¡Ay, Dios mío! Qué pesar esta noticia que nos llegó directo al corazón. Un turista gringo, allá por Santa Marta, Colombia, terminó perdiendo la vida en un paseo por el río Buritaca. Una historia que empezó como cualquier escapada familiar, terminó siendo un verdadero despiche, dejando a una familia destrozada y abriendo otra vez el debate sobre la seguridad en nuestros destinos turísticos vecinos, porque claro, muchos ticos andamos buscando opciones más económicas y eso conlleva riesgos.
La vaina es así: el pobre hombre, Leoncio Julián León Murillo, oriundo de Bucaramanga, estaba dando vueltas por ahí con su familia cuando unos promotores les ofrecieron un tour por el río a precio de huevo – unos diez mil pesos colombianos por persona. Imagínatelo, parece barato, pero resultó que estaban pagando con la tranquilidad. Le dieron unas manillas pa’ marcar el paso, pero ni rastro de chalecos salvavidas, ni tampoco explicaron qué tan peligroso podía ser meterse en esas aguas. Eso ya suena a despiste monumental, ¿verdad?
Y entonces pasó lo inevitable. El mae se animó a saltar al agua, aparentemente de cabeza, pensando que iba a refrescarse un rato. Pero el río, en esa zona, es más fondo de lo que aparenta. ¡Se zambulló y pum! Se pegó un buen golpe en la cabeza que, según cuentan los expertos, le dejó daños irreparables en la médula espinal. ¡Qué sal! La vida puede cambiar en un segundo, ¿no es cierto?
Lo más triste de todo es que cuando ocurrió la emergencia, ni siquiera hubo alguien que pudiera ayudarlo rápido. Según cuentan los testigos, tuvieron que ser unos pescadores y los mismos familiares los que lo sacaran del agua. ¡Ni salvavidas, ni paramédicos! Uno se queda pensando: ¿dónde quedó la responsabilidad de los organizadores del tour? ¿Es justo que la gente pague por un servicio y termine recibiendo esto?
Y luego vino la espera… ¡Qué torta! La ambulancia tardó casi dos horas en llegar, tiempo crucial para darle una oportunidad de sobrevivir al pobre Leoncio. Lo llevaron primero a una clínica que anda de moda por ahí, la ‘Perfect Body’, pero dicen que allí no le dieron la atención adecuada. Según su pareja, solo le hicieron un examen superficial, como si no estuviera pasando la peor crisis de su vida. ¡Qué carga! Dejarlo morir así, sin siquiera intentar salvarlo.
Desesperados, sus familiares decidieron buscar ayuda en otro lugar y lo trasladaron a la Clínica Avidanti. Allí, los doctores finalmente pudieron evaluar la magnitud del daño: lesión severa en la médula espinal y líquido en los pulmones. Intuyeron que no había vuelta atrás y lo tuvieron que intubar e ingresar a cuidados intensivos. Pero ya era demasiado tarde. A pesar de todos los esfuerzos, el señor Leoncio falleció a causa de un paro cardiorrespiratorio, dejando huérfanos a sus dos hijos pequeños. ¡Menos mal que tenemos a Dios!
Ahora, la familia está exigiendo una investigación a fondo de lo sucedido. No quieren venganza, buscan justicia y que esto no le pase a nadie más. Dicen que si hubieran seguido los protocolos básicos de seguridad – chalecos salvavidas obligatorios, guías certificados y equipo de rescate disponible –, este trágico desenlace se podría haber evitado. Esta vaina debería servirnos de alerta a todos los que visitamos estos lugares, tanto extranjeros como ticos. Hay que exigir calidad y seguridad, aunque eso signifique pagar un poco más. Porque a veces, ahorrar unos pocos colones puede salir muy caro.
Este caso nos recuerda que la seguridad turística sigue siendo un problema serio en muchos destinos naturales de Latinoamérica. Y nos lleva a preguntarnos: ¿Estamos realmente preparados para recibir a los turistas de forma segura y responsable? ¿Deberíamos implementar controles más estrictos en estas actividades turísticas o esperar a que ocurran tragedias como esta para actuar? Compartan sus opiniones y experiencias en el foro, ¡necesitamos abrir el debate y encontrar soluciones juntos!
La vaina es así: el pobre hombre, Leoncio Julián León Murillo, oriundo de Bucaramanga, estaba dando vueltas por ahí con su familia cuando unos promotores les ofrecieron un tour por el río a precio de huevo – unos diez mil pesos colombianos por persona. Imagínatelo, parece barato, pero resultó que estaban pagando con la tranquilidad. Le dieron unas manillas pa’ marcar el paso, pero ni rastro de chalecos salvavidas, ni tampoco explicaron qué tan peligroso podía ser meterse en esas aguas. Eso ya suena a despiste monumental, ¿verdad?
Y entonces pasó lo inevitable. El mae se animó a saltar al agua, aparentemente de cabeza, pensando que iba a refrescarse un rato. Pero el río, en esa zona, es más fondo de lo que aparenta. ¡Se zambulló y pum! Se pegó un buen golpe en la cabeza que, según cuentan los expertos, le dejó daños irreparables en la médula espinal. ¡Qué sal! La vida puede cambiar en un segundo, ¿no es cierto?
Lo más triste de todo es que cuando ocurrió la emergencia, ni siquiera hubo alguien que pudiera ayudarlo rápido. Según cuentan los testigos, tuvieron que ser unos pescadores y los mismos familiares los que lo sacaran del agua. ¡Ni salvavidas, ni paramédicos! Uno se queda pensando: ¿dónde quedó la responsabilidad de los organizadores del tour? ¿Es justo que la gente pague por un servicio y termine recibiendo esto?
Y luego vino la espera… ¡Qué torta! La ambulancia tardó casi dos horas en llegar, tiempo crucial para darle una oportunidad de sobrevivir al pobre Leoncio. Lo llevaron primero a una clínica que anda de moda por ahí, la ‘Perfect Body’, pero dicen que allí no le dieron la atención adecuada. Según su pareja, solo le hicieron un examen superficial, como si no estuviera pasando la peor crisis de su vida. ¡Qué carga! Dejarlo morir así, sin siquiera intentar salvarlo.
Desesperados, sus familiares decidieron buscar ayuda en otro lugar y lo trasladaron a la Clínica Avidanti. Allí, los doctores finalmente pudieron evaluar la magnitud del daño: lesión severa en la médula espinal y líquido en los pulmones. Intuyeron que no había vuelta atrás y lo tuvieron que intubar e ingresar a cuidados intensivos. Pero ya era demasiado tarde. A pesar de todos los esfuerzos, el señor Leoncio falleció a causa de un paro cardiorrespiratorio, dejando huérfanos a sus dos hijos pequeños. ¡Menos mal que tenemos a Dios!
Ahora, la familia está exigiendo una investigación a fondo de lo sucedido. No quieren venganza, buscan justicia y que esto no le pase a nadie más. Dicen que si hubieran seguido los protocolos básicos de seguridad – chalecos salvavidas obligatorios, guías certificados y equipo de rescate disponible –, este trágico desenlace se podría haber evitado. Esta vaina debería servirnos de alerta a todos los que visitamos estos lugares, tanto extranjeros como ticos. Hay que exigir calidad y seguridad, aunque eso signifique pagar un poco más. Porque a veces, ahorrar unos pocos colones puede salir muy caro.
Este caso nos recuerda que la seguridad turística sigue siendo un problema serio en muchos destinos naturales de Latinoamérica. Y nos lleva a preguntarnos: ¿Estamos realmente preparados para recibir a los turistas de forma segura y responsable? ¿Deberíamos implementar controles más estrictos en estas actividades turísticas o esperar a que ocurran tragedias como esta para actuar? Compartan sus opiniones y experiencias en el foro, ¡necesitamos abrir el debate y encontrar soluciones juntos!
