¡Imagínate! Durante años, la comunidad de Acosta ha tenido que lidiar con un puente viejo, medio desmantelado, que parecía sacado de una película de terror. Un ojo solo, vamos. Pero ahora, ¡ya era! Después de una espera larguísima, estrenamos un puente de dos carriles sobre el río Jorco, una verdadera bendición para más de nueve mil personas en San Ignacio de Acosta. Esto es pura alegría, ¡qué chiva!
El puente anterior, pobrecito, sufrió bastante con la tormenta tropical Nate allá por 2017. Se quedó prácticamente inutilizable, obligando a la gente a hacer rodeos absurdos de hasta 25 kilómetros para ir al colegio, la iglesia o cualquier otro lugar importante. ¡Una torta! Los estudiantes llegaban tarde, los agricultores perdían cosechas... un brete para todos.
Pero gracias a una inversión que superó los 770 millones de colones –una lana considerable, ¡pero valió la pena!–, ahora tenemos una estructura moderna y segura. Ya no hay excusas para llegar tarde a clase ni para perder tiempo en caminos de cabriales. Este nuevo puente es más que concreto y acero; es esperanza, es progreso, es desarrollo para toda la comunidad.
La estructura cuenta con veinte metros de largo y, además del doble de carriles, incluye mejoras significativas en el acceso y protecciones en las márgenes del río. Lo mejor de todo es que también construyeron un muro de piedra para proteger la Escuela de Excelencia de Agua Blanca. Imagínate la tranquilidad que le brinda esto a los padres: ¡más de 180 estudiantes, docentes y administrativos pueden dormir tranquilos sabiendo que están seguros! Que alivio.
Miriam Zúñiga Aguilar, la coordinadora de Coopemuj, una cooperativa de mujeres de la zona, no podía contener la emoción: “Ya se nos fue el miedo cada vez que llovía fuerte… Uno de los proyectos más importantes para esta comunidad, que esperamos por tanto tiempo, ya es una realidad”. Y eso que es verdad, diay. Ver esa sonrisa en sus rostros vale más que cualquier estadística.
Esta maravilla es el fruto de un esfuerzo conjunto entre la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) y la Municipalidad de Acosta. Una muestra de que cuando trabajamos juntos, podemos lograr cosas grandiosas. Con este tipo de iniciativas se demuestra que el gobierno está pensando en la gente, en las necesidades reales de las comunidades más alejadas.
Lo interesante de todo esto es que este puente representa mucho más que facilitar el transporte. Significa abrir oportunidades económicas para los agricultores, permitir que los estudiantes tengan acceso a una educación digna y mejorar la calidad de vida de todas las familias en Acosta. Además, facilita el acceso a servicios básicos como la salud y la atención médica, generando un impacto positivo en todo el cantón.
Ahora bien, dejando atrás las felicitaciones y los agradecimientos, me pregunto: ¿cree usted que este tipo de inversiones en infraestructura rural son suficientes para cerrar la brecha entre las zonas urbanas y rurales de Costa Rica? ¿Y qué otras acciones deberían tomarse para garantizar un desarrollo equitativo en todo el país?
El puente anterior, pobrecito, sufrió bastante con la tormenta tropical Nate allá por 2017. Se quedó prácticamente inutilizable, obligando a la gente a hacer rodeos absurdos de hasta 25 kilómetros para ir al colegio, la iglesia o cualquier otro lugar importante. ¡Una torta! Los estudiantes llegaban tarde, los agricultores perdían cosechas... un brete para todos.
Pero gracias a una inversión que superó los 770 millones de colones –una lana considerable, ¡pero valió la pena!–, ahora tenemos una estructura moderna y segura. Ya no hay excusas para llegar tarde a clase ni para perder tiempo en caminos de cabriales. Este nuevo puente es más que concreto y acero; es esperanza, es progreso, es desarrollo para toda la comunidad.
La estructura cuenta con veinte metros de largo y, además del doble de carriles, incluye mejoras significativas en el acceso y protecciones en las márgenes del río. Lo mejor de todo es que también construyeron un muro de piedra para proteger la Escuela de Excelencia de Agua Blanca. Imagínate la tranquilidad que le brinda esto a los padres: ¡más de 180 estudiantes, docentes y administrativos pueden dormir tranquilos sabiendo que están seguros! Que alivio.
Miriam Zúñiga Aguilar, la coordinadora de Coopemuj, una cooperativa de mujeres de la zona, no podía contener la emoción: “Ya se nos fue el miedo cada vez que llovía fuerte… Uno de los proyectos más importantes para esta comunidad, que esperamos por tanto tiempo, ya es una realidad”. Y eso que es verdad, diay. Ver esa sonrisa en sus rostros vale más que cualquier estadística.
Esta maravilla es el fruto de un esfuerzo conjunto entre la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) y la Municipalidad de Acosta. Una muestra de que cuando trabajamos juntos, podemos lograr cosas grandiosas. Con este tipo de iniciativas se demuestra que el gobierno está pensando en la gente, en las necesidades reales de las comunidades más alejadas.
Lo interesante de todo esto es que este puente representa mucho más que facilitar el transporte. Significa abrir oportunidades económicas para los agricultores, permitir que los estudiantes tengan acceso a una educación digna y mejorar la calidad de vida de todas las familias en Acosta. Además, facilita el acceso a servicios básicos como la salud y la atención médica, generando un impacto positivo en todo el cantón.
Ahora bien, dejando atrás las felicitaciones y los agradecimientos, me pregunto: ¿cree usted que este tipo de inversiones en infraestructura rural son suficientes para cerrar la brecha entre las zonas urbanas y rurales de Costa Rica? ¿Y qué otras acciones deberían tomarse para garantizar un desarrollo equitativo en todo el país?
