¡Ay, Dios mío! Otro día, otra humillación internacional para nosotros los ticos. Resulta que, según Numbeo, somos el segundo peor país del planeta en cuanto a tráfico. Sí, así como lo escucharon. Solo nos gana Nigeria, ¡un país entero! ¿En serio, mae? Con toda la pinta que le damos a nuestro Pura Vida, parece que estamos atrapados en un brete vehicular interminable.
La página Numbeo, que dicen que es la Biblia mundial de costos de vida y calidad, sacó unos datos que te dejan helao. Dicen que un viaje que debería durar diez minutitos se convierte en media hora de sufrimiento. Tres veces más tiempo, diay. Imagínate llegar tarde al trabajo todos los días, perderte el partido del Saprissa porque estás atascado en la rotonda de Escazú... ¡Es un drama, pura torta!
Y no es que estemos solos en este apuro. Detrás de nosotros aparecen países como Sri Lanka, Bangladesh, Kenia, Argentina, Perú e incluso China. ¡China!, un país con miles de millones de personas y ciudades gigantescas. Nosotros, con nuestra población modesta, les ganamos en lentitud. ¿Se dan cuenta de la magnitud del problema?
La explicación, aparentemente, es sencilla: demasiados carros y poca infraestructura adecuada. Nuestros caminos están reventados, las calles angostas y los semáforos parecen haber sido diseñados por alguien que odia a los conductores. Además, la planificación urbana deja mucho que desear. Parece que nadie pensó en cómo íbamos a crecer sin convertirnos en un hormiguero de metal.
Pero no todo es tan negro, maes. Hay quien dice que esto también es producto de nuestras costumbres. Les gusta tener el carro propio, aunque eso signifique pasar horas encerrados en el tráfico. Nadie quiere andar en bus, nadie quiere compartir carro... ¿Será que preferimos sufrir solos a colaborar para mejorar la situación?
Las autoridades, obviamente, prometen soluciones mágicas. Van a construir más carreteras, modernizar el transporte público, fomentar el uso de bicicletas... Pero ya saben cómo va la cosa, ¿verdad? Promesas vacías que nunca se cumplen. Mientras tanto, seguiremos arrastrándonos por las autopistas, mascullando improperios y maldiciendo a los políticos. Lo típico, vamos.
Ahora bien, algunos analistas señalan que el verdadero problema no es la falta de infraestructura, sino la cultura del “yo”. Un individualismo exacerbado que nos impide pensar en el bienestar colectivo. Nos preocupamos más por nuestro propio confort que por el de los demás. Y ahí está el resultado: un tráfico infernal que afecta a todos.
Así que la pregunta es, queridos lectores del Foro: ¿Qué estamos dispuestos a sacrificar para aliviar este eterno trancazo? ¿Estamos realmente comprometidos a cambiar nuestros hábitos de conducción, a utilizar el transporte público, a apoyar iniciativas que promuevan la movilidad sostenible? O simplemente vamos a seguir quejándonos mientras esperamos en el stop, mirando el reloj y rezando para que el semáforo cambie pronto... ¿Cuál creen que será nuestro destino?
La página Numbeo, que dicen que es la Biblia mundial de costos de vida y calidad, sacó unos datos que te dejan helao. Dicen que un viaje que debería durar diez minutitos se convierte en media hora de sufrimiento. Tres veces más tiempo, diay. Imagínate llegar tarde al trabajo todos los días, perderte el partido del Saprissa porque estás atascado en la rotonda de Escazú... ¡Es un drama, pura torta!
Y no es que estemos solos en este apuro. Detrás de nosotros aparecen países como Sri Lanka, Bangladesh, Kenia, Argentina, Perú e incluso China. ¡China!, un país con miles de millones de personas y ciudades gigantescas. Nosotros, con nuestra población modesta, les ganamos en lentitud. ¿Se dan cuenta de la magnitud del problema?
La explicación, aparentemente, es sencilla: demasiados carros y poca infraestructura adecuada. Nuestros caminos están reventados, las calles angostas y los semáforos parecen haber sido diseñados por alguien que odia a los conductores. Además, la planificación urbana deja mucho que desear. Parece que nadie pensó en cómo íbamos a crecer sin convertirnos en un hormiguero de metal.
Pero no todo es tan negro, maes. Hay quien dice que esto también es producto de nuestras costumbres. Les gusta tener el carro propio, aunque eso signifique pasar horas encerrados en el tráfico. Nadie quiere andar en bus, nadie quiere compartir carro... ¿Será que preferimos sufrir solos a colaborar para mejorar la situación?
Las autoridades, obviamente, prometen soluciones mágicas. Van a construir más carreteras, modernizar el transporte público, fomentar el uso de bicicletas... Pero ya saben cómo va la cosa, ¿verdad? Promesas vacías que nunca se cumplen. Mientras tanto, seguiremos arrastrándonos por las autopistas, mascullando improperios y maldiciendo a los políticos. Lo típico, vamos.
Ahora bien, algunos analistas señalan que el verdadero problema no es la falta de infraestructura, sino la cultura del “yo”. Un individualismo exacerbado que nos impide pensar en el bienestar colectivo. Nos preocupamos más por nuestro propio confort que por el de los demás. Y ahí está el resultado: un tráfico infernal que afecta a todos.
Así que la pregunta es, queridos lectores del Foro: ¿Qué estamos dispuestos a sacrificar para aliviar este eterno trancazo? ¿Estamos realmente comprometidos a cambiar nuestros hábitos de conducción, a utilizar el transporte público, a apoyar iniciativas que promuevan la movilidad sostenible? O simplemente vamos a seguir quejándonos mientras esperamos en el stop, mirando el reloj y rezando para que el semáforo cambie pronto... ¿Cuál creen que será nuestro destino?
