¡Ay, Dios mío! Este caso de Rándall Gamboa me tiene a todos sacudidos aquí en el Foro de Costa Rica. Un mae que se fue buscando un brete en Estados Unidos, echándole ganas como todo tico trabajador, y regresa así... ¡Qué torta! Le piden cuentas al canciller Tinoco por esta situación que parece sacada de una novela.
Todo empezó cuando Rándall, oriundo de Pérez Zeledón – tierra de gente esforzada, diay– salió del país con la ilusión de mejorar su calidad de vida. Pero el destino quiso que las cosas se pusieran feas. Según cuenta su hermana, lo agarró un cortejo con el ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE. UU.) y ahí empezaron los problemas. Desde junio, la familia perdió toda comunicación con él, lo cual ya era preocupante de por sí.
Y aquí viene lo más duro: cuando finalmente lograron ubicarlo gracias a una abogada de inmigración, las condiciones en las que se encontraba eran alarmantes. Imagínate, presente con encefalopatía – un daño cerebral serio, chunches– y rabdomiólisis, una afección muscular gravísima. ¡No dan ganas de llorar la pena!
Para que tengan una idea de la magnitud del asunto, tuvieron que mandarlo de vuelta en un vuelo ambulancia, pa’ que recibiera la atención médica necesaria aquí en casa. Y eso, precisamente, indignó a varios diputados, entre ellos Jonathan Acuña del Frente Amplio y Carlos Felipe García del PUSC, quienes le exigieron al canciller que se ponga las pilas y aclare qué demonios pasó realmente.
Acuña, con toda la razón del mundo, expresó su preocupación: “Es un compatriota que lo incomunicaron durante un tiempo larguísimo, y como país que defendemos a nuestros ciudadanos, no podemos dejar esto pasar”. Y agregó, con justa indignación: “Se fue de acá caminando, buscando un futuro, y regresó en estado vegetativo.” ¡Me duelen las guatas con esta historia!
Pero no fue solo Acuña quien alzó la voz. Carlos Felipe García, quien además es amigo personal de Gamboa – ambos son de Pérez Zeledón, imagínate– describió la situación como “un acto diabólico, maquiavélico”. Remarcó que Gamboa renunció a su trabajo por buscar mejores oportunidades y que el Consulado de Costa Rica necesita dar explicaciones claras sobre su actuación y, sobre todo, sobre el uso de medicamentos que aparentemente agravaron su condición.
Y ahora, el Canciller Andre Tinoco dice que está poniendo manos a la obra, comunicándose con el Departamento de Estado y revisando el expediente del consulado. Dice que le preocupa el caso y que está haciendo todo lo posible para esclarecer los hechos. ¡Esperemos que no sea solo bla, bla, bla y que realmente se pongan las botas!
En fin, este caso de Rándall Gamboa nos deja varias preguntas dando vueltas en la cabeza. ¿Cómo pudo ocurrir esto? ¿Realmente se investigará a fondo la acción consular? ¿Recibirá Gamboa la atención médica adecuada para su pronta recuperación? Y la pregunta del millón, compañeros: ¿debería el Gobierno costarricense exigir mayores garantías y protección a sus ciudadanos que buscan nuevas oportunidades en el extranjero?
Todo empezó cuando Rándall, oriundo de Pérez Zeledón – tierra de gente esforzada, diay– salió del país con la ilusión de mejorar su calidad de vida. Pero el destino quiso que las cosas se pusieran feas. Según cuenta su hermana, lo agarró un cortejo con el ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE. UU.) y ahí empezaron los problemas. Desde junio, la familia perdió toda comunicación con él, lo cual ya era preocupante de por sí.
Y aquí viene lo más duro: cuando finalmente lograron ubicarlo gracias a una abogada de inmigración, las condiciones en las que se encontraba eran alarmantes. Imagínate, presente con encefalopatía – un daño cerebral serio, chunches– y rabdomiólisis, una afección muscular gravísima. ¡No dan ganas de llorar la pena!
Para que tengan una idea de la magnitud del asunto, tuvieron que mandarlo de vuelta en un vuelo ambulancia, pa’ que recibiera la atención médica necesaria aquí en casa. Y eso, precisamente, indignó a varios diputados, entre ellos Jonathan Acuña del Frente Amplio y Carlos Felipe García del PUSC, quienes le exigieron al canciller que se ponga las pilas y aclare qué demonios pasó realmente.
Acuña, con toda la razón del mundo, expresó su preocupación: “Es un compatriota que lo incomunicaron durante un tiempo larguísimo, y como país que defendemos a nuestros ciudadanos, no podemos dejar esto pasar”. Y agregó, con justa indignación: “Se fue de acá caminando, buscando un futuro, y regresó en estado vegetativo.” ¡Me duelen las guatas con esta historia!
Pero no fue solo Acuña quien alzó la voz. Carlos Felipe García, quien además es amigo personal de Gamboa – ambos son de Pérez Zeledón, imagínate– describió la situación como “un acto diabólico, maquiavélico”. Remarcó que Gamboa renunció a su trabajo por buscar mejores oportunidades y que el Consulado de Costa Rica necesita dar explicaciones claras sobre su actuación y, sobre todo, sobre el uso de medicamentos que aparentemente agravaron su condición.
Y ahora, el Canciller Andre Tinoco dice que está poniendo manos a la obra, comunicándose con el Departamento de Estado y revisando el expediente del consulado. Dice que le preocupa el caso y que está haciendo todo lo posible para esclarecer los hechos. ¡Esperemos que no sea solo bla, bla, bla y que realmente se pongan las botas!
En fin, este caso de Rándall Gamboa nos deja varias preguntas dando vueltas en la cabeza. ¿Cómo pudo ocurrir esto? ¿Realmente se investigará a fondo la acción consular? ¿Recibirá Gamboa la atención médica adecuada para su pronta recuperación? Y la pregunta del millón, compañeros: ¿debería el Gobierno costarricense exigir mayores garantías y protección a sus ciudadanos que buscan nuevas oportunidades en el extranjero?
