¡Ay, Dios mío! La Cruz Roja, nuestra salvación en medio del pandemonio, anda hasta las cejas, y todo por culpa de los accidentados. Parece mentira, pero más de siete mil ochocientos millones de colones se les fueron volando este año atendiendo choques, caídas y demás percances en carretera. ¡Una torta monumental!
Según datos oficiales, un incidente ocurre cada ocho minutitos. Eso quiere decir que mientras estás leyendo esto, seguramente alguien ya necesita ayuda. Imagínate el brete que tienen los muchachos de rojo, corriendo de un lado a otro, tratando de ponerle parche a todos los que se salen del camino. Y ni hablar del estrés... seguro andan más quemados que carbón.
Lo peor de todo es que la mayoría de los afectados – casi el 71%, ¡por favor! – son motociclistas. Ahí tenemos que ponernos las pilas, porque parece que algunos creen que el casco es opcional y la velocidad máxima una mera sugerencia. ¡Parece que no aprendemos nunca! Con tanto 'picapí' en la carretera, estamos poniendo en peligro nuestras vidas y agotando los recursos de una institución que nos da la mano cuando más la necesitamos.
José Gerardo Barahona, el Subgerente Administrativo, lo dijo claro: “Detrás de cada accidente hay un drama humano, pero también un costo operativo enorme”. Y vaya que sí es cierto. Movilizar unidades, pagarle al personal, comprar medicinas, mantener los carros… ¡todo cuesta un dineral! Esto afecta directamente su capacidad de respuesta ante otras emergencias, como incendios, deslizamientos o cualquier otra calamidad que nos pueda tocar vivir.
No es que la Cruz Roja esté pidiendo limosna, pero sí nos están haciendo un llamado a la conciencia. Nos dicen que conduzcamos con responsabilidad, que respetemos las señales de tráfico y que pensemos en los demás. Pero bueno, ¿qué importa? Muchos prefieren ir a toda velocidad, esquivando autos y semáforos, pensando que son pilotos de Fórmula Uno. ¡Qué nivel de irresponsabilidad!
Y hablando de niveles, ¿ustedes qué opinan? No es para menos. Siete mil ochocientos millones de colones son suficientes pa’ construir varias escuelas o equipar hospitales. En lugar de eso, se los estamos gastando en tratar las consecuencias de nuestra imprudencia. ¡Qué sal! Un verdadero robo a mano armada contra el bolsillo del contribuyente, diría mi abuela.
Pero no todo está perdido. Todavía podemos cambiar el rumbo de la cosa. Podemos empezar por educar a nuestros hijos sobre la importancia de la seguridad vial, exigir mayor control por parte de las autoridades y, sobre todo, asumir la responsabilidad de nuestros actos. Porque al final del día, somos nosotros quienes estamos detrás del volante y somos nosotros quienes debemos cuidar nuestras vidas y las de los demás. Recordemos que una vida vale más que cualquier carro o moto.
Ahora dime, ¿crees que realmente valoramos el esfuerzo incansable de la Cruz Roja y entendemos la magnitud del impacto financiero que generan nuestros accidentes de tránsito? ¿Podemos lograr un cambio cultural en la conducción y priorizar la seguridad por encima de la velocidad o la comodidad? ¡Compárteme tu opinión, necesito saber si aún queda esperanza!
Según datos oficiales, un incidente ocurre cada ocho minutitos. Eso quiere decir que mientras estás leyendo esto, seguramente alguien ya necesita ayuda. Imagínate el brete que tienen los muchachos de rojo, corriendo de un lado a otro, tratando de ponerle parche a todos los que se salen del camino. Y ni hablar del estrés... seguro andan más quemados que carbón.
Lo peor de todo es que la mayoría de los afectados – casi el 71%, ¡por favor! – son motociclistas. Ahí tenemos que ponernos las pilas, porque parece que algunos creen que el casco es opcional y la velocidad máxima una mera sugerencia. ¡Parece que no aprendemos nunca! Con tanto 'picapí' en la carretera, estamos poniendo en peligro nuestras vidas y agotando los recursos de una institución que nos da la mano cuando más la necesitamos.
José Gerardo Barahona, el Subgerente Administrativo, lo dijo claro: “Detrás de cada accidente hay un drama humano, pero también un costo operativo enorme”. Y vaya que sí es cierto. Movilizar unidades, pagarle al personal, comprar medicinas, mantener los carros… ¡todo cuesta un dineral! Esto afecta directamente su capacidad de respuesta ante otras emergencias, como incendios, deslizamientos o cualquier otra calamidad que nos pueda tocar vivir.
No es que la Cruz Roja esté pidiendo limosna, pero sí nos están haciendo un llamado a la conciencia. Nos dicen que conduzcamos con responsabilidad, que respetemos las señales de tráfico y que pensemos en los demás. Pero bueno, ¿qué importa? Muchos prefieren ir a toda velocidad, esquivando autos y semáforos, pensando que son pilotos de Fórmula Uno. ¡Qué nivel de irresponsabilidad!
Y hablando de niveles, ¿ustedes qué opinan? No es para menos. Siete mil ochocientos millones de colones son suficientes pa’ construir varias escuelas o equipar hospitales. En lugar de eso, se los estamos gastando en tratar las consecuencias de nuestra imprudencia. ¡Qué sal! Un verdadero robo a mano armada contra el bolsillo del contribuyente, diría mi abuela.
Pero no todo está perdido. Todavía podemos cambiar el rumbo de la cosa. Podemos empezar por educar a nuestros hijos sobre la importancia de la seguridad vial, exigir mayor control por parte de las autoridades y, sobre todo, asumir la responsabilidad de nuestros actos. Porque al final del día, somos nosotros quienes estamos detrás del volante y somos nosotros quienes debemos cuidar nuestras vidas y las de los demás. Recordemos que una vida vale más que cualquier carro o moto.
Ahora dime, ¿crees que realmente valoramos el esfuerzo incansable de la Cruz Roja y entendemos la magnitud del impacto financiero que generan nuestros accidentes de tránsito? ¿Podemos lograr un cambio cultural en la conducción y priorizar la seguridad por encima de la velocidad o la comodidad? ¡Compárteme tu opinión, necesito saber si aún queda esperanza!