¡Patéale, mae! Aquí estamos otra vez con la misma vaina: los precios de la gasolina subiendo, justo cuando pensábamos que ya íbamos tranquilos. La Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (ARESEP), con toda su calma, anunció otro ajuste que nos va a tocar aguantar en las próximas semanas. Ya ni me acuerdo cuántas veces nos han dado estos sustos este año.
Resulta que la gasolina súper sube ¢14 por litro, llegando a los ¢677, y la regular también se incrementa, aunque un poquito menos, con ¢13, quedando en ¢662. Mientras tanto, si manejas carro a diesel, te llevas una pequeña alegría porque ahí sí bajaron los precios, nueve céntimos menos por litro, quedándose en ¢556. Y para los que andamos en moto, el gas también se mueve a la baja, cinco céntimos, llegando a ¢253. ¡Un respiro pequeño, brete!
Como siempre, la explicación oficial es la de las variaciones internacionales del precio del petróleo, los costos de importación y el tipo de cambio. Pero vamos, todos sabemos que esa es la excusa de rigor. ¿Dónde quedó la promesa de estabilizar los precios? Parece que eso se fue al traste, como tantos otros planes bonitos que nos hacen llegar desde San José. Uno se pregunta si alguien realmente entiende lo que le pasa a la economía de este país.
Lo que más fastidia, mae, es que casi la mitad del precio de la gasolina, alrededor del 42% en el caso de la súper y hasta el 50% en el diésel, se va directo en costos de adquisición internacional. ¡Somos rehenes del mercado externo! Y encima de todo, tenemos que pagarle al gobierno el impuesto único a los combustibles, que representa entre el 28% y el 40% del valor por litro. Ese dinerito, claro, sale para la Caja Única del Estado, donde supuestamente se invierte en obras públicas y apoyo a los gobiernos locales. Pero a veces uno se queda pensando si esos fondos realmente llegan a donde tienen que ir.
La Refinadora Costarricense de Petróleo (RECOPE) dice que todo esto es parte del modelo tarifario vigente, que busca transparencia y asegura que cada colón que pagamos está justificado. Con todo respeto, RECOPE, la cosa suena a cuento chino. Transparencia dicen, pero a nosotros nos parece más una forma elegante de decir que nos están sacando agua de dos fuentes. Un poco de claridad no vendría mal, porque así estamos todos, los conductores, sintiéndonos un poco salados con esta situación.
Ahora, miren la carga que nos toca cargar: subir los precios de la gasolina en medio de la inflación, cuando muchas familias ya están batallando para llegar a fin de mes. Es un golpe duro para el bolsillo de todos, especialmente para aquellos que dependen del carro para trabajar o llevar a sus hijos a la escuela. No sé ustedes, pero yo empiezo a pensar que nos están tomando el pelo, mae. Se supone que somos un país avanzado, pero seguimos dependiendo de factores externos que escapan de nuestro control.
Este asunto de los combustibles es un verdadero brete. Cada vez que hay un aumento, todos nos quejamos, pero al final nada cambia. Las autoridades prometen soluciones, pero luego vuelven a aparecer los aumentos. ¿Será que necesitamos buscar alternativas energéticas más eficientes? ¿O tal vez deberíamos exigir mayor regulación a las empresas que manejan estos precios? La verdad, uno ya no sabe qué hacer con tanta frustración. Ya ni hablar de los taxis, ellos ya van preparando la tarifa extra, ¡qué despiche!
Entonces, les pregunto, compañeros: ¿Qué medidas creen que debería tomar el gobierno para mitigar el impacto de estos aumentos en los precios de los combustibles y evitar que sigamos siendo víctimas de estas fluctuaciones internacionales? ¿Deberíamos apostar por energías renovables, reconsiderar el impuesto a los combustibles o exigir una mayor regulación a las empresas petroleras?
Resulta que la gasolina súper sube ¢14 por litro, llegando a los ¢677, y la regular también se incrementa, aunque un poquito menos, con ¢13, quedando en ¢662. Mientras tanto, si manejas carro a diesel, te llevas una pequeña alegría porque ahí sí bajaron los precios, nueve céntimos menos por litro, quedándose en ¢556. Y para los que andamos en moto, el gas también se mueve a la baja, cinco céntimos, llegando a ¢253. ¡Un respiro pequeño, brete!
Como siempre, la explicación oficial es la de las variaciones internacionales del precio del petróleo, los costos de importación y el tipo de cambio. Pero vamos, todos sabemos que esa es la excusa de rigor. ¿Dónde quedó la promesa de estabilizar los precios? Parece que eso se fue al traste, como tantos otros planes bonitos que nos hacen llegar desde San José. Uno se pregunta si alguien realmente entiende lo que le pasa a la economía de este país.
Lo que más fastidia, mae, es que casi la mitad del precio de la gasolina, alrededor del 42% en el caso de la súper y hasta el 50% en el diésel, se va directo en costos de adquisición internacional. ¡Somos rehenes del mercado externo! Y encima de todo, tenemos que pagarle al gobierno el impuesto único a los combustibles, que representa entre el 28% y el 40% del valor por litro. Ese dinerito, claro, sale para la Caja Única del Estado, donde supuestamente se invierte en obras públicas y apoyo a los gobiernos locales. Pero a veces uno se queda pensando si esos fondos realmente llegan a donde tienen que ir.
La Refinadora Costarricense de Petróleo (RECOPE) dice que todo esto es parte del modelo tarifario vigente, que busca transparencia y asegura que cada colón que pagamos está justificado. Con todo respeto, RECOPE, la cosa suena a cuento chino. Transparencia dicen, pero a nosotros nos parece más una forma elegante de decir que nos están sacando agua de dos fuentes. Un poco de claridad no vendría mal, porque así estamos todos, los conductores, sintiéndonos un poco salados con esta situación.
Ahora, miren la carga que nos toca cargar: subir los precios de la gasolina en medio de la inflación, cuando muchas familias ya están batallando para llegar a fin de mes. Es un golpe duro para el bolsillo de todos, especialmente para aquellos que dependen del carro para trabajar o llevar a sus hijos a la escuela. No sé ustedes, pero yo empiezo a pensar que nos están tomando el pelo, mae. Se supone que somos un país avanzado, pero seguimos dependiendo de factores externos que escapan de nuestro control.
Este asunto de los combustibles es un verdadero brete. Cada vez que hay un aumento, todos nos quejamos, pero al final nada cambia. Las autoridades prometen soluciones, pero luego vuelven a aparecer los aumentos. ¿Será que necesitamos buscar alternativas energéticas más eficientes? ¿O tal vez deberíamos exigir mayor regulación a las empresas que manejan estos precios? La verdad, uno ya no sabe qué hacer con tanta frustración. Ya ni hablar de los taxis, ellos ya van preparando la tarifa extra, ¡qué despiche!
Entonces, les pregunto, compañeros: ¿Qué medidas creen que debería tomar el gobierno para mitigar el impacto de estos aumentos en los precios de los combustibles y evitar que sigamos siendo víctimas de estas fluctuaciones internacionales? ¿Deberíamos apostar por energías renovables, reconsiderar el impuesto a los combustibles o exigir una mayor regulación a las empresas petroleras?