¿Se acuerdan cuando los vecinos de Filadelfia corrían como locos al pueblo del mar cada verano, con las mismas maletas, a la misma casa de alquiler, haciendo exactamente lo mismo año tras año? Me parecía una tontería, un verdadero despiche. Pues parece que andaba equivocada, porque resulta que cada vez más gente, allá afuera, está encontrando paz y felicidad en volver al mismo lugar, al mismo brete, una y otra vez. Y no precisamente porque no tengan dinero para irse a otro lado, ¡chuuu!
La idea de “descubrir” nuevos rincones del planeta, de tachar destinos de la lista, ha sido el mantra de muchos viajeros durante décadas. Buscar la emoción constante, la experiencia única... ¡Qué carga! Ahora, se nota un giro interesante en la onda. Gente como Jason Greene, un fotógrafo de Nueva York, prefiere regresar a Mont Tremblant, Canadá, cada invierno para disfrutar de la misma rutina familiar: paletas de jarabe de arce, patinar sobre hielo y chapuzón en la tienda de dulces. Es como si el consuelo estuviera en lo conocido, en saber qué esperar.
Charlotte Russell, psicóloga clínica y fundadora de The Travel Psychologist, explica que este fenómeno responde a una necesidad básica de seguridad. “Para muchas personas, hay una sensación de calma al volver a lo conocido,” dice. Después de lidiar con el estrés de la vida diaria, la idea de no tener que preocuparse por imprevistos, de saber exactamente qué les espera, suena a música celestial. Imaginen llegar de vacaciones y ya saber dónde está el baño, dónde comprar el pan fresco y cómo funciona el Wi-Fi. ¡Eso sí que es vivir!”
Pero no es solo cuestión de evitar sorpresas desagradables. También hay un componente nostálgico muy fuerte en juego. Recordar momentos felices vividos en un lugar específico puede evocar emociones positivas y crear una conexión profunda con ese destino. Piensen en esos recuerdos de la infancia, esos veranos inolvidables en la playa... Volver a ese lugar puede ser como revivir esos sentimientos mágicos.
Rebecca Tiger, profesora de sociología que regresa a Atenas, Grecia, prácticamente religiosamente, lo sabe bien. Ella siempre se aloja en Pangrati porque ama los cafés del barrio y, claro, sus gatos. Dice que ahora tiene contactos locales con quienes mantiene comunicación y a quienes visita cuando regresa. No busca la novedad extrema, sino la continuidad, la posibilidad de cultivar relaciones y construir una segunda casa lejos de casa. Y vaya que Atenas es rica en oportunidades para eso.
Los números hablan por sí solos. Un estudio reciente de Priceline reveló que el 73% de los viajeros encuestados se siente atraído por aquellos lugares y experiencias que los marcaron. De hecho, un informe de Hilton muestra que el 58% de los padres planean llevar a sus hijos a los mismos destinos que visitaron de niños. ¡Parece que el espíritu de la Navidad regresa cada verano! En Costa Rica, uno se imagina familias regresando al mismo cabina en Manuel Antonio, al mismo rancho en Guanacaste o a la misma casa en la playa Bonita... ¡Que lindo!
Por supuesto, hay un punto delicado. Como explica Russell, volver demasiado seguido a un mismo lugar puede derivar en “adaptación hedónica”: acostumbrarnos a las cosas placenteras y perder la capacidad de experimentar alegría. Por eso, incluso los viajeros más devotos sugieren agregar pequeños toques de novedad a sus rutinas. Visitar estadios de fútbol diferentes, probar restaurantes nuevos, explorar caminos inexplorados... Mantener viva la curiosidad es fundamental para que la experiencia siga siendo enriquecedora. Yo misma trato de hacerlo cuando viajo a Inglaterra, explorando zonas distintas y descubriendo tesoros escondidos.”
En fin, parece que en un mundo lleno de incertidumbre y cambios constantes, volver a lo seguro, a lo familiar, se ha convertido en una forma de autocuidado y búsqueda de equilibrio. Así que la próxima vez que vean a alguien ir por quinta vez consecutiva al mismo lugar, no los juzguen. Quizás simplemente estén buscando un poquito de paz, un respiro del torbellino de la vida. ¿Ustedes, prefieren aventurarse a lugares desconocidos o sentirse como en casa al regresar a sus destinos favoritos? ¡Compartan sus experiencias en el foro!
La idea de “descubrir” nuevos rincones del planeta, de tachar destinos de la lista, ha sido el mantra de muchos viajeros durante décadas. Buscar la emoción constante, la experiencia única... ¡Qué carga! Ahora, se nota un giro interesante en la onda. Gente como Jason Greene, un fotógrafo de Nueva York, prefiere regresar a Mont Tremblant, Canadá, cada invierno para disfrutar de la misma rutina familiar: paletas de jarabe de arce, patinar sobre hielo y chapuzón en la tienda de dulces. Es como si el consuelo estuviera en lo conocido, en saber qué esperar.
Charlotte Russell, psicóloga clínica y fundadora de The Travel Psychologist, explica que este fenómeno responde a una necesidad básica de seguridad. “Para muchas personas, hay una sensación de calma al volver a lo conocido,” dice. Después de lidiar con el estrés de la vida diaria, la idea de no tener que preocuparse por imprevistos, de saber exactamente qué les espera, suena a música celestial. Imaginen llegar de vacaciones y ya saber dónde está el baño, dónde comprar el pan fresco y cómo funciona el Wi-Fi. ¡Eso sí que es vivir!”
Pero no es solo cuestión de evitar sorpresas desagradables. También hay un componente nostálgico muy fuerte en juego. Recordar momentos felices vividos en un lugar específico puede evocar emociones positivas y crear una conexión profunda con ese destino. Piensen en esos recuerdos de la infancia, esos veranos inolvidables en la playa... Volver a ese lugar puede ser como revivir esos sentimientos mágicos.
Rebecca Tiger, profesora de sociología que regresa a Atenas, Grecia, prácticamente religiosamente, lo sabe bien. Ella siempre se aloja en Pangrati porque ama los cafés del barrio y, claro, sus gatos. Dice que ahora tiene contactos locales con quienes mantiene comunicación y a quienes visita cuando regresa. No busca la novedad extrema, sino la continuidad, la posibilidad de cultivar relaciones y construir una segunda casa lejos de casa. Y vaya que Atenas es rica en oportunidades para eso.
Los números hablan por sí solos. Un estudio reciente de Priceline reveló que el 73% de los viajeros encuestados se siente atraído por aquellos lugares y experiencias que los marcaron. De hecho, un informe de Hilton muestra que el 58% de los padres planean llevar a sus hijos a los mismos destinos que visitaron de niños. ¡Parece que el espíritu de la Navidad regresa cada verano! En Costa Rica, uno se imagina familias regresando al mismo cabina en Manuel Antonio, al mismo rancho en Guanacaste o a la misma casa en la playa Bonita... ¡Que lindo!
Por supuesto, hay un punto delicado. Como explica Russell, volver demasiado seguido a un mismo lugar puede derivar en “adaptación hedónica”: acostumbrarnos a las cosas placenteras y perder la capacidad de experimentar alegría. Por eso, incluso los viajeros más devotos sugieren agregar pequeños toques de novedad a sus rutinas. Visitar estadios de fútbol diferentes, probar restaurantes nuevos, explorar caminos inexplorados... Mantener viva la curiosidad es fundamental para que la experiencia siga siendo enriquecedora. Yo misma trato de hacerlo cuando viajo a Inglaterra, explorando zonas distintas y descubriendo tesoros escondidos.”
En fin, parece que en un mundo lleno de incertidumbre y cambios constantes, volver a lo seguro, a lo familiar, se ha convertido en una forma de autocuidado y búsqueda de equilibrio. Así que la próxima vez que vean a alguien ir por quinta vez consecutiva al mismo lugar, no los juzguen. Quizás simplemente estén buscando un poquito de paz, un respiro del torbellino de la vida. ¿Ustedes, prefieren aventurarse a lugares desconocidos o sentirse como en casa al regresar a sus destinos favoritos? ¡Compartan sus experiencias en el foro!