¡Ay, Dios mío! Quién lo diría… estábamos tranquilos acá en Costa Rica disfrutándonos el clima y de repente sale este temblor político. Resulta que algunos quieren llegar a tener 40 diputados en la Asamblea. ¡Imagínate qué espectáculo sería eso! Aunque, siendo honestos, con la maraña de partidos que tenemos, nada nos extraña ya.
Todo empezó con unas declaraciones de gente ligada al chavismo, que andan buscando cómo meterse fuerte en nuestro Congreso. Su idea era ambiciosa, para decir lo menos: conseguir 40 diputaciones o más. Muchos pensamos “¡Pero qué va!”, pero luego empezamos a rascar y ver las cosas más de cerca. La cosa es que, según parece, no es tan imposible como creíamos.
Para entenderle al quite a esto, toca desempolvar el Código Electoral y meternos en los tecnicismos del sistema de cociente y subcociente. Vamos a ser claros: no distribuyen curules a diestra y siniestra a nivel nacional, sino provincia por provincia. Eso abre la puerta a situaciones bien particulares, especialmente cuando la gente está dividida y vota por montones de diferentes partidos. Es como cuando te vas al mercado y ves mil tipos vendiendo aguacate, pero al final nadie vende un buen aguacate maduro, ¿me entiendes?
Entonces, ¿qué significa todo esto? Pues que el cociente es el resultado de dividir los votos válidos de cada cantón entre el número de diputados que le tocan a esa provincia. Luego viene el subcociente, que es el 50% del cociente. Un partido que no llega al cociente, pero sí agarra el subcociente, puede sacar diputado. Todo suena complicado, ¿verdad? Pero la idea es simple: el sistema actual no está hecho para nuestra realidad actual, donde hay más partidos peleándose por el mismo pedazo de pastel.
El problema es que el sistema se diseñó para una época en la que dominaban dos partidos grandes, que se llevaban la mayor parte de los votos. Ahora, estamos en una Costa Rica que es pura multipartidista, con medio docena de fuerzas políticas compitiendo a brazo limpio en varias provincias. Esto crea un escenario perfecto para que un partido se haga con la mayoría, aunque no tenga el respaldo absoluto del país entero. Es como jugar cartas: puedes tener la mejor mano, pero si tus rivales tienen muchas manos débiles, igual te ganan.
Ahora, vamos al grano: ¿cómo se lograría que un partido consiga 40 diputados? Simple, necesita concentrar un porcentaje altísimo de votos en algunas provincias, digamos más del 50% o 60%, mientras que el resto de los partidos se quedan dando tumbos, sin alcanzar el subcociente. Por ejemplo, en Heredia, Guanacaste o Limón, si un partido se roba el 60% de los votos y los otros cinco o seis partidos se reparten el resto, ¡todos los diputados podrían irse con ese partido solamente! ¡Una chimba, pero legal!
Y aquí viene la sorpresa: en Costa Rica no hay un límite máximo de diputados por partido. El TSE simplemente aplica la fórmula, sin importar el resultado. Entonces, podríamos tener una Asamblea Legislativa totalmente dominada por una sola fuerza política, controlando la agenda, la presidencia y todas las comisiones. ¡Sería un parlamento diferente a todo lo que hemos visto! Algo así como tener un jugador de fútbol que controla toda la cancha, dejando a los demás corriendo detrás de él, tratando de tocarles la pelota. ¡Qué frustrante sería eso, eh?
Así que, ahí lo tienen, amigos: el sistema electoral costarricense sí permite que un partido obtenga 40 diputados o más. Ya no es cuestión de si es posible, sino de si el pueblo tico lo va a permitir. Las próximas elecciones del 2026 podrían cambiarle la cara a la política nacional y llevarnos a una Asamblea Legislativa que no habíamos imaginado jamás. ¿Creen que un partido tiene posibilidades reales de conseguir tanta representación? ¿Cambiaría esto la dinámica política del país para siempre?
Todo empezó con unas declaraciones de gente ligada al chavismo, que andan buscando cómo meterse fuerte en nuestro Congreso. Su idea era ambiciosa, para decir lo menos: conseguir 40 diputaciones o más. Muchos pensamos “¡Pero qué va!”, pero luego empezamos a rascar y ver las cosas más de cerca. La cosa es que, según parece, no es tan imposible como creíamos.
Para entenderle al quite a esto, toca desempolvar el Código Electoral y meternos en los tecnicismos del sistema de cociente y subcociente. Vamos a ser claros: no distribuyen curules a diestra y siniestra a nivel nacional, sino provincia por provincia. Eso abre la puerta a situaciones bien particulares, especialmente cuando la gente está dividida y vota por montones de diferentes partidos. Es como cuando te vas al mercado y ves mil tipos vendiendo aguacate, pero al final nadie vende un buen aguacate maduro, ¿me entiendes?
Entonces, ¿qué significa todo esto? Pues que el cociente es el resultado de dividir los votos válidos de cada cantón entre el número de diputados que le tocan a esa provincia. Luego viene el subcociente, que es el 50% del cociente. Un partido que no llega al cociente, pero sí agarra el subcociente, puede sacar diputado. Todo suena complicado, ¿verdad? Pero la idea es simple: el sistema actual no está hecho para nuestra realidad actual, donde hay más partidos peleándose por el mismo pedazo de pastel.
El problema es que el sistema se diseñó para una época en la que dominaban dos partidos grandes, que se llevaban la mayor parte de los votos. Ahora, estamos en una Costa Rica que es pura multipartidista, con medio docena de fuerzas políticas compitiendo a brazo limpio en varias provincias. Esto crea un escenario perfecto para que un partido se haga con la mayoría, aunque no tenga el respaldo absoluto del país entero. Es como jugar cartas: puedes tener la mejor mano, pero si tus rivales tienen muchas manos débiles, igual te ganan.
Ahora, vamos al grano: ¿cómo se lograría que un partido consiga 40 diputados? Simple, necesita concentrar un porcentaje altísimo de votos en algunas provincias, digamos más del 50% o 60%, mientras que el resto de los partidos se quedan dando tumbos, sin alcanzar el subcociente. Por ejemplo, en Heredia, Guanacaste o Limón, si un partido se roba el 60% de los votos y los otros cinco o seis partidos se reparten el resto, ¡todos los diputados podrían irse con ese partido solamente! ¡Una chimba, pero legal!
Y aquí viene la sorpresa: en Costa Rica no hay un límite máximo de diputados por partido. El TSE simplemente aplica la fórmula, sin importar el resultado. Entonces, podríamos tener una Asamblea Legislativa totalmente dominada por una sola fuerza política, controlando la agenda, la presidencia y todas las comisiones. ¡Sería un parlamento diferente a todo lo que hemos visto! Algo así como tener un jugador de fútbol que controla toda la cancha, dejando a los demás corriendo detrás de él, tratando de tocarles la pelota. ¡Qué frustrante sería eso, eh?
Así que, ahí lo tienen, amigos: el sistema electoral costarricense sí permite que un partido obtenga 40 diputados o más. Ya no es cuestión de si es posible, sino de si el pueblo tico lo va a permitir. Las próximas elecciones del 2026 podrían cambiarle la cara a la política nacional y llevarnos a una Asamblea Legislativa que no habíamos imaginado jamás. ¿Creen que un partido tiene posibilidades reales de conseguir tanta representación? ¿Cambiaría esto la dinámica política del país para siempre?