¡Ay, Dios mío, qué barbaridad esto! Después de catorce días de incertidumbre y búsquedas a mil por viento, finalmente dieron con Neiby Marchena, la muchacha que desapareció en las montañas de Golfito. La noticia corrió como pólvora por toda la Zona Sur y llegó hasta San José, levantándonos a todos del sillón.
Como recordarán, Neiby, de 33 años, se extravió el 1 de octubre, sumiendo a su familia y a toda la comunidad en la desesperación. El caso era peculiar, pues debido a su condición de salud mental, ella se ocultaba activamente ante cualquier intento de acercamiento. Imagínense el reto: no solo encontrarla en medio de la selva, sino también evitar asustarla y ponerla en peligro. Una verdadera prueba para los equipos de rescate.
Desde el principio, el operativo fue complicado, un brete de logística y paciencia. La Policía de Fronteras, Cruz Roja y el OIJ trabajaron día y noche, peinando la zona con cuadrillas especializadas. Hubo momentos de mucha frustración, de pensar que la iban a tener que buscar por siempre. El clima tropical tampoco ayudaba; la humedad, los insectos, las lluvias... ¡un desmadre!
Durante el fin de semana, la intensidad de la búsqueda se elevó aún más, con refuerzos de personal entrenado en técnicas de rastreo y comunicación con personas en situaciones vulnerables. Se utilizaron drones y helicópteros, además de los grupos terrestres que se movían entre la espesura, buscando cualquier señal, un indicio que les llevara hasta ella. Las redes sociales se inundaron de mensajes de apoyo y esperanza, demostrando que, aunque estemos peleados de lo peor a veces, nos preocupamos por nuestros paisanos.
Y entonces, ayer por la mañana, ¡boom!, la noticia que tanto esperábamos. Un grupo de voluntarios divisó a Neiby cerca de un río, aparentemente consciente y orientada. Se acercaron con cautela, hablándole con calma, ofreciéndole agua y comida. Parece que la muchacha sintió que podían confiar en ellos y aceptó la ayuda. ¡Qué alivio, diay!
Según fuentes familiares, Neiby se encuentra bien, considerando las circunstancias. Hizo frente a unos días duros a la intemperie, eso sí, pero sin lesiones graves. Recibió atención médica inmediata y ahora está reunida con sus seres queridos, disfrutando del reencuentro. Uno se pone a pensar en todo lo que debió pasar esa pobre chica, cómo se cuidó, qué comió… Es un milagro que esté tan entera.
Este caso nos recuerda lo importante que es cuidar de nuestra salud mental y procurar que todas las personas tengan acceso a servicios de apoyo adecuados. Además, resalta la solidaridad de los costarricenses, la capacidad de unirnos en momentos difíciles y brindarnos ayuda mutua. Vimos a gente de todos lados, campesinos, estudiantes, jubilados, volcándose en la búsqueda, sin esperar nada a cambio. Eso sí es ser tico, ¿verdad?
Ahora, luego de este desenlace agridulce, me pregunto: ¿Consideran que la cobertura mediática del caso pudo haber influido en el comportamiento de Neiby? ¿Deberíamos reflexionar sobre la forma en que manejamos estas situaciones sensibles, teniendo en cuenta el impacto en la persona afectada y su privacidad?
Como recordarán, Neiby, de 33 años, se extravió el 1 de octubre, sumiendo a su familia y a toda la comunidad en la desesperación. El caso era peculiar, pues debido a su condición de salud mental, ella se ocultaba activamente ante cualquier intento de acercamiento. Imagínense el reto: no solo encontrarla en medio de la selva, sino también evitar asustarla y ponerla en peligro. Una verdadera prueba para los equipos de rescate.
Desde el principio, el operativo fue complicado, un brete de logística y paciencia. La Policía de Fronteras, Cruz Roja y el OIJ trabajaron día y noche, peinando la zona con cuadrillas especializadas. Hubo momentos de mucha frustración, de pensar que la iban a tener que buscar por siempre. El clima tropical tampoco ayudaba; la humedad, los insectos, las lluvias... ¡un desmadre!
Durante el fin de semana, la intensidad de la búsqueda se elevó aún más, con refuerzos de personal entrenado en técnicas de rastreo y comunicación con personas en situaciones vulnerables. Se utilizaron drones y helicópteros, además de los grupos terrestres que se movían entre la espesura, buscando cualquier señal, un indicio que les llevara hasta ella. Las redes sociales se inundaron de mensajes de apoyo y esperanza, demostrando que, aunque estemos peleados de lo peor a veces, nos preocupamos por nuestros paisanos.
Y entonces, ayer por la mañana, ¡boom!, la noticia que tanto esperábamos. Un grupo de voluntarios divisó a Neiby cerca de un río, aparentemente consciente y orientada. Se acercaron con cautela, hablándole con calma, ofreciéndole agua y comida. Parece que la muchacha sintió que podían confiar en ellos y aceptó la ayuda. ¡Qué alivio, diay!
Según fuentes familiares, Neiby se encuentra bien, considerando las circunstancias. Hizo frente a unos días duros a la intemperie, eso sí, pero sin lesiones graves. Recibió atención médica inmediata y ahora está reunida con sus seres queridos, disfrutando del reencuentro. Uno se pone a pensar en todo lo que debió pasar esa pobre chica, cómo se cuidó, qué comió… Es un milagro que esté tan entera.
Este caso nos recuerda lo importante que es cuidar de nuestra salud mental y procurar que todas las personas tengan acceso a servicios de apoyo adecuados. Además, resalta la solidaridad de los costarricenses, la capacidad de unirnos en momentos difíciles y brindarnos ayuda mutua. Vimos a gente de todos lados, campesinos, estudiantes, jubilados, volcándose en la búsqueda, sin esperar nada a cambio. Eso sí es ser tico, ¿verdad?
Ahora, luego de este desenlace agridulce, me pregunto: ¿Consideran que la cobertura mediática del caso pudo haber influido en el comportamiento de Neiby? ¿Deberíamos reflexionar sobre la forma en que manejamos estas situaciones sensibles, teniendo en cuenta el impacto en la persona afectada y su privacidad?
