¡Ay, Dios mío! Quién lo diría, ¿verdad? Shawn K., un máster en ingeniería de software con más de dos décadas a sus espaldas, se la está pasando repartiendo comida con DoorDash. Parece sacado de una novela rara, pero es la cruda realidad que le toca vivir a muchos ingenieros, inclusive acá en nuestras tierras, gracias a esa inteligencia artificial que prometía hacernos la vida más fácil. La verdad, da qué pensar cómo las cosas cambian tan rápido, eh.
El caso de Shawn, que salió a la luz primero en medios gringos y ahora está dando vueltas por todos lados, refleja un problema bien cabrón: la IA no solo está cambiando industrias, sino que está echando gente a la calle. Imagínate, tipos que ganaban una fortuna trabajando en el metaverso de repente buscando chamba en cualquier lado. Antes, pensábamos que estos trabajos eran inamovibles, como si estuvieran blindados, pero parece que ni eso sirve para aguantarle al avance de la tecnología.
Según cuenta Shawn, la empresa pa' donde trabajaba cerró su división de metaverso porque estaban metiendo toda la carne al asador en proyectos de IA generativa. Un movimiento que se está viendo mucho, ¿sabes? Las empresas apuestan por la automatización y ahí queda la gente, botada. Él dice que mandó más de ochocientas solicitudes de empleo y solo consiguió unas diez entrevistas. ¡Imagínatelo! Una avalancha de rechazos, sintiéndose prácticamente invisible ante esos algoritmos frios que evalúan currículums como si fueran papeletas de lotería.
Y lo peor es que mucha veces ni siquiera te dan la oportunidad de hablar con un reclutador de verdad. El filtro inicial lo hace una máquina que busca ciertas palabras clave o métricas predefinidas. “Ni siquiera llegas al escritorio de un reclutador. Te descartan una máquina antes de que alguien lea tu historia,” lamenta Shawn. Eso sí que es un palo, compa. Te sientes como un número más en una planilla gigante.
Este fenómeno, que él mismo llama “el Gran Desplazamiento”, va más allá de unos pocos casos aislados. Dario Amodei, el jefe de Anthropic, una de las empresas más grandes de IA, predijo que para el próximo año, los modelos de IA van a poder hacer todo el trabajo de programación. ¡Imagínate la repercusión! Ya estamos viendo despidos masivos y reestructuraciones en las grandes compañías tecnológicas alrededor del globo.
Pero ojo, que este no es solo un problema de Estados Unidos. Aquí en Latinoamérica, la OIT y el Banco Mundial están advirtiendo que hasta el 38% de los empleos podrían verse afectados por la IA generativa. Aunque solo un porcentaje pequeño corre el riesgo de ser automatizado completamente, el impacto puede ser brutal, aumentando la desigualdad y empujando a muchísima gente hacia la informalidad. Y ni hablemos de los sesgos de género que pueden reproducirse en estos sistemas de IA, ampliando aún más la brecha entre hombres y mujeres en el campo tecnológico – ¡qué lata!
Y claro, hay quienes dicen que necesitamos reinventarnos, aprender nuevas habilidades y adaptarnos a este nuevo panorama laboral. La CEPAL también está lanzando alertas sobre la necesidad de una reconversión profesional urgente. Pero, ¿quién va a pagar por esa capacitación? ¿Cómo garantizamos que todos tengan acceso a estas oportunidades? La cosa se complica, diay. Es como intentar seguirle el ritmo a un tren bala mientras cargas con una maleta llena de piedras. Nos piden cambiar, pero no nos dan las herramientas.
La historia de Shawn K. es un llamado de atención para todos nosotros. Quizás nosotros mismos construimos las herramientas que nos van a reemplazar. Y la pregunta que dejo abierta es: ¿Estamos preparados para afrontar este cambio radical en el mundo laboral, o nos vamos a quedar atrás mirando cómo la IA toma el control? ¿Qué medidas creen que debería tomar el gobierno para proteger a los trabajadores frente a esta amenaza?
El caso de Shawn, que salió a la luz primero en medios gringos y ahora está dando vueltas por todos lados, refleja un problema bien cabrón: la IA no solo está cambiando industrias, sino que está echando gente a la calle. Imagínate, tipos que ganaban una fortuna trabajando en el metaverso de repente buscando chamba en cualquier lado. Antes, pensábamos que estos trabajos eran inamovibles, como si estuvieran blindados, pero parece que ni eso sirve para aguantarle al avance de la tecnología.
Según cuenta Shawn, la empresa pa' donde trabajaba cerró su división de metaverso porque estaban metiendo toda la carne al asador en proyectos de IA generativa. Un movimiento que se está viendo mucho, ¿sabes? Las empresas apuestan por la automatización y ahí queda la gente, botada. Él dice que mandó más de ochocientas solicitudes de empleo y solo consiguió unas diez entrevistas. ¡Imagínatelo! Una avalancha de rechazos, sintiéndose prácticamente invisible ante esos algoritmos frios que evalúan currículums como si fueran papeletas de lotería.
Y lo peor es que mucha veces ni siquiera te dan la oportunidad de hablar con un reclutador de verdad. El filtro inicial lo hace una máquina que busca ciertas palabras clave o métricas predefinidas. “Ni siquiera llegas al escritorio de un reclutador. Te descartan una máquina antes de que alguien lea tu historia,” lamenta Shawn. Eso sí que es un palo, compa. Te sientes como un número más en una planilla gigante.
Este fenómeno, que él mismo llama “el Gran Desplazamiento”, va más allá de unos pocos casos aislados. Dario Amodei, el jefe de Anthropic, una de las empresas más grandes de IA, predijo que para el próximo año, los modelos de IA van a poder hacer todo el trabajo de programación. ¡Imagínate la repercusión! Ya estamos viendo despidos masivos y reestructuraciones en las grandes compañías tecnológicas alrededor del globo.
Pero ojo, que este no es solo un problema de Estados Unidos. Aquí en Latinoamérica, la OIT y el Banco Mundial están advirtiendo que hasta el 38% de los empleos podrían verse afectados por la IA generativa. Aunque solo un porcentaje pequeño corre el riesgo de ser automatizado completamente, el impacto puede ser brutal, aumentando la desigualdad y empujando a muchísima gente hacia la informalidad. Y ni hablemos de los sesgos de género que pueden reproducirse en estos sistemas de IA, ampliando aún más la brecha entre hombres y mujeres en el campo tecnológico – ¡qué lata!
Y claro, hay quienes dicen que necesitamos reinventarnos, aprender nuevas habilidades y adaptarnos a este nuevo panorama laboral. La CEPAL también está lanzando alertas sobre la necesidad de una reconversión profesional urgente. Pero, ¿quién va a pagar por esa capacitación? ¿Cómo garantizamos que todos tengan acceso a estas oportunidades? La cosa se complica, diay. Es como intentar seguirle el ritmo a un tren bala mientras cargas con una maleta llena de piedras. Nos piden cambiar, pero no nos dan las herramientas.
La historia de Shawn K. es un llamado de atención para todos nosotros. Quizás nosotros mismos construimos las herramientas que nos van a reemplazar. Y la pregunta que dejo abierta es: ¿Estamos preparados para afrontar este cambio radical en el mundo laboral, o nos vamos a quedar atrás mirando cómo la IA toma el control? ¿Qué medidas creen que debería tomar el gobierno para proteger a los trabajadores frente a esta amenaza?
