Maes, hay que hablar de la vara que pasó esta mañana en Guápiles, porque de verdad que a veces la crónica de sucesos en este país parece escrita por un guionista con demasiada imaginación y un presupuesto bajo. Resulta que dos fichitas, al parecer parte de la infame “Banda del Acetileno”, decidieron que hoy era un excelente día para hacerse con la platica de la caja fuerte de Femsa. Uno se los imagina en la planeación, ¿verdad? Con un mapa todo mal dibujado, sintiéndose los Ocean’s Eleven de la Ruta 32. Spoiler alert: no les salió.
El plan, en papel, seguro sonaba a cachete para ellos: brincarse una malla, meterse calladitos y usar sus herramientas para abrir la caja como si fuera una lata de atún. Pero diay, se les olvidó un pequeño detalle en pleno 2025: la tecnología. Apenas pusieron un pie donde no debían, el sistema de seguridad empezó a pitar como loco, alertando a los guardas. Ahí fue donde todo el “brete” se les fue al traste. Los guardas, que de tontos no tienen un pelo, llamaron a la Fuerza Pública y se armó el corre que te pillo. ¡Qué torta para los supuestos genios del crimen! Literalmente, su gran golpe duró menos que un aguacero de media tarde.
La persecución, según cuentan, fue de película, pero versión caribeña. Me imagino a los maes corriendo por los charcos, con los pasamontañas ya picándoles por el calor, mientras los oficiales les acortaban la distancia. Al final, como era de esperarse, los agarraron. Y cuando los revisaron, ¡sorpresa! Llevaban guantes y pasamontañas. O sea, iban preparados para todo, menos para que el plan fallara. En serio, ¡qué sal! Preparar todo el numerito, llevar todos los chunches y que un sensor te arruine la fiesta. Es el colmo de la mala suerte, o de la mala planificación, como quieran verlo.
Ahora, aquí es donde la vara se pone más seria y menos cómica. Estos dos no son simples ladroncillos de barrio. La policía maneja la hipótesis de que son una célula de la Banda del Acetileno, que como ya todos sabemos, se presume que tiene lazos directos con el mismísimo Alejandro Arias Monge, alias “Diablo”. Esto cambia por completo el panorama. Ya no es solo un robo frustrado, es una pequeña pieza de un rompecabezas enorme y muy oscuro que opera en el país. Demuestra cómo estas grandes estructuras criminales tienen gente regada por todo lado, probando suerte y viendo dónde pegan para financiar sus operaciones más grandes.
Al final, es una buena noticia que los detuvieran, un punto para la Fuerza Pública. Pero la sensación que queda es agridulce. Se frustra un robo, sí, pero la estructura sigue ahí, intacta, buscando el próximo punto débil. Es como tapar una gotera en una casa que tiene el techo entero a punto de colapsar. Por cada dos que caen, ¿cuántos más están planeando el siguiente golpe? La pregunta es inevitable y nos deja pensando en la magnitud real del problema que tenemos entre manos.
En fin, maes, ¿ustedes qué opinan? ¿Creen que agarrar a estos peones de verdad le hace algún tipo de mella a una organización del tamaño de la de Diablo, o es simplemente como quitarle un pelo a un gato?
El plan, en papel, seguro sonaba a cachete para ellos: brincarse una malla, meterse calladitos y usar sus herramientas para abrir la caja como si fuera una lata de atún. Pero diay, se les olvidó un pequeño detalle en pleno 2025: la tecnología. Apenas pusieron un pie donde no debían, el sistema de seguridad empezó a pitar como loco, alertando a los guardas. Ahí fue donde todo el “brete” se les fue al traste. Los guardas, que de tontos no tienen un pelo, llamaron a la Fuerza Pública y se armó el corre que te pillo. ¡Qué torta para los supuestos genios del crimen! Literalmente, su gran golpe duró menos que un aguacero de media tarde.
La persecución, según cuentan, fue de película, pero versión caribeña. Me imagino a los maes corriendo por los charcos, con los pasamontañas ya picándoles por el calor, mientras los oficiales les acortaban la distancia. Al final, como era de esperarse, los agarraron. Y cuando los revisaron, ¡sorpresa! Llevaban guantes y pasamontañas. O sea, iban preparados para todo, menos para que el plan fallara. En serio, ¡qué sal! Preparar todo el numerito, llevar todos los chunches y que un sensor te arruine la fiesta. Es el colmo de la mala suerte, o de la mala planificación, como quieran verlo.
Ahora, aquí es donde la vara se pone más seria y menos cómica. Estos dos no son simples ladroncillos de barrio. La policía maneja la hipótesis de que son una célula de la Banda del Acetileno, que como ya todos sabemos, se presume que tiene lazos directos con el mismísimo Alejandro Arias Monge, alias “Diablo”. Esto cambia por completo el panorama. Ya no es solo un robo frustrado, es una pequeña pieza de un rompecabezas enorme y muy oscuro que opera en el país. Demuestra cómo estas grandes estructuras criminales tienen gente regada por todo lado, probando suerte y viendo dónde pegan para financiar sus operaciones más grandes.
Al final, es una buena noticia que los detuvieran, un punto para la Fuerza Pública. Pero la sensación que queda es agridulce. Se frustra un robo, sí, pero la estructura sigue ahí, intacta, buscando el próximo punto débil. Es como tapar una gotera en una casa que tiene el techo entero a punto de colapsar. Por cada dos que caen, ¿cuántos más están planeando el siguiente golpe? La pregunta es inevitable y nos deja pensando en la magnitud real del problema que tenemos entre manos.
En fin, maes, ¿ustedes qué opinan? ¿Creen que agarrar a estos peones de verdad le hace algún tipo de mella a una organización del tamaño de la de Diablo, o es simplemente como quitarle un pelo a un gato?