¡Ay, Dios mío! Aquí vamos otra vez con este dólar jugando sucio. Justo cuando pensábamos que íbamos a tener una temporada alta decente, el tipo de cambio nos viene a dar un coscorrón que duele. La Cámara de Hoteles ya encendió todas las alarmas, y no es pa’ bromear, ¿eh?
Resulta que el problema no es solo el precio del dólar, sino también la suma de otras varas que nos tienen pegados. Inseguridad en algunas zonas, carreteras que parecen pistas de carreras improvisadas y la infraestructura pública... bueno, digamos que deja mucho que desear. Esto afecta directamente cómo ven Costa Rica los turistas, y eso es lo que más preocupa a los del sector.
Flora Ayub, la jefa de la Cámara de Hoteles, lo dijo claro: estamos en un momento crítico. Esa temporada alta es nuestro salvavidas, la oportunidad de mantener a flote miles de negocios, especialmente las pymes que son el corazón de nuestra economía. Pero ahora, con el dólar en picada y los gastos subiendo hasta el cielo – cuentas de luz, impuestos, salarios – los márgenes de ganancia se están achicando más rápido que helado en verano.
Si revisamos los números, vemos que en las últimas cuatro semanas el dólar ha bajado unos coloncitos, sí, pero la verdad es que eso no es suficiente para compensar todos los demás aumentos. Este jueves tocó fondo, cerrando en ¢488,06. Aunque algunos se emocionan con estas bajas, los que realmente mueven el negocio saben que es solo una jugada estacional. En diciembre siempre pasa esto: llegan los dólares con el turismo y los aguinaldos, y el tipo de cambio baja, pero luego ¿qué?
Lo que preocupa de verdad es que esta abaratamiento temporal no soluciona los problemas estructurales. Necesitamos atacar la inseguridad de raíz, mejorar las carreteras y modernizar la infraestructura turística. No basta con pintar paredes y poner letreros bonitos; necesitamos inversiones reales y políticas públicas que fomenten el desarrollo sostenible del sector.
Y hablando de sostenibilidad, hay que ver también cómo afectan las cargas sociales y laborales a los negocios. Por un lado, queremos proteger a los trabajadores, pero por otro, tenemos que asegurarnos de que las empresas puedan pagar esos beneficios sin irse a pique. Es un brete encontrar el equilibrio, pero es fundamental si queremos seguir siendo competitivos a nivel mundial. De lo contrario, terminaremos vendiéndole café frío a los guapos.
Ahora, muchos dirán que el Gobierno está haciendo esfuerzos, que hay planes y proyectos en marcha. Pero la realidad es que los resultados tardan en llegar, y mientras tanto, los negocios siguen luchando día a día. Además, algunos temas como la burocracia y la regulación excesiva también dificultan la vida de los emprendedores, quienes son los que realmente generan empleo y dinamizan la economía. Tenemos que simplificar los trámites, reducir los impuestos y crear un ambiente favorable para la inversión.
Así que aquí estamos, con el dólar dando guerra, la incertidumbre acechando y el futuro del turismo colgando de un hilo. ¿Será que hemos perdido el tren, o todavía podemos darle la vuelta a la tortilla? ¿Creen que las medidas gubernamentales serán suficientes para salvar la temporada alta, o deberíamos buscar soluciones más drásticas? ¡Déjenme sus opiniones aquí abajo!
Resulta que el problema no es solo el precio del dólar, sino también la suma de otras varas que nos tienen pegados. Inseguridad en algunas zonas, carreteras que parecen pistas de carreras improvisadas y la infraestructura pública... bueno, digamos que deja mucho que desear. Esto afecta directamente cómo ven Costa Rica los turistas, y eso es lo que más preocupa a los del sector.
Flora Ayub, la jefa de la Cámara de Hoteles, lo dijo claro: estamos en un momento crítico. Esa temporada alta es nuestro salvavidas, la oportunidad de mantener a flote miles de negocios, especialmente las pymes que son el corazón de nuestra economía. Pero ahora, con el dólar en picada y los gastos subiendo hasta el cielo – cuentas de luz, impuestos, salarios – los márgenes de ganancia se están achicando más rápido que helado en verano.
Si revisamos los números, vemos que en las últimas cuatro semanas el dólar ha bajado unos coloncitos, sí, pero la verdad es que eso no es suficiente para compensar todos los demás aumentos. Este jueves tocó fondo, cerrando en ¢488,06. Aunque algunos se emocionan con estas bajas, los que realmente mueven el negocio saben que es solo una jugada estacional. En diciembre siempre pasa esto: llegan los dólares con el turismo y los aguinaldos, y el tipo de cambio baja, pero luego ¿qué?
Lo que preocupa de verdad es que esta abaratamiento temporal no soluciona los problemas estructurales. Necesitamos atacar la inseguridad de raíz, mejorar las carreteras y modernizar la infraestructura turística. No basta con pintar paredes y poner letreros bonitos; necesitamos inversiones reales y políticas públicas que fomenten el desarrollo sostenible del sector.
Y hablando de sostenibilidad, hay que ver también cómo afectan las cargas sociales y laborales a los negocios. Por un lado, queremos proteger a los trabajadores, pero por otro, tenemos que asegurarnos de que las empresas puedan pagar esos beneficios sin irse a pique. Es un brete encontrar el equilibrio, pero es fundamental si queremos seguir siendo competitivos a nivel mundial. De lo contrario, terminaremos vendiéndole café frío a los guapos.
Ahora, muchos dirán que el Gobierno está haciendo esfuerzos, que hay planes y proyectos en marcha. Pero la realidad es que los resultados tardan en llegar, y mientras tanto, los negocios siguen luchando día a día. Además, algunos temas como la burocracia y la regulación excesiva también dificultan la vida de los emprendedores, quienes son los que realmente generan empleo y dinamizan la economía. Tenemos que simplificar los trámites, reducir los impuestos y crear un ambiente favorable para la inversión.
Así que aquí estamos, con el dólar dando guerra, la incertidumbre acechando y el futuro del turismo colgando de un hilo. ¿Será que hemos perdido el tren, o todavía podemos darle la vuelta a la tortilla? ¿Creen que las medidas gubernamentales serán suficientes para salvar la temporada alta, o deberíamos buscar soluciones más drásticas? ¡Déjenme sus opiniones aquí abajo!