¡Ay, dios mío, qué vara! Parece que nunca terminamos de aclarar esto, ¿verdad, compas? Resulta que la Organización Mundial de la Salud (OMS), sí, la misma que a algunos les cuesta que les hagan caso, acaba de publicar otro estudio reafi rmando lo que ya sabemos: no hay ni pizca de relación entre las vacunas y el autismo. Y eso que, con tanto rumor por internet, parece que estamos reviviendo dinosaurios.
La movida, como saben, viene de atrás. Ya hace unos años salió una polémicota con un estudio falso que relacionaba la vacuna ROR (sarampión, paperas y rubéola) con el autismo. Ese estudio, de hecho, ya quedó larguito tiempo atrás, porque resultó que era pura patraña, una mentira inventada por un doctor que andaba con unas ideas bastante particulares. Pero, bueno, la desinformación viaja más rápido que el tren bala, y ahí seguimos lidiando con ella.
Ahora, con este nuevo análisis de la OMS, nos dicen que revisaron 31 estudios hechos en diferentes países entre 2010 y 2025. Buscaron cualquier posible conexión entre las vacunas infantiles y el autismo, incluyendo esas que tienen thiomersal (un conservador) o aluminio. Y, ¿adivinen qué? Nada. Cero. ¡Ni rastro! Han vuelto a dar la misma respuesta que dieron en 2002, 2004 y 2012: las vacunas no causan autismo, ¡punto!
Tedros Adhanom Ghebreyesus, el jefe de la OMS, lo dejó bien claro en una conferencia de prensa en Ginebra. Dijo que en los últimos 25 años hemos logrado reducir drásticamente la mortalidad infantil –pasamos de 11 millones de muertes al año a solo 4.8 millones– y que gran parte de eso se debe a las vacunas. ¡Es decir, salvar vidas! Así que, por favor, dejemos de lado estas teorías conspirativas que solo sirven para sembrar miedo y poner en riesgo la salud de nuestros niños.
Y ojo, que justo cuando la OMS sale con esto, en Estados Unidos, la agencia sanitaria de allá (los CDC) están volviendo a darle vueltas a la idea de una posible relación entre las vacunas y el autismo, influenciados por Robert Kennedy Jr., que anda metido en este rollo. ¡Qué despiche! Como si tuviera cosas mejores que hacer, ¿verdad? No sé cuál será la agenda detrás de todo esto, pero da escalofríos pensar que quieran volver a abrir un debate que ya queda larguito tiempo atrás.
Pero vamos, analizando bien la cosa, es comprensible. Hay mucha gente asustada, buscando respuestas fáciles a un problema complejo como el autismo. Y es fácil caer en manos de charlatanes que prometen soluciones rápidas, aunque sean falsas. Sin embargo, la ciencia es clara: no hay evidencia científica sólida que respalde la idea de una relación entre las vacunas y el autismo. Y eso lo dicen expertos de todo el mundo, no solo de la OMS.
Recordemos que ese estudio original que encendió la polémica fue retractado, admitieron que habían manipulado los datos. Fue un golpe durísimo a la credibilidad de la comunidad científica, y hasta hoy seguimos pagando las consecuencias. Porque la desconfianza, una vez que se instala, es muy difícil de erradicar. Por eso, es tan importante basarnos en información veraz y contrastada, y evitar caer en rumores y fake news.
Entonces, mi pana, la pregunta es: ¿Cómo podemos combatir mejor la desinformación sobre las vacunas, especialmente en redes sociales, donde las noticias falsas se propagan a la velocidad de la luz? ¿Qué estrategias crees que serían más efectivas para convencer a la gente que las vacunas son seguras y necesarias para proteger nuestra salud y la de nuestras familias?
La movida, como saben, viene de atrás. Ya hace unos años salió una polémicota con un estudio falso que relacionaba la vacuna ROR (sarampión, paperas y rubéola) con el autismo. Ese estudio, de hecho, ya quedó larguito tiempo atrás, porque resultó que era pura patraña, una mentira inventada por un doctor que andaba con unas ideas bastante particulares. Pero, bueno, la desinformación viaja más rápido que el tren bala, y ahí seguimos lidiando con ella.
Ahora, con este nuevo análisis de la OMS, nos dicen que revisaron 31 estudios hechos en diferentes países entre 2010 y 2025. Buscaron cualquier posible conexión entre las vacunas infantiles y el autismo, incluyendo esas que tienen thiomersal (un conservador) o aluminio. Y, ¿adivinen qué? Nada. Cero. ¡Ni rastro! Han vuelto a dar la misma respuesta que dieron en 2002, 2004 y 2012: las vacunas no causan autismo, ¡punto!
Tedros Adhanom Ghebreyesus, el jefe de la OMS, lo dejó bien claro en una conferencia de prensa en Ginebra. Dijo que en los últimos 25 años hemos logrado reducir drásticamente la mortalidad infantil –pasamos de 11 millones de muertes al año a solo 4.8 millones– y que gran parte de eso se debe a las vacunas. ¡Es decir, salvar vidas! Así que, por favor, dejemos de lado estas teorías conspirativas que solo sirven para sembrar miedo y poner en riesgo la salud de nuestros niños.
Y ojo, que justo cuando la OMS sale con esto, en Estados Unidos, la agencia sanitaria de allá (los CDC) están volviendo a darle vueltas a la idea de una posible relación entre las vacunas y el autismo, influenciados por Robert Kennedy Jr., que anda metido en este rollo. ¡Qué despiche! Como si tuviera cosas mejores que hacer, ¿verdad? No sé cuál será la agenda detrás de todo esto, pero da escalofríos pensar que quieran volver a abrir un debate que ya queda larguito tiempo atrás.
Pero vamos, analizando bien la cosa, es comprensible. Hay mucha gente asustada, buscando respuestas fáciles a un problema complejo como el autismo. Y es fácil caer en manos de charlatanes que prometen soluciones rápidas, aunque sean falsas. Sin embargo, la ciencia es clara: no hay evidencia científica sólida que respalde la idea de una relación entre las vacunas y el autismo. Y eso lo dicen expertos de todo el mundo, no solo de la OMS.
Recordemos que ese estudio original que encendió la polémica fue retractado, admitieron que habían manipulado los datos. Fue un golpe durísimo a la credibilidad de la comunidad científica, y hasta hoy seguimos pagando las consecuencias. Porque la desconfianza, una vez que se instala, es muy difícil de erradicar. Por eso, es tan importante basarnos en información veraz y contrastada, y evitar caer en rumores y fake news.
Entonces, mi pana, la pregunta es: ¿Cómo podemos combatir mejor la desinformación sobre las vacunas, especialmente en redes sociales, donde las noticias falsas se propagan a la velocidad de la luz? ¿Qué estrategias crees que serían más efectivas para convencer a la gente que las vacunas son seguras y necesarias para proteger nuestra salud y la de nuestras familias?
