Hay varas que de verdad lo dejan a uno con la boca abierta, y esta es una de esas. Imagínense la escena: usted es el administrador de un supermercado, tiene las llaves del reino, conoce cada protocolo de seguridad y, en lugar de proteger el chante, decide que es una excelente idea montar un teatro para auto-robarse ₡50 millones. ¡Qué despiche! Pues esa es, en resumidas cuentas, la historia de Gary Meléndez Acuña, el exadministrador del Palí de Hone Creek, a quien el OIJ ahora tiene como el supuesto cerebro detrás del asalto que él mismo reportó como víctima.
La trama es digna de una película de bajo presupuesto. Según la investigación del OIJ, Meléndez se jaló una torta monumental al orquestar todo el numerito. El 19 de abril, en lugar de seguir las directrices de seguridad de Walmart que seguro le repitieron hasta el cansancio, el mae simplemente les abrió la puerta a sus compinches. Estos llegaron muy campantes, vestidos con camisetas falsas de Palí para no levantar sospechas. Básicamente, les puso alfombra roja. La orden a su compañera fue clara: "abra el portón". A partir de ahí, el plan, que seguro en su cabeza sonaba a genialidad, empezó a ejecutarse.
Lo más increíble es el nivel de detalle del teatro. Mientras a los otros dos empleados los amordazaron, los ataron de pies y manos y los encerraron en el baño como tiene que ser en un asalto de verdad, a nuestro "héroe" Meléndez apenas le amarraron las manos y lo dejaron aparte. ¿Conveniente, no? Luego entró en escena el chunche estrella: un equipo de acetileno. Con esa herramienta, los cómplices se dieron gusto abriendo la caja fuerte como si fuera una lata de atún, sacando casi ₡50 melones en efectivo. Todo mientras el supuesto administrador esperaba pacientemente a que terminara la función.
Pero diay, como dicen, la mentira tiene patas cortas, y al parecer, las de Meléndez eran cortísimas. Cuando los agentes del OIJ de Bribrí lo entrevistaron, el mae empezó a patinar. Cambió detalles de su versión, se enredó con las horas y, la joya de la corona, dijo que le habían robado el celular, pero ¡sorpresa!, el teléfono registró una llamada suya apenas dos minutos después de que los asaltantes se fueran. A eso súmenle que su compañera, la que recibió la orden de abrir, contó una historia muy diferente y mencionó que los asaltantes sabían detalles clave de la seguridad del local, como la falta de cámaras. Blanco y en botella.
Al final, lo que parecía un golpe maestro terminó siendo un plan que se fue al traste por detalles de novato. El OIJ y la Fiscalía no se comieron el cuento y, tras varios allanamientos, terminaron deteniendo a Meléndez y a otros cuatro sospechosos. Ya no solo se les acusa del robo agravado, sino de asociación ilícita y privación de libertad. ¡Qué sal para los otros empleados que se llevaron el susto de su vida por culpa del brete de su jefe! La vara ahora está en los tribunales, y el administrador pasó de ser víctima a ser el principal imputado. Un recordatorio de que, a veces, el enemigo duerme en casa.
La trama es digna de una película de bajo presupuesto. Según la investigación del OIJ, Meléndez se jaló una torta monumental al orquestar todo el numerito. El 19 de abril, en lugar de seguir las directrices de seguridad de Walmart que seguro le repitieron hasta el cansancio, el mae simplemente les abrió la puerta a sus compinches. Estos llegaron muy campantes, vestidos con camisetas falsas de Palí para no levantar sospechas. Básicamente, les puso alfombra roja. La orden a su compañera fue clara: "abra el portón". A partir de ahí, el plan, que seguro en su cabeza sonaba a genialidad, empezó a ejecutarse.
Lo más increíble es el nivel de detalle del teatro. Mientras a los otros dos empleados los amordazaron, los ataron de pies y manos y los encerraron en el baño como tiene que ser en un asalto de verdad, a nuestro "héroe" Meléndez apenas le amarraron las manos y lo dejaron aparte. ¿Conveniente, no? Luego entró en escena el chunche estrella: un equipo de acetileno. Con esa herramienta, los cómplices se dieron gusto abriendo la caja fuerte como si fuera una lata de atún, sacando casi ₡50 melones en efectivo. Todo mientras el supuesto administrador esperaba pacientemente a que terminara la función.
Pero diay, como dicen, la mentira tiene patas cortas, y al parecer, las de Meléndez eran cortísimas. Cuando los agentes del OIJ de Bribrí lo entrevistaron, el mae empezó a patinar. Cambió detalles de su versión, se enredó con las horas y, la joya de la corona, dijo que le habían robado el celular, pero ¡sorpresa!, el teléfono registró una llamada suya apenas dos minutos después de que los asaltantes se fueran. A eso súmenle que su compañera, la que recibió la orden de abrir, contó una historia muy diferente y mencionó que los asaltantes sabían detalles clave de la seguridad del local, como la falta de cámaras. Blanco y en botella.
Al final, lo que parecía un golpe maestro terminó siendo un plan que se fue al traste por detalles de novato. El OIJ y la Fiscalía no se comieron el cuento y, tras varios allanamientos, terminaron deteniendo a Meléndez y a otros cuatro sospechosos. Ya no solo se les acusa del robo agravado, sino de asociación ilícita y privación de libertad. ¡Qué sal para los otros empleados que se llevaron el susto de su vida por culpa del brete de su jefe! La vara ahora está en los tribunales, y el administrador pasó de ser víctima a ser el principal imputado. Un recordatorio de que, a veces, el enemigo duerme en casa.
