¡Ay, Dios mío! Esta vaineta centroamericana está más complicada que un brete de ñampés en temporada de lluvias. La nota de Silesky Jiménez, publicada hace unos días, te clava la realidad bien cerquita, y no precisamente bonita. Habla de miedos, de odios, de populismos... bueno, de todo aquello que nos complica la vida a los ticos y a todos nuestros hermanos de la región.
Verás, resulta que mientras algunos se aferran a ideas gastadas y promesas vacías – esos que te venden humo como si fuera pan fresco – otros, los más lúcidos, ven venir la tormenta. Y no me refiero a la literal, sino a la política, económica y social. Costa Rica no vive en una burbuja; somos parte de este complejo entramado regional, y lo que les pasa a nuestros vecinos, tarde o temprano, nos afecta. Es como decir, si Guatemala se cae, el río arrastra lodo hasta acá.
Lo que preocupa, y mucho, es la facilidad con la que la gente se deja llevar por el miedo. Miedo a lo desconocido, miedo a perder lo poco que tienen, miedo a que “el otro” – el guatemalteco, el salvadoreño, el nicaragüense – se lleve “nuestro” trabajo, “nuestra” seguridad, “nuestra” tranquilidad. ¡Pero qué tontería tan grande! Nos estamos equivocando de enemigo, mae. El verdadero problema no está en el vecino, sino en aquellos que se benefician sembrando discordia y división.
Y es ahí donde entra la reflexión sobre Mussolini y Chávez, como señala Jiménez. No se trata de comparar directamente, claro, pero sí de entender cómo el discurso polarizador, la manipulación emocional y la promesa de soluciones fáciles pueden llevar a situaciones peligrosas. ¿Quién no recuerda el embate contra la educación pública durante ciertos gobiernos? Era fácil culpar a los maestros, a los sindicatos, a cualquier excusa para justificar recortes y privatizaciones. ¡Un despiche!
Ahora, volviendo a casa, ¿qué onda con la Ruta Verde? ¡Otro cuento chino! Se supone que iba a conectar nuestras economías, impulsar el turismo sostenible y mejorar la calidad de vida de miles de personas. Pero la realidad pinta diferente. Proyectos paralizados, contratos turbios, obras inconclusas… ¡Una torta! Parece que algunos prefieren quedarse con sus comisiones a colaborar con el bienestar común.
En cuanto a Nueva York, bueno, ya sabemos la vaina. Rendición ante el socialismo… pues a ver cómo le hacen. Acá tenemos suficiente con resolver nuestros propios problemas, sin ir importando modelos extranjeros que, a menudo, terminan siendo más daño que beneficio. El modelo de libre mercado también ha tenido sus fisuras, claro, pero eso es otra vaina.
No quiero dejar de mencionar la importancia de la verdad. En tiempos de posverdad, fake news y desinformación masiva, encontrar fuentes confiables y contrastar información se convierte en una tarea titánica. Hay que estar ojo avizor, cuestionar todo, investigar por nuestra cuenta y no creernos todo lo que sale en redes sociales. ¡Qué sal nos puede caer si nos tragamos cualquier mentira!
Así que, compas, vamos a reflexionar juntos: ¿Hasta dónde estamos dispuestos a ceder ante el miedo y la ignorancia para permitir que intereses particulares sigan manipulando a Centroamérica y, por ende, a nuestro querido país?
Verás, resulta que mientras algunos se aferran a ideas gastadas y promesas vacías – esos que te venden humo como si fuera pan fresco – otros, los más lúcidos, ven venir la tormenta. Y no me refiero a la literal, sino a la política, económica y social. Costa Rica no vive en una burbuja; somos parte de este complejo entramado regional, y lo que les pasa a nuestros vecinos, tarde o temprano, nos afecta. Es como decir, si Guatemala se cae, el río arrastra lodo hasta acá.
Lo que preocupa, y mucho, es la facilidad con la que la gente se deja llevar por el miedo. Miedo a lo desconocido, miedo a perder lo poco que tienen, miedo a que “el otro” – el guatemalteco, el salvadoreño, el nicaragüense – se lleve “nuestro” trabajo, “nuestra” seguridad, “nuestra” tranquilidad. ¡Pero qué tontería tan grande! Nos estamos equivocando de enemigo, mae. El verdadero problema no está en el vecino, sino en aquellos que se benefician sembrando discordia y división.
Y es ahí donde entra la reflexión sobre Mussolini y Chávez, como señala Jiménez. No se trata de comparar directamente, claro, pero sí de entender cómo el discurso polarizador, la manipulación emocional y la promesa de soluciones fáciles pueden llevar a situaciones peligrosas. ¿Quién no recuerda el embate contra la educación pública durante ciertos gobiernos? Era fácil culpar a los maestros, a los sindicatos, a cualquier excusa para justificar recortes y privatizaciones. ¡Un despiche!
Ahora, volviendo a casa, ¿qué onda con la Ruta Verde? ¡Otro cuento chino! Se supone que iba a conectar nuestras economías, impulsar el turismo sostenible y mejorar la calidad de vida de miles de personas. Pero la realidad pinta diferente. Proyectos paralizados, contratos turbios, obras inconclusas… ¡Una torta! Parece que algunos prefieren quedarse con sus comisiones a colaborar con el bienestar común.
En cuanto a Nueva York, bueno, ya sabemos la vaina. Rendición ante el socialismo… pues a ver cómo le hacen. Acá tenemos suficiente con resolver nuestros propios problemas, sin ir importando modelos extranjeros que, a menudo, terminan siendo más daño que beneficio. El modelo de libre mercado también ha tenido sus fisuras, claro, pero eso es otra vaina.
No quiero dejar de mencionar la importancia de la verdad. En tiempos de posverdad, fake news y desinformación masiva, encontrar fuentes confiables y contrastar información se convierte en una tarea titánica. Hay que estar ojo avizor, cuestionar todo, investigar por nuestra cuenta y no creernos todo lo que sale en redes sociales. ¡Qué sal nos puede caer si nos tragamos cualquier mentira!
Así que, compas, vamos a reflexionar juntos: ¿Hasta dónde estamos dispuestos a ceder ante el miedo y la ignorancia para permitir que intereses particulares sigan manipulando a Centroamérica y, por ende, a nuestro querido país?