¡Ay, Dios mío! Parece que nos vamos tragando bronca, filete. El cierre de año se acerca y la cifra de homicidios en Costa Rica me tiene a mí, y seguramente a ti, con el corazón en la boca. Según el OIJ, llegamos a unos espeluznantes 762 asesinatos en estos casi nueve meses. Tres menos que el año pasado, dicen… Pero, ¿eso realmente nos tranquiliza?
Lo que más da qué pensar es la cantidad de inocentitos que se vieron envueltos en esta tragedia. Sesenta y cuatro personas, pura gente que estaba equivocadamente en el lugar y momento incorrecto, terminaron pagando el precio de la violencia ajena. ¡Qué torta! Más de trece vidas truncadas, mándale hormigas. Imagínate perder a un familiar o amigo así, sin razón aparente.
Y ni hablar de la diferencia con el año anterior. En 2024, eran solo cuarenta y tantos los civiles atrapados en fuego cruzado. Ahora hablamos de sesenta y cuatro. Esto demuestra que la inseguridad no solo no ha disminuido, sino que se ha intensificado, complicando la vida de todos nosotros. Estamos hablando de cincuenta hombres y catorce mujeres, chicos y chicas que simplemente vivían sus vidas normal.
El brete es que la mayoría, oigan, la gran mayoria de estos crímenes, alrededor del 65%, tienen que ver con esos “ajustes de cuentas” que tanto nos atormentan. Son peleas de bandas, territorio, drogas… Ese tipo de cosas que te dejan sin aliento y te hacen cuestionarte si esto es un país civilizado. Oigan, ¿dónde quedó el respeto por la vida?
San José, nuestra querida capital, encabeza la lista negra con 260 homicidios hasta ahora. ¡Un aumento brutalito! Superando ampliamente lo que vimos el año pasado. Juntos con Guanacaste, son las únicas provincias que no lograron bajar las cifras de violencia, y eso da mucho que reflexionar. Guanacaste, con un homicidio más, tampoco pinta lindo, diay.
Pero ojo, no todo es bronca. Algunas provincias, como Limón, que tradicionalmente ha sido un foco rojo, sorprendentemente muestran una ligera disminución en los homicidios, registrando tres menos que el año anterior. Aunque claro, ciento cincuenta y cinco asesinatos todavía es muchísimo, ¿eh? Tampoco podemos echarle flores, faltan muchísimos trabajos por hacer ahí.
Si seguimos con este ritmo demencial, y tomando en cuenta las predicciones del exdirector del OIJ, Rándall Zúñiga (ahora suspendido, recordémoslo), podríamos estar cerrando el año rondando las 880 o incluso las 900 muertes violentas. ¡Qué carga! Esa cifra superaría cualquier expectativa negativa que pudiéramos tener. Y el mae Zúñiga tenía razón, advirtió que con acercándose el fin de año, la cosa empeoraría, y vaya que lo hizo.
Ahora bien, vamos a llegar al punto crucial: ¿qué hacemos, compas? ¿Cómo logramos frenar esta ola de violencia que amenaza con dejarnos destruidos? ¿Es suficiente lo que está haciendo el gobierno? ¿Necesitamos medidas más drásticas, como aumentar la presencia policial en las calles, endurecer las penas para los delincuentes o invertir más en programas sociales para alejar a los jóvenes de la calle? Dime tú, ¿cuál crees que sería la solución más efectiva para recuperar la tranquilidad en nuestras comunidades?
Lo que más da qué pensar es la cantidad de inocentitos que se vieron envueltos en esta tragedia. Sesenta y cuatro personas, pura gente que estaba equivocadamente en el lugar y momento incorrecto, terminaron pagando el precio de la violencia ajena. ¡Qué torta! Más de trece vidas truncadas, mándale hormigas. Imagínate perder a un familiar o amigo así, sin razón aparente.
Y ni hablar de la diferencia con el año anterior. En 2024, eran solo cuarenta y tantos los civiles atrapados en fuego cruzado. Ahora hablamos de sesenta y cuatro. Esto demuestra que la inseguridad no solo no ha disminuido, sino que se ha intensificado, complicando la vida de todos nosotros. Estamos hablando de cincuenta hombres y catorce mujeres, chicos y chicas que simplemente vivían sus vidas normal.
El brete es que la mayoría, oigan, la gran mayoria de estos crímenes, alrededor del 65%, tienen que ver con esos “ajustes de cuentas” que tanto nos atormentan. Son peleas de bandas, territorio, drogas… Ese tipo de cosas que te dejan sin aliento y te hacen cuestionarte si esto es un país civilizado. Oigan, ¿dónde quedó el respeto por la vida?
San José, nuestra querida capital, encabeza la lista negra con 260 homicidios hasta ahora. ¡Un aumento brutalito! Superando ampliamente lo que vimos el año pasado. Juntos con Guanacaste, son las únicas provincias que no lograron bajar las cifras de violencia, y eso da mucho que reflexionar. Guanacaste, con un homicidio más, tampoco pinta lindo, diay.
Pero ojo, no todo es bronca. Algunas provincias, como Limón, que tradicionalmente ha sido un foco rojo, sorprendentemente muestran una ligera disminución en los homicidios, registrando tres menos que el año anterior. Aunque claro, ciento cincuenta y cinco asesinatos todavía es muchísimo, ¿eh? Tampoco podemos echarle flores, faltan muchísimos trabajos por hacer ahí.
Si seguimos con este ritmo demencial, y tomando en cuenta las predicciones del exdirector del OIJ, Rándall Zúñiga (ahora suspendido, recordémoslo), podríamos estar cerrando el año rondando las 880 o incluso las 900 muertes violentas. ¡Qué carga! Esa cifra superaría cualquier expectativa negativa que pudiéramos tener. Y el mae Zúñiga tenía razón, advirtió que con acercándose el fin de año, la cosa empeoraría, y vaya que lo hizo.
Ahora bien, vamos a llegar al punto crucial: ¿qué hacemos, compas? ¿Cómo logramos frenar esta ola de violencia que amenaza con dejarnos destruidos? ¿Es suficiente lo que está haciendo el gobierno? ¿Necesitamos medidas más drásticas, como aumentar la presencia policial en las calles, endurecer las penas para los delincuentes o invertir más en programas sociales para alejar a los jóvenes de la calle? Dime tú, ¿cuál crees que sería la solución más efectiva para recuperar la tranquilidad en nuestras comunidades?