Maes, ¿se acuerdan del caso INS-Rodríguez? Diay, si no se acuerdan, no los culpo. Esta vara tiene más años que el Teatro Nacional y un olor a naftalina que marea. Pero parece que desempolvaron el expediente y ahora sí, después de ¡24 años!, el juicio contra el expresidente Miguel Ángel Rodríguez, el expresidente del INS Cristóbal Zawadzki y otro imputado de apellido Acuña Prado, está de vuelta en el menú. La Fiscalía llegó con todo, acusándolos de montar un supuesto plan delictivo para crear un "fondo paralelo" de capacitación. Una trama que, según dicen, se cocinó incluso antes de que Rodríguez se pusiera la banda presidencial.
Vamos a ver si entendí el enjuague, porque tiene su ciencia. Según las fiscales, la jugada era la siguiente: Rodríguez, antes de ser presi, se habría reunido con los otros dos imputados. El acuerdo, supuestamente, era que Zawadzki llegaría a la silla grande del INS para facilitar la creación de este fondo misterioso. ¿De dónde salía la plata? Aparentemente, de las primas de reaseguros que un tal Acuña Prado ya tenía negociadas, casi como esperando el banderazo de salida. El plan era desviar esa plata a un fondo que manejaría Acuña de forma "discrecional". La palabra clave aquí, como siempre en estos casos, es "discrecional", que en buen tico a menudo se traduce como "hago lo que me da la gana y nadie pregunta".
Y aquí es donde la vara se pone todavía más interesante, porque el mecanismo para mover la plata es de película. Usaron la figura de una agencia de viajes, donde Acuña era subgerente, para canalizar los recursos. Uno se imagina que para capacitación de funcionarios, ¿verdad? Pues no. Según la acusación, una buena parte de ese dinero no se fue en cursos de Excel avanzado o liderazgo, sino en una serie de viajes, viáticos y otros beneficios para altos mandos del INS. Y para que no se sintieran solos, parece que hasta se llevaban a sus esposas. O sea, se pegaban la vida buena, a cachete, con viajecitos y todo el asunto, presuntamente con plata que debía usarse para otra cosa.
Como era de esperarse, el expresidente Rodríguez salió a decir que nel pastel. Calificó la acusación de "absurda" y dijo que es un invento sin una sola prueba, que él no tiene nada que ver con hechos que pasaron entre el 96 y el 98. Y puede que tenga razón, o puede que no. Pero aquí el verdadero elefante en la sala es el tiempo. ¡24 años, maes! ¿En serio? Esto es un despiche monumental de nuestro sistema judicial. En 24 años los testigos se mueren, las memorias se borran, las pruebas se pierden y la relevancia se evapora. La justicia que tarda tanto tiempo corre el riesgo de convertirse en injusticia, sin importar para qué lado se incline la balanza al final.
Al final del día, esto nos deja con un sabor de boca amarguísimo. Por un lado, una acusación de corrupción de alto nivel que, si es cierta, es gravísima. Por otro, un proceso judicial que se ha arrastrado por casi un cuarto de siglo, convirtiéndose en una especie de chiste malo. Uno ya no sabe si esto es un esfuerzo genuino por sentar responsabilidades o simple y sencillamente un show mediático para mantener la apariencia de que el sistema funciona. La confianza en las instituciones se va al traste con casos como este, que se sienten más como un fantasma del pasado que como un acto de justicia presente.
Así que les pregunto, gente del Foro: Más allá de si le creen a la Fiscalía o a Miguel Ángel, ¿ustedes de verdad piensan que después de 24 años se puede hacer justicia real en un caso así? ¿O esto ya es solo un circo para que digamos que "se está haciendo algo"?
Vamos a ver si entendí el enjuague, porque tiene su ciencia. Según las fiscales, la jugada era la siguiente: Rodríguez, antes de ser presi, se habría reunido con los otros dos imputados. El acuerdo, supuestamente, era que Zawadzki llegaría a la silla grande del INS para facilitar la creación de este fondo misterioso. ¿De dónde salía la plata? Aparentemente, de las primas de reaseguros que un tal Acuña Prado ya tenía negociadas, casi como esperando el banderazo de salida. El plan era desviar esa plata a un fondo que manejaría Acuña de forma "discrecional". La palabra clave aquí, como siempre en estos casos, es "discrecional", que en buen tico a menudo se traduce como "hago lo que me da la gana y nadie pregunta".
Y aquí es donde la vara se pone todavía más interesante, porque el mecanismo para mover la plata es de película. Usaron la figura de una agencia de viajes, donde Acuña era subgerente, para canalizar los recursos. Uno se imagina que para capacitación de funcionarios, ¿verdad? Pues no. Según la acusación, una buena parte de ese dinero no se fue en cursos de Excel avanzado o liderazgo, sino en una serie de viajes, viáticos y otros beneficios para altos mandos del INS. Y para que no se sintieran solos, parece que hasta se llevaban a sus esposas. O sea, se pegaban la vida buena, a cachete, con viajecitos y todo el asunto, presuntamente con plata que debía usarse para otra cosa.
Como era de esperarse, el expresidente Rodríguez salió a decir que nel pastel. Calificó la acusación de "absurda" y dijo que es un invento sin una sola prueba, que él no tiene nada que ver con hechos que pasaron entre el 96 y el 98. Y puede que tenga razón, o puede que no. Pero aquí el verdadero elefante en la sala es el tiempo. ¡24 años, maes! ¿En serio? Esto es un despiche monumental de nuestro sistema judicial. En 24 años los testigos se mueren, las memorias se borran, las pruebas se pierden y la relevancia se evapora. La justicia que tarda tanto tiempo corre el riesgo de convertirse en injusticia, sin importar para qué lado se incline la balanza al final.
Al final del día, esto nos deja con un sabor de boca amarguísimo. Por un lado, una acusación de corrupción de alto nivel que, si es cierta, es gravísima. Por otro, un proceso judicial que se ha arrastrado por casi un cuarto de siglo, convirtiéndose en una especie de chiste malo. Uno ya no sabe si esto es un esfuerzo genuino por sentar responsabilidades o simple y sencillamente un show mediático para mantener la apariencia de que el sistema funciona. La confianza en las instituciones se va al traste con casos como este, que se sienten más como un fantasma del pasado que como un acto de justicia presente.
Así que les pregunto, gente del Foro: Más allá de si le creen a la Fiscalía o a Miguel Ángel, ¿ustedes de verdad piensan que después de 24 años se puede hacer justicia real en un caso así? ¿O esto ya es solo un circo para que digamos que "se está haciendo algo"?