¡Ay, Dios mío! Quién iba a decir que nuestros campesinos estarían usando drones para cuidar la milpa. Parece sacado de una película de ciencia ficción, pero resulta que la tecnología llegó para quedarse y darle un empujón a nuestro agro, que necesita oxígeno urgente.
La verdad es que el panorama no era fácil. Muchos pequeños productores andaban batallando, cuidando las cosechas a puro ojo, tratando de adivinar cuánto fertilizante echarle a la mata. Era un brete, se fajaban como canarios, pero los resultados no siempre eran los esperados. Pero ahora, gracias a estas máquinas voladoras, parece que estamos entrando en otra liga.
La iniciativa ‘De Turrialba a la Mesa’ liderada por el IICA está siendo clave en este cambio. Propietarios de fincas lecheras como Don Matías Porras de Turrialba, ya están viendo la diferencia. Él mismo cuenta que antes trabajaba “a ojo”, sin mediciones precisas. Ahora, con los drones, puede ver qué tan largas están las pasturas, cuánta comida necesitan las vacas… ¡Es como tener un mapa satelital de su propia finca!
Y no se trata solo de pastizales, chunches. Los drones también ayudan a identificar dónde hay que echar fertilizante, detectar áreas con problemas de suelo o incluso identificar parches de bosque que necesitan atención. Además, sirven para hacer un inventario de los cultivos, para saber exactamente qué tenemos sembrado y cómo va creciendo. ¡Una maravilla, diay!
Según José Luis Zúñiga, coordinador técnico del proyecto, el uso de drones permite cuantificar el área de cada potrero, diseñar mejores sistemas de riego y distribución de pastos, e incluso identificar la cantidad de área boscosa. Todo eso sirve para dar recomendaciones técnicas a los productores, así pueden ajustar su día a día y aprovechar al máximo sus recursos.
Federico Bert, coordinador de Digitalización del Agro del IICA, señala que aunque la adopción de tecnologías agrícolas todavía es incipiente en América Latina, está avanzando rápido. Lo bueno es que muchos productores pueden acceder a estos servicios a través de empresas especializadas, sin tener que invertir en comprar sus propios drones y el software que les va. ¡Eso sí que es alivio para el bolsillo!
Claro que no todo es color de rosa. Hay que seguir trabajando para cerrar la brecha digital, impulsar políticas públicas que fomenten la innovación y asegurar que todos los productores, sin importar el tamaño de su finca, tengan acceso a estas herramientas. Porque al final, el éxito de nuestro agro depende de la capacidad de adaptarnos a los nuevos tiempos y abrazar la tecnología.
Esta revolución tecnológica nos abre un mundo de posibilidades para modernizar nuestro campo y garantizar la seguridad alimentaria del país. Pero me pregunto, ¿creen ustedes que los jóvenes campesinos están aprovechando estas nuevas oportunidades y adoptando la tecnología, o prefieren aferrarse a los métodos tradicionales? ¡Vamos a debatirlo en el foro!
La verdad es que el panorama no era fácil. Muchos pequeños productores andaban batallando, cuidando las cosechas a puro ojo, tratando de adivinar cuánto fertilizante echarle a la mata. Era un brete, se fajaban como canarios, pero los resultados no siempre eran los esperados. Pero ahora, gracias a estas máquinas voladoras, parece que estamos entrando en otra liga.
La iniciativa ‘De Turrialba a la Mesa’ liderada por el IICA está siendo clave en este cambio. Propietarios de fincas lecheras como Don Matías Porras de Turrialba, ya están viendo la diferencia. Él mismo cuenta que antes trabajaba “a ojo”, sin mediciones precisas. Ahora, con los drones, puede ver qué tan largas están las pasturas, cuánta comida necesitan las vacas… ¡Es como tener un mapa satelital de su propia finca!
Y no se trata solo de pastizales, chunches. Los drones también ayudan a identificar dónde hay que echar fertilizante, detectar áreas con problemas de suelo o incluso identificar parches de bosque que necesitan atención. Además, sirven para hacer un inventario de los cultivos, para saber exactamente qué tenemos sembrado y cómo va creciendo. ¡Una maravilla, diay!
Según José Luis Zúñiga, coordinador técnico del proyecto, el uso de drones permite cuantificar el área de cada potrero, diseñar mejores sistemas de riego y distribución de pastos, e incluso identificar la cantidad de área boscosa. Todo eso sirve para dar recomendaciones técnicas a los productores, así pueden ajustar su día a día y aprovechar al máximo sus recursos.
Federico Bert, coordinador de Digitalización del Agro del IICA, señala que aunque la adopción de tecnologías agrícolas todavía es incipiente en América Latina, está avanzando rápido. Lo bueno es que muchos productores pueden acceder a estos servicios a través de empresas especializadas, sin tener que invertir en comprar sus propios drones y el software que les va. ¡Eso sí que es alivio para el bolsillo!
Claro que no todo es color de rosa. Hay que seguir trabajando para cerrar la brecha digital, impulsar políticas públicas que fomenten la innovación y asegurar que todos los productores, sin importar el tamaño de su finca, tengan acceso a estas herramientas. Porque al final, el éxito de nuestro agro depende de la capacidad de adaptarnos a los nuevos tiempos y abrazar la tecnología.
Esta revolución tecnológica nos abre un mundo de posibilidades para modernizar nuestro campo y garantizar la seguridad alimentaria del país. Pero me pregunto, ¿creen ustedes que los jóvenes campesinos están aprovechando estas nuevas oportunidades y adoptando la tecnología, o prefieren aferrarse a los métodos tradicionales? ¡Vamos a debatirlo en el foro!
