¡Ay, Dios mío! Otra vez nos golpea la naturaleza con fuerza. Esta vez, el sector de Piedades Sur en San Ramón quedó sacudido por un deslizamiento que dejó a dos adultos y una criatura pequeña entregan sus vidas. La tragedia, que te deja pensando qué tan preparados estamos los ticos para estas situaciones, encendió todas las alarmas en el Colegio de Geólogos de Costa Rica.
El CGCR no tardó en salir al frente con un comunicado de prensa bien claro: hay que darle duro al tema de la prevención y entender que el clima loco que tenemos ahora no va a cambiar pronto. Y eso significa que debemos ponerle atención a las señales que nos da la tierra, porque no siempre son obvias. Antes de construir una casa o abrir un negocio, ¡echarle ojo al terreno, mae!
Dicen que la alerta temprana es clave, y tienen toda la razón. Pero no basta con que suene la alarma; hay que saber escucharla y actuar. Parece que algunos todavía no le agarran la onda a esto de la gestión del riesgo, y ahí radica el problema. Tenemos que pasar de ser una cultura que espera a que pase lo peor a una que se anticipa y se prepara, que entiende que la Madre Tierra no perdona.
Lo que el Colegio de Geólogos recalca es que la planificación territorial debería ser sagrada. No podemos seguir construyendo casas y negocios donde simplemente no deberíamos. Hay zonas que están condenadas, ¿me entienden? Y aunque sea tentador por el precio o la ubicación, a veces es mejor buscar otro lado. ¡Eso sí es cuidar la plata y la vida!
Y ni hablar de las lluvias torrenciales. Que nos estamos tragando unas lluvias como nunca habíamos visto. Si no manejamos bien las aguas pluviales, pues ahí se van todos los problemas. Un sistema de drenaje deficiente, la construcción en áreas de inundación... ¡qué carga de irresponsabilidad! Es como invitar a la desgracia.
Desde el Colegio insisten en que las autoridades, tanto a nivel local como nacional, tienen que empezar a tomar cartas en el asunto. Incorporar estudios geológicos en las decisiones de uso del suelo ya no puede ser una opción, sino una obligación. Que los alcaldes y diputados echen mano a esta herramienta y dejen de andar tomando decisiones a espaldas de los expertos, porque así terminamos raspados.
Ahora, no quiero sonar aguafiestas, pero esto también nos compete a nosotros, los ciudadanos. Informarnos sobre los riesgos geológicos de nuestra zona, atender las alertas, reportar cualquier anomalía... No podemos esperar que el gobierno lo haga todo por nosotros. Somos parte del problema y también podemos ser parte de la solución. ¡Cada quien poniendo de su lado, diay!
Este tipo de tragedias nos sacude hasta el alma y nos obliga a reflexionar. ¿Será que realmente estamos aprendiendo la lección? ¿Estamos dispuestos a cambiar nuestros hábitos y priorizar la seguridad sobre la conveniencia? Con tanta construcción a destapón y poco cuidado, me pregunto si estamos haciendo lo suficiente para proteger nuestras comunidades… ¿Ustedes creen que es hora de exigir más controles y sanciones a quienes ignoran las normas y ponen en peligro vidas?
El CGCR no tardó en salir al frente con un comunicado de prensa bien claro: hay que darle duro al tema de la prevención y entender que el clima loco que tenemos ahora no va a cambiar pronto. Y eso significa que debemos ponerle atención a las señales que nos da la tierra, porque no siempre son obvias. Antes de construir una casa o abrir un negocio, ¡echarle ojo al terreno, mae!
Dicen que la alerta temprana es clave, y tienen toda la razón. Pero no basta con que suene la alarma; hay que saber escucharla y actuar. Parece que algunos todavía no le agarran la onda a esto de la gestión del riesgo, y ahí radica el problema. Tenemos que pasar de ser una cultura que espera a que pase lo peor a una que se anticipa y se prepara, que entiende que la Madre Tierra no perdona.
Lo que el Colegio de Geólogos recalca es que la planificación territorial debería ser sagrada. No podemos seguir construyendo casas y negocios donde simplemente no deberíamos. Hay zonas que están condenadas, ¿me entienden? Y aunque sea tentador por el precio o la ubicación, a veces es mejor buscar otro lado. ¡Eso sí es cuidar la plata y la vida!
Y ni hablar de las lluvias torrenciales. Que nos estamos tragando unas lluvias como nunca habíamos visto. Si no manejamos bien las aguas pluviales, pues ahí se van todos los problemas. Un sistema de drenaje deficiente, la construcción en áreas de inundación... ¡qué carga de irresponsabilidad! Es como invitar a la desgracia.
Desde el Colegio insisten en que las autoridades, tanto a nivel local como nacional, tienen que empezar a tomar cartas en el asunto. Incorporar estudios geológicos en las decisiones de uso del suelo ya no puede ser una opción, sino una obligación. Que los alcaldes y diputados echen mano a esta herramienta y dejen de andar tomando decisiones a espaldas de los expertos, porque así terminamos raspados.
Ahora, no quiero sonar aguafiestas, pero esto también nos compete a nosotros, los ciudadanos. Informarnos sobre los riesgos geológicos de nuestra zona, atender las alertas, reportar cualquier anomalía... No podemos esperar que el gobierno lo haga todo por nosotros. Somos parte del problema y también podemos ser parte de la solución. ¡Cada quien poniendo de su lado, diay!
Este tipo de tragedias nos sacude hasta el alma y nos obliga a reflexionar. ¿Será que realmente estamos aprendiendo la lección? ¿Estamos dispuestos a cambiar nuestros hábitos y priorizar la seguridad sobre la conveniencia? Con tanta construcción a destapón y poco cuidado, me pregunto si estamos haciendo lo suficiente para proteger nuestras comunidades… ¿Ustedes creen que es hora de exigir más controles y sanciones a quienes ignoran las normas y ponen en peligro vidas?