Maes, ¿ya vieron la última vara del Banco Central? Parece que los economistas se pusieron el sombrero de biólogos y decidieron que nuestras monedas necesitaban más sabor a monte. Y la verdad, ¡qué tuanis la movida! Resulta que a partir de la próxima semana, específicamente el martes 26 de agosto, va a empezar a circular una nueva moneda de ¢50. Y no, no es para pagar menos en el bus, es para rendirle homenaje a la fauna de este chuzo de país. La protagonista de esta tanda es una “lagartija anolis”, un bichillo típico de nuestros bosques tropicales secos que ahora va a andar de bolsillo en bolsillo.
Ahora, ojo a la jugada, porque el BCCR sabe que aquí hay mucho fiebre que ama coleccionar estos chunches. Además de los 30 millones de monedas normales que ya andan por ahí (con la morfo, la rana calzonuda y la tortuga carey, que por cierto ya son un clásico), van a sacar una versión de colección de la lagartija... ¡a color! El detalle es que esta versión para puristas no se la van a dar en el vuelto del pan. Van a ser solo 17,000 unidades (10,000 en acrílico y 7,000 en estuche) y cada una va a costar la módica suma de ¢8.650. Sí, leyeron bien, casi 9 rojos por una moneda de cincuenta. Diay, el que quiere celeste, que le cueste. Si usted es de esos, apúntese porque van a estar disponibles en bancos como el Nacional, el BCR, el Popular y hasta en varias cooperativas como Coopeande o Coopealianza.
Pero bueno, más allá del negocio, hablemos del brete artístico, porque se mandaron. El detalle del diseño es un carga. No es solo un dibujo de la lagartija (cuyo nombre científico es Norops sericeus, para que apantalle a sus compas). En el reverso, el animalito está sobre una porción del mapa del bosque tropical seco, que es su hábitat natural. Además, tiene grabado el año de aprobación, “2023”, y la leyenda “Bosque tropical seco”. Por el otro lado, el anverso tiene lo de siempre: “República de Costa Rica”, “Banco Central” y esas tres barritas en relieve para que uno no se enrede y termine dando una de quinientos por error. Esos pequeños detalles hacen que la moneda se sienta bien pensada y no un capricho.
Y si creían que la vara terminaba con la lagartija, les tengo un spoiler de los próximos capítulos de "Fauna Metálica de Costa Rica". El Banco Central ya soltó la sopa y confirmó que este desfile de bichos apenas comienza. Para setiembre, prepárense para una nueva moneda de ¢25 con un motivo especial de nuestra querida provincia de Guanacaste. Y para cerrar el año con broche de oro, en octubre y noviembre le tocará el turno a otras dos de ¢50: una con el cangrejo marinera y otra con el conejo de monte. ¡Una colección completa! A este paso, en lugar de sencillo, vamos a andar un zoológico en la billetera, lo cual, pensándolo bien, está a cachete.
La verdad es que, más allá de si uno es coleccionista o no, esta iniciativa de recordarnos la riqueza natural que tenemos hasta en las cosas más cotidianas como una moneda, es un golaso. En un mundo donde todo es digital, tener estos pequeños tesoros de metal que celebran lo nuestro tiene un valor que va más allá de los ¢50 que representan. Es un recordatorio de que vivimos en un paraíso y que hasta el bicho más pequeño merece su homenaje. Pero bueno, esa es mi opinión. Ahora les toca a ustedes...
¿Y ustedes qué, maes? ¿Van a salir corriendo a buscar la lagartija o se esperan al conejo de monte? ¿Pagarían casi 9 rojos por la versión a color o con la del vuelto del chino son más que felices? ¡Cuenten a ver qué opinan de esta vara!
Ahora, ojo a la jugada, porque el BCCR sabe que aquí hay mucho fiebre que ama coleccionar estos chunches. Además de los 30 millones de monedas normales que ya andan por ahí (con la morfo, la rana calzonuda y la tortuga carey, que por cierto ya son un clásico), van a sacar una versión de colección de la lagartija... ¡a color! El detalle es que esta versión para puristas no se la van a dar en el vuelto del pan. Van a ser solo 17,000 unidades (10,000 en acrílico y 7,000 en estuche) y cada una va a costar la módica suma de ¢8.650. Sí, leyeron bien, casi 9 rojos por una moneda de cincuenta. Diay, el que quiere celeste, que le cueste. Si usted es de esos, apúntese porque van a estar disponibles en bancos como el Nacional, el BCR, el Popular y hasta en varias cooperativas como Coopeande o Coopealianza.
Pero bueno, más allá del negocio, hablemos del brete artístico, porque se mandaron. El detalle del diseño es un carga. No es solo un dibujo de la lagartija (cuyo nombre científico es Norops sericeus, para que apantalle a sus compas). En el reverso, el animalito está sobre una porción del mapa del bosque tropical seco, que es su hábitat natural. Además, tiene grabado el año de aprobación, “2023”, y la leyenda “Bosque tropical seco”. Por el otro lado, el anverso tiene lo de siempre: “República de Costa Rica”, “Banco Central” y esas tres barritas en relieve para que uno no se enrede y termine dando una de quinientos por error. Esos pequeños detalles hacen que la moneda se sienta bien pensada y no un capricho.
Y si creían que la vara terminaba con la lagartija, les tengo un spoiler de los próximos capítulos de "Fauna Metálica de Costa Rica". El Banco Central ya soltó la sopa y confirmó que este desfile de bichos apenas comienza. Para setiembre, prepárense para una nueva moneda de ¢25 con un motivo especial de nuestra querida provincia de Guanacaste. Y para cerrar el año con broche de oro, en octubre y noviembre le tocará el turno a otras dos de ¢50: una con el cangrejo marinera y otra con el conejo de monte. ¡Una colección completa! A este paso, en lugar de sencillo, vamos a andar un zoológico en la billetera, lo cual, pensándolo bien, está a cachete.
La verdad es que, más allá de si uno es coleccionista o no, esta iniciativa de recordarnos la riqueza natural que tenemos hasta en las cosas más cotidianas como una moneda, es un golaso. En un mundo donde todo es digital, tener estos pequeños tesoros de metal que celebran lo nuestro tiene un valor que va más allá de los ¢50 que representan. Es un recordatorio de que vivimos en un paraíso y que hasta el bicho más pequeño merece su homenaje. Pero bueno, esa es mi opinión. Ahora les toca a ustedes...
¿Y ustedes qué, maes? ¿Van a salir corriendo a buscar la lagartija o se esperan al conejo de monte? ¿Pagarían casi 9 rojos por la versión a color o con la del vuelto del chino son más que felices? ¡Cuenten a ver qué opinan de esta vara!