fuego del Pacífico, y eso trae sus consecuencias. La última vez que tuvimos un tsunami importante acá fue hace años, y nadie quiere volver a pasar por eso, ¿verdad?
Ahora bien, ¿por qué no se activaron sirenas ni corrimos a evacuar toda la zona costera? Pues resulta que, según los expertos del Sistema Nacional de Monitoreo de Tsunamis (SINAMOT-UNA), el temblor, aunque potente, no cumplió con todas las características necesarias para generar un tsunami devastador. Silvia Chacón, la coordinadora del SINAMOT, nos explica que hay varios factores clave: el tamaño del área donde ocurrió la falla, la energía liberada y, sobre todo, la ubicación de esa deformación bajo el agua. En este caso, parece que la combinación no fue la correcta, diay.
Para ponerle pausa, los sismos con magnitudes menores a 7.0, por lo general, no causan esos tsunamis que vemos en películas. Aunque los centros de alerta internacionales, como medida precautoria, suelen activar sus protocolos si la magnitud supera los 6.0 o 6.5, es más por si acaso, porque a veces los datos iniciales cambian o podría haber algún deslizamiento submarino inesperado que genere olas más pequeñas. Me imagino la responsabilidad que tienen estos señores, teniendo que evaluar si nos toca salir corriendo o no, ¡qué brete!
Pero no te confíes, parce. Aunque los tsunamis de magnitud gigante sean raros por acá, nuestra historia nos recuerda que sí han sucedido cosas. Hubo un temblor en 1952 que generó olas de unos pocos centímetros en Puntarenas, y otro en 1941 que llegó a alcanzar los 12 centímetros. Son eventos modestos, sí, pero demuestran que hasta movimientos sísmicos moderados pueden tener efectos, aunque sean leves, en el nivel del mar. Así que, mejor prevenir que lamentar, ¿me entiendes?
Y hablando de prevención, el SINAMOT siempre nos recomienda estar informados y saber dónde están los mapas de evacuación por tsunami. Puedes encontrarlos fácilmente en www.tsunami.una.ac.cr. ¡Guárdalos en tu celular, imprímelos y pégatelos en la pared de la cocina, por si las moscas! Nunca está de más estar preparado, sobre todo si vives cerca de la costa. Mejor hacer un simulacro cada cierto tiempo, que arrepentirnos después, ¿no?
Estos profesionales andan haciendo un trabajo serio, monitoreando constantemente la actividad sísmica y volcánica de nuestro país. Son ellos quienes nos dan la información clara y precisa para que podamos tomar decisiones informadas. Hay que aplaudirlos, porque no es fácil lidiar con la incertidumbre y la ansiedad que generan estos fenómenos naturales. Además, entender que vivimos en un lugar activo geológicamente, y debemos aprender a convivir con ella, ¿no?
Así que, ahora que sabemos por qué no hubo tsunami, ¿crees que deberíamos invertir más en educación pública sobre riesgos sísmicos y tsunamis, para que todos estemos preparados en caso de una emergencia? O tal vez enfocar los esfuerzos en mejorar la infraestructura costera para que sea más resistente a los impactos de futuros eventos... ¿Cuál crees que sería la medida más efectiva para proteger a nuestras comunidades costeras?