Maes, a ver, sentémonos un toque a procesar esto, porque la vara está para alquilar balcón. Uno se levanta, se quiere hacer un gallo pinto para empezar el día con el pie derecho, y ¡BUM! Te topás con una noticia que te deja pensando si el café estaba muy fuerte o si de verdad estamos viviendo en una realidad paralela. La caricatura de Mecho hoy le pone la cereza al pastel de un despiche que se venía cocinando: doña Pilar Cisneros, defendiendo el alza del arroz, le dice a los productores que "busquen alternativas". Así, como quien le dice a alguien que se le quemó la casa que considere acampar. De verdad que hay días en los que uno no sabe si reír o llorar.
Analicemos la jugada, porque tiene su ciencia. El arroz en este país es más sagrado que un partido de la Sele en el Mundial. Es la base del casado, el alma del pinto y el consuelo de una olla de carne. Cuando el precio de ese chunche sube, nos golpea a todos en la billetera, desde el estudiante que vive con lo justo hasta la señora que tiene que hacer magia para que alcance la quincena. Entonces, que una figura política de ese calibre defienda el alza ya es, por lo menos, controversial. Pero la frase que le sigue es lo que de verdad hace que a uno se le vuele la tapa. No es solo un comentario, es casi una obra de arte de la desconexión.
Decirle a los arroceros que "busquen alternativas" es, simple y sencillamente, jalarse una torta monumental. Diay, mae, estamos hablando de gente que tiene generaciones enteras metidas en ese brete. No es como que mañana se levantan y dicen: "¡Qué buena idea! Hoy voy a sembrar aguacates de exportación en mi finca de Guanacaste que está diseñada para arroz". Es ignorar por completo la realidad agrícola del país, las inversiones, las deudas y, sobre todo, el esfuerzo humano detrás de cada grano que nos comemos. Es una falta de empatía que asusta, porque sugiere que el problema es del productor por no ser lo suficientemente "creativo", y no de una política económica que, al parecer, está dejando a un montón de gente por fuera.
Y aquí es donde la cosa se pone más densa, porque esto va más allá del arroz. Refleja una mentalidad que a veces parece permear la política nacional: la de dar soluciones simplistas a problemas increíblemente complejos. ¿Problemas de seguridad? Ponga más cámaras. ¿Presas infernales? Usen la bici. ¿Productores en crisis? Que se reinventen. Es una lógica que funciona perfecto en una charla motivacional, pero que en el mundo real se va al traste. Para los productores, escuchar eso debe ser un golpe durísimo. Ya de por sí la están viendo fea con el clima, los costos y la competencia... y ahora esto. ¡Qué sal!
Al final, lo que queda es una sensación agridulce. Por un lado, la frustración de ver cómo las decisiones que se toman en un escritorio en San José tienen un eco tan fuerte en el campo y en la mesa de todos los ticos. Y por otro, la confirmación de que a veces nuestros líderes parecen habitar un universo distinto, uno donde "buscar alternativas" es tan fácil como cambiar de canal en la tele. La caricatura lo clava, como siempre, porque a veces el humor es la única herramienta que nos queda para no volvernos locos con estas varas. Maes, y aquí la pregunta del millón: ¿es solo una frase sacada de contexto o de verdad refleja una desconexión total con el tico de a pie? ¿Qué piensan ustedes?
Analicemos la jugada, porque tiene su ciencia. El arroz en este país es más sagrado que un partido de la Sele en el Mundial. Es la base del casado, el alma del pinto y el consuelo de una olla de carne. Cuando el precio de ese chunche sube, nos golpea a todos en la billetera, desde el estudiante que vive con lo justo hasta la señora que tiene que hacer magia para que alcance la quincena. Entonces, que una figura política de ese calibre defienda el alza ya es, por lo menos, controversial. Pero la frase que le sigue es lo que de verdad hace que a uno se le vuele la tapa. No es solo un comentario, es casi una obra de arte de la desconexión.
Decirle a los arroceros que "busquen alternativas" es, simple y sencillamente, jalarse una torta monumental. Diay, mae, estamos hablando de gente que tiene generaciones enteras metidas en ese brete. No es como que mañana se levantan y dicen: "¡Qué buena idea! Hoy voy a sembrar aguacates de exportación en mi finca de Guanacaste que está diseñada para arroz". Es ignorar por completo la realidad agrícola del país, las inversiones, las deudas y, sobre todo, el esfuerzo humano detrás de cada grano que nos comemos. Es una falta de empatía que asusta, porque sugiere que el problema es del productor por no ser lo suficientemente "creativo", y no de una política económica que, al parecer, está dejando a un montón de gente por fuera.
Y aquí es donde la cosa se pone más densa, porque esto va más allá del arroz. Refleja una mentalidad que a veces parece permear la política nacional: la de dar soluciones simplistas a problemas increíblemente complejos. ¿Problemas de seguridad? Ponga más cámaras. ¿Presas infernales? Usen la bici. ¿Productores en crisis? Que se reinventen. Es una lógica que funciona perfecto en una charla motivacional, pero que en el mundo real se va al traste. Para los productores, escuchar eso debe ser un golpe durísimo. Ya de por sí la están viendo fea con el clima, los costos y la competencia... y ahora esto. ¡Qué sal!
Al final, lo que queda es una sensación agridulce. Por un lado, la frustración de ver cómo las decisiones que se toman en un escritorio en San José tienen un eco tan fuerte en el campo y en la mesa de todos los ticos. Y por otro, la confirmación de que a veces nuestros líderes parecen habitar un universo distinto, uno donde "buscar alternativas" es tan fácil como cambiar de canal en la tele. La caricatura lo clava, como siempre, porque a veces el humor es la única herramienta que nos queda para no volvernos locos con estas varas. Maes, y aquí la pregunta del millón: ¿es solo una frase sacada de contexto o de verdad refleja una desconexión total con el tico de a pie? ¿Qué piensan ustedes?