¡Qué atollada nos ha caído esta, pura gente! La revelación de que dieciséis centros de cuidado para adultos mayores acá en Costa Rica siguen operando con órdenes sanitarias... bueno, te digo, da qué pensar. No es solo una estadística, es la cara de los abuelos y abuelas que le han echado pecho a esta vida, que nos han dado todo, y ahora terminan en situaciones que cualquiera evitaría para su propia familia.
Hablamos de espacios donde la infraestructura deja mucho que desear, donde las medidas de higiene son más rezagadas que un autobús de la época de Don Ricardo Castro, y donde, en algunos casos, la seguridad es prácticamente inexistente. ¿Se imaginan pasar los últimos años así? Yo tampoco. Y esto, vamos, no pinta nada bonito porque la realidad es que Costa Rica está envejeciendo a paso firme.
Según las proyecciones, para el año 2080, casi la cuarta parte de la población va a ser adulta mayor. ¡Imagínate el brete! Estamos hablando de un país con una edad promedio cercana a los sesenta años. Esto significa que necesitamos actuar ya, no esperar a que seamos todos ancianos para ponernos las pilas. Nuestras leyes, nuestra infraestructura, hasta nuestra forma de pensar tienen que cambiar a la velocidad de la luz.
Y claro, no podemos andar con rodeos, las autoridades no pueden esconderse tras tecnicismos ni excusas baratas. Revisar y documentar las irregularidades está bien, pero no basta. Lo importante es asegurar que ningún adulto mayor tenga que vivir en estas condiciones. Ni siquiera en un chunche modesto, ¡mucho menos en un lugar donde ponen en riesgo su salud y seguridad!
Diputados como Katherine Moreira, Priscila Vindas, y Yonder Salas han sacudido el avispero señalando la raíz del problema: falta de presupuesto, falta de visión institucional y, sobre todo, una política pública sobre envejecimiento que esté a la altura de las circunstancias. El Conapam necesita dejar de ser un apagafuegos y convertirse en un estratega, exigiendo recursos al Ministerio de Hacienda y coordinando acciones concretas entre todas las instituciones involucradas. ¡Que hagan brea, diay!
Pero ojo, esto no es solamente tarea del gobierno. Como dicen Idalia Alpízar y Andrea Monge, este es un asunto de conciencia colectiva. Tenemos que internalizar que el respeto a la tercera edad debe formar parte de nuestra esencia como ticos, inculcándolo desde las aulas escolares hasta los hogares. Envejecer es un privilegio, una etapa de crecimiento y sabiduría, no una carga que debemos lamentar. Y garantizar una vejez digna para nuestros mayores no es caridad, es justicia elemental.
Costa Rica siempre se ha jactado de ser un país solidario, con una democracia robusta y servicios sociales relativamente buenos. Pero toda esa fama queda empañada cuando vemos que aquellos que construyeron este país, que sudaron la gota gorda para darnos una vida mejor, terminan sus días en lugares que desafían cualquier estándar de decencia. ¡Qué torta, compañeros! ¿Dónde quedó la Pura Vida?
Entonces, dime tú: ¿qué medidas crees que debemos tomar, como sociedad costarricense, para asegurar que nuestros adultos mayores reciban el cuidado y la atención que merecen y que dejemos de lado esta cultura de abandono? ¿Estamos realmente comprometidos a crear un país donde envejecer sea motivo de celebración y no de preocupación?
Hablamos de espacios donde la infraestructura deja mucho que desear, donde las medidas de higiene son más rezagadas que un autobús de la época de Don Ricardo Castro, y donde, en algunos casos, la seguridad es prácticamente inexistente. ¿Se imaginan pasar los últimos años así? Yo tampoco. Y esto, vamos, no pinta nada bonito porque la realidad es que Costa Rica está envejeciendo a paso firme.
Según las proyecciones, para el año 2080, casi la cuarta parte de la población va a ser adulta mayor. ¡Imagínate el brete! Estamos hablando de un país con una edad promedio cercana a los sesenta años. Esto significa que necesitamos actuar ya, no esperar a que seamos todos ancianos para ponernos las pilas. Nuestras leyes, nuestra infraestructura, hasta nuestra forma de pensar tienen que cambiar a la velocidad de la luz.
Y claro, no podemos andar con rodeos, las autoridades no pueden esconderse tras tecnicismos ni excusas baratas. Revisar y documentar las irregularidades está bien, pero no basta. Lo importante es asegurar que ningún adulto mayor tenga que vivir en estas condiciones. Ni siquiera en un chunche modesto, ¡mucho menos en un lugar donde ponen en riesgo su salud y seguridad!
Diputados como Katherine Moreira, Priscila Vindas, y Yonder Salas han sacudido el avispero señalando la raíz del problema: falta de presupuesto, falta de visión institucional y, sobre todo, una política pública sobre envejecimiento que esté a la altura de las circunstancias. El Conapam necesita dejar de ser un apagafuegos y convertirse en un estratega, exigiendo recursos al Ministerio de Hacienda y coordinando acciones concretas entre todas las instituciones involucradas. ¡Que hagan brea, diay!
Pero ojo, esto no es solamente tarea del gobierno. Como dicen Idalia Alpízar y Andrea Monge, este es un asunto de conciencia colectiva. Tenemos que internalizar que el respeto a la tercera edad debe formar parte de nuestra esencia como ticos, inculcándolo desde las aulas escolares hasta los hogares. Envejecer es un privilegio, una etapa de crecimiento y sabiduría, no una carga que debemos lamentar. Y garantizar una vejez digna para nuestros mayores no es caridad, es justicia elemental.
Costa Rica siempre se ha jactado de ser un país solidario, con una democracia robusta y servicios sociales relativamente buenos. Pero toda esa fama queda empañada cuando vemos que aquellos que construyeron este país, que sudaron la gota gorda para darnos una vida mejor, terminan sus días en lugares que desafían cualquier estándar de decencia. ¡Qué torta, compañeros! ¿Dónde quedó la Pura Vida?
Entonces, dime tú: ¿qué medidas crees que debemos tomar, como sociedad costarricense, para asegurar que nuestros adultos mayores reciban el cuidado y la atención que merecen y que dejemos de lado esta cultura de abandono? ¿Estamos realmente comprometidos a crear un país donde envejecer sea motivo de celebración y no de preocupación?