Mano a mano, la cosa está que arde. No solo porque el sol nos está pegando más que nunca, sino porque la forma en que hemos construido nuestras ciudades está contribuyendo a este problema global llamado cambio climático. Resulta que las casas, edificios, carreteras... todo eso que vemos a diario, emite una buena cantidad de gases que calientan el planeta. Y peor aún, parece que muchos ni nos damos cuenta.
Según estudios recientes, el sector de la construcción y el entorno construido son responsables de un tercio a la mitad de las emisiones de CO₂ a nivel mundial. Imagínate, ¡una torta enorme! Gran parte de esto viene del consumo de energía en los edificios: aires acondicionados funcionando a toda marcha, iluminación ineficiente, y diseños que no aprovechan el sol y el viento como deberían. Si no hacemos algo al respecto, vamos a seguir empeorando la situación, y eso nos afecta a todos.
Y no es cuento, la cosa ya se siente acá en Costa Rica. Ya no tenemos veranos cortos y tranquilos como antes, sino olas de calor que duran semanas. Las lluvias, cuando llegan, no avisan y causan inundaciones que dejan familias enteras varadas y propiedades dañadas. Nuestras construcciones, heredadas de décadas atrás, simplemente no están preparadas para este nuevo clima. Es un cambio de reglas, y nosotros estamos jugando con desventaja, especialmente considerando que la urbanización sigue creciendo a paso firme y los recursos son limitados.
Pero no todo está perdido, chunches. La clave está en cambiar nuestra forma de pensar y comunicar. De nada sirve tener un edificio súper eficiente si ese modelo no se puede replicar, financiar o mantener aquí en Costa Rica. Necesitamos conectar el conocimiento técnico con la realidad local. Es decir, diseñar pensando en nuestro clima, nuestros materiales y nuestra economía. La comunicación es fundamental para traducir esas soluciones y hacerlas accesibles a todos.
Según estudios recientes, el sector de la construcción y el entorno construido son responsables de un tercio a la mitad de las emisiones de CO₂ a nivel mundial. Imagínate, ¡una torta enorme! Gran parte de esto viene del consumo de energía en los edificios: aires acondicionados funcionando a toda marcha, iluminación ineficiente, y diseños que no aprovechan el sol y el viento como deberían. Si no hacemos algo al respecto, vamos a seguir empeorando la situación, y eso nos afecta a todos.
Y no es cuento, la cosa ya se siente acá en Costa Rica. Ya no tenemos veranos cortos y tranquilos como antes, sino olas de calor que duran semanas. Las lluvias, cuando llegan, no avisan y causan inundaciones que dejan familias enteras varadas y propiedades dañadas. Nuestras construcciones, heredadas de décadas atrás, simplemente no están preparadas para este nuevo clima. Es un cambio de reglas, y nosotros estamos jugando con desventaja, especialmente considerando que la urbanización sigue creciendo a paso firme y los recursos son limitados.
Pero no todo está perdido, chunches. La clave está en cambiar nuestra forma de pensar y comunicar. De nada sirve tener un edificio súper eficiente si ese modelo no se puede replicar, financiar o mantener aquí en Costa Rica. Necesitamos conectar el conocimiento técnico con la realidad local. Es decir, diseñar pensando en nuestro clima, nuestros materiales y nuestra economía. La comunicación es fundamental para traducir esas soluciones y hacerlas accesibles a todos.