¡Ay, Dios mío! Otro día, otra novela con el proyecto de Barranca-Limonal. Parece que este brete, que prometía descongestionar nuestra Interamericana, se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para todos los costarricenses. Ya van casi seis años desde que se ordenó iniciar estas obras, y seguimos viendo poca diferencia en el camino. ¡Qué torta!
Para refrescarles la memoria, la ampliación de este tramo de la carretera, vital para conectar el Valle Central con el Pacífico Norte, arrancó con buen pie en agosto de 2020, con la promesa de estar lista a principios de 2023. Pero claro, como suele pasar por acá, la realidad nos golpeó duro. El proyecto empezó a desfilar problemas desde el primer día. En julio de 2022, el avance apenas llegaba al 7%, cuando el plan era tener un 43%. ¡Un pañuelo!
Y no vaya a ser que digan que no les avisamos. Las excusas oficiales solían sonar más bien a justificaciones improvisadas. Inicialmente, echaron la culpa al caso Cochinilla, aquel escándalo que sacudió al país en 2021 e involucró al otrora Ministro H. Solís. Pero, vamos, que parece que eso fue solo la punta del iceberg. La verdad es que la falta de planificación y la gestión deficiente jugaron un papel fundamental en este fiasco.
Lo realmente preocupante fue cuando el Consorcio Ruta 1, integrado por las empresas H Solís y Estrella, decidió tirar la toalla a finales de 2022, pidiendo la finalización del contrato. ¡Se apagó la luz! En ese momento, apenas se había avanzado un 18% en la obra. Parecía que el proyecto se iba al traste. Intentaron buscar nuevos salvadores, cediendo el contrato a otra empresa, pero ahí empezaron las cosas a complicarse aún más.
Resulta que el Presidente Chaves, con toda la intención de reactivar el proyecto, presionó para que se le adjudicara a la constructora mexicana Tradeco. ¡Pero espere! Aquí viene la vaina más salada: Según declaraciones del exministro del MOPT, Luis Amador, el Presidente amenazó con sacar a Costa Rica del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el financista del proyecto, si no se hacía la adjudicación a Tradeco. Además, la DIS (Dirección de Inteligencia y Seguridad) aparentemente alertó sobre posibles negocios ilícitos relacionados con uno de los socios de Tradeco. ¡Ay, qué mamila!
Y como si fuera poco, las empresas H Solís y Estrella no se quedaron quietas. Reclamaron una indemnización millonaria, cercana a los $23 millones, por diversas tareas realizadas durante la ejecución del proyecto, incluyendo la devolución de retenciones, costos de ingeniería, limpieza y desmonte, optimización de diseños y sobrecostos por personal clave. Después de mucho papeleo y controversia, el MOPT reconoció más de $13.3 millones y finalmente pagó casi $14.2 millones tras llegar a un acuerdo con la Comisión de Resolución de Controversias. ¡Menuda vara!
Ahora, aparece una nueva esperanza. Se realizó un nuevo concurso de licitación, en el que participaron tres empresas: Meco, Consorcio Ruta Uno (Ingeniería Estrella y Bel Ingeniería) y CHEC. Para evitar futuros problemas, el proyecto se dividió en dos tramos: Barranca a San Gerardo y San Gerardo a Limonal. El Consorcio Ruta Uno ganó el primer tramo, mientras que Meco se quedó con el segundo. Curiosamente, la empresa Estrella, que antes exigía una compensación considerable, vuelve a participar en el proyecto. Esto sí que es un chunche… o quizás, simplemente, la desesperación de recuperar lo perdido.
Con los contratos ahora en manos de la Contraloría General de la República, esperando el tan ansiado refrendo, la promesa es que las obras se retomen de inmediato, aprovechando los diseños existentes. Pero, díganme sinceramente, ¿creen que esta vez sí podremos ver Barranca-Limonal terminado, o estamos destinados a vivir eternamente con un proyecto inconcluso y una historia llena de despiches y promesas incumplidas? ¿Cuál debería ser la estrategia más efectiva para garantizar que proyectos de infraestructura en Costa Rica se completen a tiempo y dentro del presupuesto?
Para refrescarles la memoria, la ampliación de este tramo de la carretera, vital para conectar el Valle Central con el Pacífico Norte, arrancó con buen pie en agosto de 2020, con la promesa de estar lista a principios de 2023. Pero claro, como suele pasar por acá, la realidad nos golpeó duro. El proyecto empezó a desfilar problemas desde el primer día. En julio de 2022, el avance apenas llegaba al 7%, cuando el plan era tener un 43%. ¡Un pañuelo!
Y no vaya a ser que digan que no les avisamos. Las excusas oficiales solían sonar más bien a justificaciones improvisadas. Inicialmente, echaron la culpa al caso Cochinilla, aquel escándalo que sacudió al país en 2021 e involucró al otrora Ministro H. Solís. Pero, vamos, que parece que eso fue solo la punta del iceberg. La verdad es que la falta de planificación y la gestión deficiente jugaron un papel fundamental en este fiasco.
Lo realmente preocupante fue cuando el Consorcio Ruta 1, integrado por las empresas H Solís y Estrella, decidió tirar la toalla a finales de 2022, pidiendo la finalización del contrato. ¡Se apagó la luz! En ese momento, apenas se había avanzado un 18% en la obra. Parecía que el proyecto se iba al traste. Intentaron buscar nuevos salvadores, cediendo el contrato a otra empresa, pero ahí empezaron las cosas a complicarse aún más.
Resulta que el Presidente Chaves, con toda la intención de reactivar el proyecto, presionó para que se le adjudicara a la constructora mexicana Tradeco. ¡Pero espere! Aquí viene la vaina más salada: Según declaraciones del exministro del MOPT, Luis Amador, el Presidente amenazó con sacar a Costa Rica del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el financista del proyecto, si no se hacía la adjudicación a Tradeco. Además, la DIS (Dirección de Inteligencia y Seguridad) aparentemente alertó sobre posibles negocios ilícitos relacionados con uno de los socios de Tradeco. ¡Ay, qué mamila!
Y como si fuera poco, las empresas H Solís y Estrella no se quedaron quietas. Reclamaron una indemnización millonaria, cercana a los $23 millones, por diversas tareas realizadas durante la ejecución del proyecto, incluyendo la devolución de retenciones, costos de ingeniería, limpieza y desmonte, optimización de diseños y sobrecostos por personal clave. Después de mucho papeleo y controversia, el MOPT reconoció más de $13.3 millones y finalmente pagó casi $14.2 millones tras llegar a un acuerdo con la Comisión de Resolución de Controversias. ¡Menuda vara!
Ahora, aparece una nueva esperanza. Se realizó un nuevo concurso de licitación, en el que participaron tres empresas: Meco, Consorcio Ruta Uno (Ingeniería Estrella y Bel Ingeniería) y CHEC. Para evitar futuros problemas, el proyecto se dividió en dos tramos: Barranca a San Gerardo y San Gerardo a Limonal. El Consorcio Ruta Uno ganó el primer tramo, mientras que Meco se quedó con el segundo. Curiosamente, la empresa Estrella, que antes exigía una compensación considerable, vuelve a participar en el proyecto. Esto sí que es un chunche… o quizás, simplemente, la desesperación de recuperar lo perdido.
Con los contratos ahora en manos de la Contraloría General de la República, esperando el tan ansiado refrendo, la promesa es que las obras se retomen de inmediato, aprovechando los diseños existentes. Pero, díganme sinceramente, ¿creen que esta vez sí podremos ver Barranca-Limonal terminado, o estamos destinados a vivir eternamente con un proyecto inconcluso y una historia llena de despiches y promesas incumplidas? ¿Cuál debería ser la estrategia más efectiva para garantizar que proyectos de infraestructura en Costa Rica se completen a tiempo y dentro del presupuesto?
