¡Ay, Dios mío! Qué historia más peluda, fíjate. Una señora de 101 años todavía buscando a su hija, Edilma, desaparecida desde el año 2001. Me da escalofríos pensar en la angustia que debe sentir después de tanto tiempo. Esto pasa allá en Becerril, César, Colombia, y la verdad, te pone la piel de gallina.
La señora Emérita García Mojica, ya con casi un siglo de vida encima, lleva 24 años sin saber qué pasó con Edilma, quien tenía apenas 20 años cuando fue raptada junto con otro compañero mientras laboraban en una finca. Según cuentan los familiares, unos veinte hombres encapuchados irrumpieron en el lugar y se los llevaron sin mediar palabra. Desde entonces, silencio… un silencio ensordecedor que ha atormentado a toda la familia.
Edith María, otra de las hijas de Emérita, ha tomado las riendas de la búsqueda, convirtiéndose en la voz y el motor de esta causa. Imagínate el brete que es esto para ella, además de cuidar de su madre, también tiene que lidiar con la incertidumbre de no saber si su hermana está viva o qué le pudo haber pasado. Es que, ¡qué carga! cargar con esa espina clavada por tantos años.
Hubo una oportunidad, hace algunos años, cuando recibieron una llamada anónima. Un muchacho les dijo que Edilma ya no estaba con nosotros, pero nunca revelaron su identidad ni dieron más detalles. Eso dejó una herida profunda en la familia, alimentando aún más la desesperación. Fue un golpe bajo, fíjate.
Y ahora, con la ayuda de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD), existe una pequeña chispa de esperanza. La ruta buscadora, esa iniciativa que lleva la asistencia del Estado directamente a las comunidades más alejadas, permitió que Emérita y Edith dieran muestras de ADN esperando que sirvan para identificar algún indicio, alguna pista que pueda llevarlos a la verdad. ¡Qué tuanis que estén haciendo esto!
La UBPD ha registrado cerca de 4,000 personas desaparecidas en el departamento de Bolívar, y Santa Cruz de Mompox tiene una cifra alarmante de 261. ¡Imagínate la magnitud de la tragedia! Pero para Edith, las estadísticas son irrelevantes. Lo que realmente importa es encontrar a su hermana, darle paz a su madre y cerrar este capítulo oscuro de su vida familiar. Por cierto, dicen que Edilma siempre decía que los hijos de Edith eran como propios, ¡qué corazón más grande!
La señora Emérita, a pesar de su avanzada edad, se aferra a la fe y al recuerdo de su hija. Edith intenta consolarla recordándole que quizás, con estas nuevas pruebas de ADN, puedan finalmente descubrir qué sucedió. Pero la incertidumbre persiste, y la angustia no disminuye. Quiere, por lo menos, tener sus restos, saber que está ahí, saber que la búsqueda finalizó... aunque fuera con una despedida digna. Es que, ¡qué sal! vivir con esta interrogante constante.
Después de tanta espera, tanta frustración y tantas lágrimas, ¿creen ustedes que la familia de Edilma finalmente obtendrá respuestas? ¿Es justo que alguien tenga que soportar semejante carga emocional durante tanto tiempo?
La señora Emérita García Mojica, ya con casi un siglo de vida encima, lleva 24 años sin saber qué pasó con Edilma, quien tenía apenas 20 años cuando fue raptada junto con otro compañero mientras laboraban en una finca. Según cuentan los familiares, unos veinte hombres encapuchados irrumpieron en el lugar y se los llevaron sin mediar palabra. Desde entonces, silencio… un silencio ensordecedor que ha atormentado a toda la familia.
Edith María, otra de las hijas de Emérita, ha tomado las riendas de la búsqueda, convirtiéndose en la voz y el motor de esta causa. Imagínate el brete que es esto para ella, además de cuidar de su madre, también tiene que lidiar con la incertidumbre de no saber si su hermana está viva o qué le pudo haber pasado. Es que, ¡qué carga! cargar con esa espina clavada por tantos años.
Hubo una oportunidad, hace algunos años, cuando recibieron una llamada anónima. Un muchacho les dijo que Edilma ya no estaba con nosotros, pero nunca revelaron su identidad ni dieron más detalles. Eso dejó una herida profunda en la familia, alimentando aún más la desesperación. Fue un golpe bajo, fíjate.
Y ahora, con la ayuda de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD), existe una pequeña chispa de esperanza. La ruta buscadora, esa iniciativa que lleva la asistencia del Estado directamente a las comunidades más alejadas, permitió que Emérita y Edith dieran muestras de ADN esperando que sirvan para identificar algún indicio, alguna pista que pueda llevarlos a la verdad. ¡Qué tuanis que estén haciendo esto!
La UBPD ha registrado cerca de 4,000 personas desaparecidas en el departamento de Bolívar, y Santa Cruz de Mompox tiene una cifra alarmante de 261. ¡Imagínate la magnitud de la tragedia! Pero para Edith, las estadísticas son irrelevantes. Lo que realmente importa es encontrar a su hermana, darle paz a su madre y cerrar este capítulo oscuro de su vida familiar. Por cierto, dicen que Edilma siempre decía que los hijos de Edith eran como propios, ¡qué corazón más grande!
La señora Emérita, a pesar de su avanzada edad, se aferra a la fe y al recuerdo de su hija. Edith intenta consolarla recordándole que quizás, con estas nuevas pruebas de ADN, puedan finalmente descubrir qué sucedió. Pero la incertidumbre persiste, y la angustia no disminuye. Quiere, por lo menos, tener sus restos, saber que está ahí, saber que la búsqueda finalizó... aunque fuera con una despedida digna. Es que, ¡qué sal! vivir con esta interrogante constante.
Después de tanta espera, tanta frustración y tantas lágrimas, ¿creen ustedes que la familia de Edilma finalmente obtendrá respuestas? ¿Es justo que alguien tenga que soportar semejante carga emocional durante tanto tiempo?