Maes, no sé ustedes, pero hay varas que lo ponen a uno a pensar. Hoy me topé con unas declaraciones de Ariel Robles, el candidato del Frente Amplio, y diay, el mae no se guardó nada contra doña Pilar Cisneros. Y no es el típico pleito de políticos tirándose chereques. No, esto es más profundo, casi como el capítulo final de una serie que todos vimos por años y que terminó con un giro que a nadie le cuadró.
La vara es que Robles, sin pelos en la lengua, dice que lo de doña Pilar fue una decepción masiva y que, viéndolo en retrospectiva, se jaló una torta monumental al meterse en política. Según él, su paso por la Asamblea Legislativa no solo no aportó lo que se esperaba, sino que le hizo un “gran daño al país”. ¡Qué nivel de afirmación! Y es que el punto de Robles resuena con algo que muchos hemos comentado en voz baja: la Pilar periodista, la que ponía a temblar a ministros en Telenoticias, parece un personaje de otra vida comparada con la Pilar diputada, defensora a capa y espada del gobierno de turno.
Hagamos memoria un toque. Por décadas, Pilar Cisneros fue esa figura que encarnaba la fiscalización. Era la que hacía las preguntas incómodas, la que no comía cuento. Para una generación entera, ella era la definición de periodismo valiente. La expectativa, claro, era que esa misma garra la iba a llevar a su curul. La gente se imaginaba a una leona fiscalizando desde adentro, comiéndose vivos a los corruptos y sacando trapitos sucios al sol. Pero para Robles, y aquí es donde la cosa se pone color de hormiga, toda esa legitimidad construida con tanto esfuerzo, diay, se fue al traste.
El argumento del frenteamplista es lapidario: “En cuatro años de función pública ha contradicho 40 años de carrera profesional”. ¡Qué sal! Es una frase durísima, pero que encapsula el sentir de muchos. Pasó de ser la que cuestionaba el poder a ser una de sus defensoras más férreas. De buscarle las cinco patas al gato con cada proyecto de ley, a justificar movidas que, probablemente, la Pilar de Canal 7 hubiera despedazado en vivo. Es esa contradicción la que, según Robles, genera la decepción. No es solo un tema de si uno apoya o no al gobierno actual; es ver a una figura que representaba una cosa, convertirse en la defensora de lo contrario.
Al final, este despiche nos deja con una pregunta incómoda sobre la mesa. ¿Fue un error de cálculo de doña Pilar? ¿Creía que podía cambiar el sistema desde adentro y el sistema terminó cambiándola a ella? O, peor aún, ¿será que el personaje de periodista implacable era solo eso, un personaje? Robles concluye que la historia la recordará por sus contradicciones, y que le hubiera servido más quedarse como esa señora admirable en la que tantos creíamos. La verdad es que, independientemente de la bandera política, la vara da para pensar. Ahí se las dejo picando, maes, más allá de la política... ¿Creen que el legado de Pilar Cisneros como periodista se fue al traste con su paso por la Asamblea? ¿O es que simplemente el brete de político es así de ingrato?
La vara es que Robles, sin pelos en la lengua, dice que lo de doña Pilar fue una decepción masiva y que, viéndolo en retrospectiva, se jaló una torta monumental al meterse en política. Según él, su paso por la Asamblea Legislativa no solo no aportó lo que se esperaba, sino que le hizo un “gran daño al país”. ¡Qué nivel de afirmación! Y es que el punto de Robles resuena con algo que muchos hemos comentado en voz baja: la Pilar periodista, la que ponía a temblar a ministros en Telenoticias, parece un personaje de otra vida comparada con la Pilar diputada, defensora a capa y espada del gobierno de turno.
Hagamos memoria un toque. Por décadas, Pilar Cisneros fue esa figura que encarnaba la fiscalización. Era la que hacía las preguntas incómodas, la que no comía cuento. Para una generación entera, ella era la definición de periodismo valiente. La expectativa, claro, era que esa misma garra la iba a llevar a su curul. La gente se imaginaba a una leona fiscalizando desde adentro, comiéndose vivos a los corruptos y sacando trapitos sucios al sol. Pero para Robles, y aquí es donde la cosa se pone color de hormiga, toda esa legitimidad construida con tanto esfuerzo, diay, se fue al traste.
El argumento del frenteamplista es lapidario: “En cuatro años de función pública ha contradicho 40 años de carrera profesional”. ¡Qué sal! Es una frase durísima, pero que encapsula el sentir de muchos. Pasó de ser la que cuestionaba el poder a ser una de sus defensoras más férreas. De buscarle las cinco patas al gato con cada proyecto de ley, a justificar movidas que, probablemente, la Pilar de Canal 7 hubiera despedazado en vivo. Es esa contradicción la que, según Robles, genera la decepción. No es solo un tema de si uno apoya o no al gobierno actual; es ver a una figura que representaba una cosa, convertirse en la defensora de lo contrario.
Al final, este despiche nos deja con una pregunta incómoda sobre la mesa. ¿Fue un error de cálculo de doña Pilar? ¿Creía que podía cambiar el sistema desde adentro y el sistema terminó cambiándola a ella? O, peor aún, ¿será que el personaje de periodista implacable era solo eso, un personaje? Robles concluye que la historia la recordará por sus contradicciones, y que le hubiera servido más quedarse como esa señora admirable en la que tantos creíamos. La verdad es que, independientemente de la bandera política, la vara da para pensar. Ahí se las dejo picando, maes, más allá de la política... ¿Creen que el legado de Pilar Cisneros como periodista se fue al traste con su paso por la Asamblea? ¿O es que simplemente el brete de político es así de ingrato?