¡Ay, mae! Parece que últimamente la cosa está dura en los hogares ticos. Las noticias de rupturas matrimoniales cada vez son más frecuentes, y no hablamos solo de las famosas; hasta el vecino que siempre andaba regañandole a sus hijos parece tener problemas en casa. La Dra. Ana Yendry Morales, psicóloga clínica reconocida aquí en Costa Rica, nos explica qué pasa realmente detrás de estas situaciones y cómo podemos sacarle provecho, sí, ¡provecho!, incluso a este escenario.
Según la doctora Morales, las crisis en el matrimonio no son necesariamente la señal de que el amor se acabó, sino más bien una indicación de que la manera en que ambos miembros de la pareja han estado amando necesita un ajuste profundo. “A veces, seguimos aferrados a patrones aprendidos en nuestra infancia, y esos patrones ya no funcionan en la vida adulta ni en una relación de pareja”, nos comenta. Es decir, todos arrastramos nuestras cargas emocionales y esas, sin querer, terminan afectando la dinámica familiar.
La psicología moderna nos enseña que estas crisis pueden desencadenar todo tipo de emociones fuertes: tristeza profunda, rabia contenida, culpa punzante y hasta un miedo paralizante al abandono. Para muchos, la estabilidad y la identidad se ven amenazadas cuando el matrimonio entra en crisis. Esta sensación de inestabilidad puede manifestarse incluso en síntomas físicos como insomnio, dolores de cabeza constantes o pérdida del apetito. ¡Un brete, vamos!
Pero no todo está perdido, diay. La doctora Morales enfatiza que la crisis también puede ser vista como una oportunidad invaluable para el crecimiento personal y de pareja. “En terapia, trabajamos con la pareja para que pueda identificar sus heridas emocionales, mejorar su comunicación y asumir la responsabilidad de sus acciones”. Un enfoque clave es aprender a expresar las necesidades y sentimientos de manera asertiva, evitando culpas y reproches que solo escalan el conflicto.
Uno de los puntos cruciales que resalta la especialista es la importancia de reconstruir la confianza. Cuando hay infidelidad o mentiras, restablecer la fe mutua se convierte en un desafío mayúsculo. Pero no imposible. Requiere honestidad brutal, compromiso genuino y mucha paciencia, tanto por parte de quien causó el daño como de quien lo recibió. ¡Una vara difícil, eh!
Ahora, llegamos al meollo del asunto: ¿qué pasa si, a pesar de todos los esfuerzos, la relación simplemente no funciona? Aquí es donde entra en juego la madurez emocional. La doctora Morales sostiene que tomar la decisión de separarse, si ambas partes llegan a esa conclusión después de haber intentado todo lo posible, también es una forma válida de amor. “No todas las relaciones están destinadas a durar para siempre. Lo importante es hacerlo con respeto, dignidad y pensando en el bienestar de todos los involucrados, especialmente si hay hijos”.
Al final, las crisis matrimoniales son una realidad inevitable en la vida humana. Son una prueba de fuego que pone a prueba nuestros límites, fortalezas y capacidad de adaptación. Como dice el refrán, “después de la tormenta sale el sol”, y aunque el camino pueda ser complicado y lleno de obstáculos, puede llevarnos a descubrirnos a nosotros mismos y a encontrar formas más auténticas y satisfactorias de amar y relacionarnos. Así que no se desanimen, maes. Hay esperanza, siempre hay esperanza, incluso en medio del ¡despiche!
Y ahora les pregunto, queridos lectores del Foro: ¿Ustedes creen que la sociedad costarricense está preparada para hablar abiertamente sobre las crisis matrimoniales y ofrecer apoyo efectivo a quienes las están atravesando, o aún existe un estigma que dificulta buscar ayuda? Dejen sus opiniones en la sección de comentarios, quiero saber qué piensan ustedes. ¡Vamos a ponerle conversación a esto!
Según la doctora Morales, las crisis en el matrimonio no son necesariamente la señal de que el amor se acabó, sino más bien una indicación de que la manera en que ambos miembros de la pareja han estado amando necesita un ajuste profundo. “A veces, seguimos aferrados a patrones aprendidos en nuestra infancia, y esos patrones ya no funcionan en la vida adulta ni en una relación de pareja”, nos comenta. Es decir, todos arrastramos nuestras cargas emocionales y esas, sin querer, terminan afectando la dinámica familiar.
La psicología moderna nos enseña que estas crisis pueden desencadenar todo tipo de emociones fuertes: tristeza profunda, rabia contenida, culpa punzante y hasta un miedo paralizante al abandono. Para muchos, la estabilidad y la identidad se ven amenazadas cuando el matrimonio entra en crisis. Esta sensación de inestabilidad puede manifestarse incluso en síntomas físicos como insomnio, dolores de cabeza constantes o pérdida del apetito. ¡Un brete, vamos!
Pero no todo está perdido, diay. La doctora Morales enfatiza que la crisis también puede ser vista como una oportunidad invaluable para el crecimiento personal y de pareja. “En terapia, trabajamos con la pareja para que pueda identificar sus heridas emocionales, mejorar su comunicación y asumir la responsabilidad de sus acciones”. Un enfoque clave es aprender a expresar las necesidades y sentimientos de manera asertiva, evitando culpas y reproches que solo escalan el conflicto.
Uno de los puntos cruciales que resalta la especialista es la importancia de reconstruir la confianza. Cuando hay infidelidad o mentiras, restablecer la fe mutua se convierte en un desafío mayúsculo. Pero no imposible. Requiere honestidad brutal, compromiso genuino y mucha paciencia, tanto por parte de quien causó el daño como de quien lo recibió. ¡Una vara difícil, eh!
Ahora, llegamos al meollo del asunto: ¿qué pasa si, a pesar de todos los esfuerzos, la relación simplemente no funciona? Aquí es donde entra en juego la madurez emocional. La doctora Morales sostiene que tomar la decisión de separarse, si ambas partes llegan a esa conclusión después de haber intentado todo lo posible, también es una forma válida de amor. “No todas las relaciones están destinadas a durar para siempre. Lo importante es hacerlo con respeto, dignidad y pensando en el bienestar de todos los involucrados, especialmente si hay hijos”.
Al final, las crisis matrimoniales son una realidad inevitable en la vida humana. Son una prueba de fuego que pone a prueba nuestros límites, fortalezas y capacidad de adaptación. Como dice el refrán, “después de la tormenta sale el sol”, y aunque el camino pueda ser complicado y lleno de obstáculos, puede llevarnos a descubrirnos a nosotros mismos y a encontrar formas más auténticas y satisfactorias de amar y relacionarnos. Así que no se desanimen, maes. Hay esperanza, siempre hay esperanza, incluso en medio del ¡despiche!
Y ahora les pregunto, queridos lectores del Foro: ¿Ustedes creen que la sociedad costarricense está preparada para hablar abiertamente sobre las crisis matrimoniales y ofrecer apoyo efectivo a quienes las están atravesando, o aún existe un estigma que dificulta buscar ayuda? Dejen sus opiniones en la sección de comentarios, quiero saber qué piensan ustedes. ¡Vamos a ponerle conversación a esto!