¡Quihubole! Quién iba a decir que nuestros platillos nacionales, esos que nos recuerdan a la abuela cocinando con amor y cariño, se estaban convirtiendo en un brete para el bolsillo del común tico. Resulta que el famoso casado y el gallo pinto, esos compañeros inseparables de nuestra mesa diaria, han subido de precio más de lo que muchos nos imaginamos en los últimos años. Ya nadie se salva, diay.
Según unos cálculos frescos del INE (Instituto Nacional de Estadística y Censos), el precio del casado ha dado un brinco del 12,65% entre mayo de 2022 y septiembre de 2025. El gallo pinto, fiel compañero, no se quedó atrás con un incremento del 9,17%. ¿Se dan cuenta, mae? Eso significa que estamos pagando más por comer rico, y eso ya empieza a picar, ¿verdad?
Claro, la inflación general parece “baja” – 0,77% – según las estadísticas oficiales. Pero esa cifra, como dicen por ahí, te puedes ir al traste si no miras más de cerca. Porque cuando analizamos categorías específicas, la cosa cambia drásticamente. El índice de precios de los alimentos y bebidas no alcohólicas subió un 6,5%, ¡ocho veces más que la inflación general! Y la comida fuera del hogar, bueno, esa escaló un 10,5%, casi catorce veces más. ¡Qué torta!
Hablemos del gallo pinto, ese manjar que define a nuestro país. Imaginen el arroz, la base fundamental, que aumentó un 4,49%. Y los frijoles, la otra mitad del dúo perfecto, subieron un 9,82%. Luego agregamos quesito, que le da ese toque especial, y ¡bam! Un alza del 12,76%. ¿Y qué pasa si le echamos huevo? Pues allá va otro 4,61% encima. Ya me están dando calambres solo de pensarlo, diay.
Por supuesto, no todo es cuesta arriba. Algunas cosas bajaron, como el plátano que se fue para abajo -2,38%, un respiro para los que les gusta acompañar su gallo pinto con madurrito. El salchichón, ese amigo de la fritura dominical, apenas subió un 3,93%, casi como que nos estaba haciendo el favor. Pero, honestamente, esas pequeñas alegrías no compensan el golpe generalizado a nuestras papilas gustativas y a nuestra billetera.
El presidente del BCCR (Banco Central de Costa Rica), Roger Madrigal, nos refrescó la memoria explicando que las familias más humildes destinan una proporción mayor de sus ingresos a comprar comida. Así que, aunque la inflación general sea baja, para los que menos tienen, la diferencia se siente mucho más. ¡Esto es duro, pura verdad! Mientras los más acomodados pueden darse el lujo de gastar en videojuegos o viajes, nosotros estamos sudando la gota gorda para llegar a fin de mes con un plato caliente.
Y no olvidemos los factores que influyeron en estos aumentos. Desde las tensiones geopolíticas que dispararon los precios de las materias primas hasta las fuertes lluvias que afectaron la producción nacional. Incluso la famosa “Ruta del Arroz”, que prometía bajar los precios, no ha cumplido su promesa, y seguimos dependiendo de las importaciones. Ya la van a tener dura, porque esto no pinta bien para el bolsillo del tico promedio. Se nos está poniendo difícil disfrutar de un simple casado sin sentirnos un poquito apenados.
Entonces, díganme, ¿qué estrategias están usando ustedes para ahorrar en la compra de alimentos? ¿Creen que el gobierno está haciendo lo suficiente para proteger el poder adquisitivo de las familias costarricenses, especialmente de aquellas que dependen principalmente de la comida para sobrevivir? ¿O creen que ya es hora de empezar a cultivar nuestro propio huerto, aunque sea un pequeño potrero en la terraza?
Según unos cálculos frescos del INE (Instituto Nacional de Estadística y Censos), el precio del casado ha dado un brinco del 12,65% entre mayo de 2022 y septiembre de 2025. El gallo pinto, fiel compañero, no se quedó atrás con un incremento del 9,17%. ¿Se dan cuenta, mae? Eso significa que estamos pagando más por comer rico, y eso ya empieza a picar, ¿verdad?
Claro, la inflación general parece “baja” – 0,77% – según las estadísticas oficiales. Pero esa cifra, como dicen por ahí, te puedes ir al traste si no miras más de cerca. Porque cuando analizamos categorías específicas, la cosa cambia drásticamente. El índice de precios de los alimentos y bebidas no alcohólicas subió un 6,5%, ¡ocho veces más que la inflación general! Y la comida fuera del hogar, bueno, esa escaló un 10,5%, casi catorce veces más. ¡Qué torta!
Hablemos del gallo pinto, ese manjar que define a nuestro país. Imaginen el arroz, la base fundamental, que aumentó un 4,49%. Y los frijoles, la otra mitad del dúo perfecto, subieron un 9,82%. Luego agregamos quesito, que le da ese toque especial, y ¡bam! Un alza del 12,76%. ¿Y qué pasa si le echamos huevo? Pues allá va otro 4,61% encima. Ya me están dando calambres solo de pensarlo, diay.
Por supuesto, no todo es cuesta arriba. Algunas cosas bajaron, como el plátano que se fue para abajo -2,38%, un respiro para los que les gusta acompañar su gallo pinto con madurrito. El salchichón, ese amigo de la fritura dominical, apenas subió un 3,93%, casi como que nos estaba haciendo el favor. Pero, honestamente, esas pequeñas alegrías no compensan el golpe generalizado a nuestras papilas gustativas y a nuestra billetera.
El presidente del BCCR (Banco Central de Costa Rica), Roger Madrigal, nos refrescó la memoria explicando que las familias más humildes destinan una proporción mayor de sus ingresos a comprar comida. Así que, aunque la inflación general sea baja, para los que menos tienen, la diferencia se siente mucho más. ¡Esto es duro, pura verdad! Mientras los más acomodados pueden darse el lujo de gastar en videojuegos o viajes, nosotros estamos sudando la gota gorda para llegar a fin de mes con un plato caliente.
Y no olvidemos los factores que influyeron en estos aumentos. Desde las tensiones geopolíticas que dispararon los precios de las materias primas hasta las fuertes lluvias que afectaron la producción nacional. Incluso la famosa “Ruta del Arroz”, que prometía bajar los precios, no ha cumplido su promesa, y seguimos dependiendo de las importaciones. Ya la van a tener dura, porque esto no pinta bien para el bolsillo del tico promedio. Se nos está poniendo difícil disfrutar de un simple casado sin sentirnos un poquito apenados.
Entonces, díganme, ¿qué estrategias están usando ustedes para ahorrar en la compra de alimentos? ¿Creen que el gobierno está haciendo lo suficiente para proteger el poder adquisitivo de las familias costarricenses, especialmente de aquellas que dependen principalmente de la comida para sobrevivir? ¿O creen que ya es hora de empezar a cultivar nuestro propio huerto, aunque sea un pequeño potrero en la terraza?