¡Ay, Dios mío! Este caso del exmagistrado Celso Gamboa sigue dando qué hablar, ¿eh? Resulta que el señor, que ya no anda en la política pero sí en los líos judiciales, se ha salido con unas excusas que pa’ qué las contamos. Según él, su ausencia a una audiencia en Cartago en 2019 se debió a una ‘amistad’ muy especial con el otrora poderoso Irving Malespín. ¡Imagínate la bronca!
Todo empezó cuando Gamboa, que representa a alguien acusado de narcotráfico, no apareció en el Tribunal Penal de Cartago. Para justificarse, presentó una constancia firmada por Malespín, asegurando que estuvo revisando unos expedientes en la Policía de Control Fiscal (PCF) y que, aparentemente, unos carros lo tenían atrapado. Lo que pasa es que, como dice mi abuela, ‘el cuento no cuadra’, parce.
La investigación del Ministerio Público descubrió que, ni siquiera, gamboa pisó el lugar. Ni en las cámaras de seguridad, ni en las bitácoras de ingreso del Edificio Mira, donde se encuentra la PCF, aparece registro alguno de su paso. Esto puso a cantar toda la historia y abrió la puerta a señalamientos de fabricación de documentos falsos, tanto contra Gamboa como contra Malespín. ¡Una pena!
Lo más curioso de todo es la explicación que dio Gamboa posteriormente. Dijo que no lo registraban precisamente porque eran amigos íntimos. Desde chiquitos, jugando semillitas en el Seminario, estudiando en la U, trabajando juntos cuando él era funcionario... ¡Una vida de amistades! Pero eso, obviamente, no justifica presentar un documento apócrifo para evadir sus responsabilidades legales. Me da que ahí hay más que meets the eye, ¿no creen?
El tribunal, viendo la magnitud de la mentira, declaró abandonado el caso y lo sacó de la representación legal de su cliente. Gamboa recurrió esa decisión, argumentando que tenía derecho a que se escuchara la versión de Malespín, pero el tribunal rechazó su recurso. ¡Se fue al traste el intento de salvarse así, con esos rodeos!
Y ahora, la Fiscalía Adjunta contra el Narcotráfico y Delitos Conexos los tiene en la mira por este supuesto delito. Se les acusa de haber creado el documento falso con la intención de perjudicar a la administración de justicia, generando demoras en el proceso y gastos innecesarios para el Estado. ¡Qué cosa más preocupante, parce! ¿Hasta dónde llegarán para salirse con la suya?
No cabe duda de que este caso ha puesto en evidencia las posibles fisuras en el sistema judicial y la importancia de la transparencia y la rendición de cuentas. Las pruebas son contundentes: videos, listas de visitantes, informes del OIJ… Todo apunta a que Gamboa y Malespín intentaron engañar al sistema para evitar enfrentar las consecuencias de sus actos. Ahora tendrán que responder por esto ante la ley.
Este brete nos deja pensando: ¿hasta dónde puede llegar la influencia de las relaciones personales en decisiones judiciales? ¿Será que esta situación pone en riesgo la imparcialidad de la justicia costarricense? Y para dejar el tema sobre la mesa, ¡díganme ustedes! ¿Creen que la amistad entre Gamboa y Malespín podría haber influido en este caso, o simplemente estamos frente a un intento claro de fraude al sistema judicial?
Todo empezó cuando Gamboa, que representa a alguien acusado de narcotráfico, no apareció en el Tribunal Penal de Cartago. Para justificarse, presentó una constancia firmada por Malespín, asegurando que estuvo revisando unos expedientes en la Policía de Control Fiscal (PCF) y que, aparentemente, unos carros lo tenían atrapado. Lo que pasa es que, como dice mi abuela, ‘el cuento no cuadra’, parce.
La investigación del Ministerio Público descubrió que, ni siquiera, gamboa pisó el lugar. Ni en las cámaras de seguridad, ni en las bitácoras de ingreso del Edificio Mira, donde se encuentra la PCF, aparece registro alguno de su paso. Esto puso a cantar toda la historia y abrió la puerta a señalamientos de fabricación de documentos falsos, tanto contra Gamboa como contra Malespín. ¡Una pena!
Lo más curioso de todo es la explicación que dio Gamboa posteriormente. Dijo que no lo registraban precisamente porque eran amigos íntimos. Desde chiquitos, jugando semillitas en el Seminario, estudiando en la U, trabajando juntos cuando él era funcionario... ¡Una vida de amistades! Pero eso, obviamente, no justifica presentar un documento apócrifo para evadir sus responsabilidades legales. Me da que ahí hay más que meets the eye, ¿no creen?
El tribunal, viendo la magnitud de la mentira, declaró abandonado el caso y lo sacó de la representación legal de su cliente. Gamboa recurrió esa decisión, argumentando que tenía derecho a que se escuchara la versión de Malespín, pero el tribunal rechazó su recurso. ¡Se fue al traste el intento de salvarse así, con esos rodeos!
Y ahora, la Fiscalía Adjunta contra el Narcotráfico y Delitos Conexos los tiene en la mira por este supuesto delito. Se les acusa de haber creado el documento falso con la intención de perjudicar a la administración de justicia, generando demoras en el proceso y gastos innecesarios para el Estado. ¡Qué cosa más preocupante, parce! ¿Hasta dónde llegarán para salirse con la suya?
No cabe duda de que este caso ha puesto en evidencia las posibles fisuras en el sistema judicial y la importancia de la transparencia y la rendición de cuentas. Las pruebas son contundentes: videos, listas de visitantes, informes del OIJ… Todo apunta a que Gamboa y Malespín intentaron engañar al sistema para evitar enfrentar las consecuencias de sus actos. Ahora tendrán que responder por esto ante la ley.
Este brete nos deja pensando: ¿hasta dónde puede llegar la influencia de las relaciones personales en decisiones judiciales? ¿Será que esta situación pone en riesgo la imparcialidad de la justicia costarricense? Y para dejar el tema sobre la mesa, ¡díganme ustedes! ¿Creen que la amistad entre Gamboa y Malespín podría haber influido en este caso, o simplemente estamos frente a un intento claro de fraude al sistema judicial?
