Esposita complaciente
EXILIADO
Hola a todos:
Un nuevo texto para compartir, leo sus comentarios...
El polvo perfecto…
Nunca me tomo nada a la ligera, todo resulta de una asidua planificación y un proceso mental de envergadura sin precedentes. La ejecución de mis encuentros sexuales no se escapa de este control de los detalles, de las experiencias sensoriales y del manejo de los elementos que conforman el conjunto de componentes sinfónicos que fluyen en la consumación de un acto.
No creo que existan los polvos perfectos; considero que se da un disfrute o no de los mismos, y esto va a depender de la buena combinación de factores que emanan cuando se llevan a cabo. En lo personal, hay requisitos que provocan que mi experiencia resulte sumamente placentera: una vez que logro que estén todos reunidos es cuando comienza la “magia”.
Me gustan los ambientes en penumbras, no tan oscuros que no pueda percibir las siluetas, porque disfruto que observen mis sombras cuando se contornean y me complazco en admirar una verga cuando la pongo dura; pero también juego a imaginar espectadores en la oscuridad así que, a diferencia de los niños pequeños, lo sombrío es atrayente a mis pensamientos.
Además, necesito gozar al ver los ojos de mi acompañante: cuanto más lujuriosos y enfermos, mejor para mí. Me place que me desnuden, me penetren y me hurguen con la seductora “mirada de Drácula…”. Igualmente, cuando provoco espasmos eyaculatorios, requiero observar a mi víctima y que este me vea fijamente, solo para que le quede clara la cantidad de placer que puedo hacerle sentir cada vez que estoy sobre él.
Lo siguiente en mi lista es el alcohol. El aliento a cerveza o a cualquier sustancia etílica me resulta muy excitante; asimismo, siempre se vuelve oportuno atribuir mi desinhibición a elementos externos. Es favorable inculpar la liberación de mis perversidades producto de una alteración en mi cuerpo, aunque esta no sea la realidad y todas las depravaciones que lleve a cabo simplemente están deseosas de un momento de catarsis para mostrarme tal cual soy.
La música viene a completar el ambiente que me gusta recrear: algunas canciones me transportan a realidades paralelas y seducen con sus ritmos mi proceder. Es como si reprodujera una danza cuando estoy con alguien; me deleito al seducir con los movimientos de mi cuerpo y lentamente voy restregando cada una de mis partes en y sobre mi acompañante, humedeciendo todo al final con mis fluidos…
Otro componente sonoro que incorporo con regularidad son las conversaciones mientras me culean. Me provocan fascinación los diálogos perversos que se pueden generar producto de la exaltación sexual. Seducir por medio de palabras eriza mis pensamientos y concretiza mis apetencias; es como si con la voz, con tu voz, desaparecieran las frustraciones y se diera paso al goce carnal…
Soy una mujer dominante, todo lo tengo siempre bajo control. No dista de esta realidad mi manejo ante el sexo: yo elijo, yo decido, yo hago, yo ejecuto. Contradictoriamente, todas mis parejas se muestran dóciles y solícitas a que ejerza sobre ellas el mando, o es lo que maquiavélicamente me hacen creer.
Constantemente estipulo el momento en el que el preámbulo se acaba y es hora de subirme para friccionarme. Estar arriba es mi posición favorita; supongo que está relacionado con que inclusive puedo decidir cuándo hacer que te regués, qué tan profundo me la puedo meter, qué tanto quiero que me mirés o cuánta estimulación desee en mi clítoris cada vez.
Cuando estoy sobre vos, me encanta embadurnarte de mi saliva, ir metiéndome la punta, aunque todavía yo me encuentre seca, porque disfruto el proceso en el que mágicamente humedecés cada orificio de mi ser… Solo necesito introducirte para que emanen mis orgasmos y suene la humedad que me hacés desprender instintivamente.
También me gusta bajar hasta tu oído y narrar todo lo ideado por mi mente; es con vos que logro liberarme y me explayo ante la lista infinita de fantasías que ideo constantemente. Aprovecho para que me chupés las tetas mientras me clavás… No estoy segura de disfrutar algo más que tus lamidas cada vez que me introducís la verga; es simplemente la explosión de euforia en mis entrañas lo que me hace perder el sentido y llegar al éxtasis.
Ahora bien, a pesar del gozo ante todo el proceso de dominación, ansío que me dominen. No sé cuál es el motivo por el cual logro intimidar a mis acompañantes y no me someten a obedecerlos, a realizar el papel de la puta complaciente que está esperando que le ordenés, cuál picha mamar primero, qué tanto levantar el culo para que me sodomicés o cuánto debo abrir las piernas para que cada uno de ellos pueda chuparme con comodidad.
Atame, golpeame, estoy dispuesta a inmovilizarme con tus amarras… Solo emitiré gemidos placenteros cuando me tengás boca abajo y golpeés tu vientre contra mi culo… Necesito verbalizar la experiencia, pero si me callás cada vez que engullo tu miembro no mostraré resistencia; al contrario, es posible que me doble ante vos con tal de que no dejés de inmovilizarme y te suplique que me cubrás de tu semen, una vez más.
No estoy segura de si seré tu mejor polvo. De lo que sí estoy clara es que soy el que más te imaginás, al que recurrís de forma constante, el que recreás cada vez que querés ponerte duro… Solo hace falta que pensés en todo el placer que emana de mi cuerpo, y es en ese momento cuando estás dispuesto a cualquier cosa con tal de que te succione, me despoje de la ropa que ando puesta y te abra las piernas…
Un nuevo texto para compartir, leo sus comentarios...
El polvo perfecto…
Nunca me tomo nada a la ligera, todo resulta de una asidua planificación y un proceso mental de envergadura sin precedentes. La ejecución de mis encuentros sexuales no se escapa de este control de los detalles, de las experiencias sensoriales y del manejo de los elementos que conforman el conjunto de componentes sinfónicos que fluyen en la consumación de un acto.
No creo que existan los polvos perfectos; considero que se da un disfrute o no de los mismos, y esto va a depender de la buena combinación de factores que emanan cuando se llevan a cabo. En lo personal, hay requisitos que provocan que mi experiencia resulte sumamente placentera: una vez que logro que estén todos reunidos es cuando comienza la “magia”.
Me gustan los ambientes en penumbras, no tan oscuros que no pueda percibir las siluetas, porque disfruto que observen mis sombras cuando se contornean y me complazco en admirar una verga cuando la pongo dura; pero también juego a imaginar espectadores en la oscuridad así que, a diferencia de los niños pequeños, lo sombrío es atrayente a mis pensamientos.
Además, necesito gozar al ver los ojos de mi acompañante: cuanto más lujuriosos y enfermos, mejor para mí. Me place que me desnuden, me penetren y me hurguen con la seductora “mirada de Drácula…”. Igualmente, cuando provoco espasmos eyaculatorios, requiero observar a mi víctima y que este me vea fijamente, solo para que le quede clara la cantidad de placer que puedo hacerle sentir cada vez que estoy sobre él.
Lo siguiente en mi lista es el alcohol. El aliento a cerveza o a cualquier sustancia etílica me resulta muy excitante; asimismo, siempre se vuelve oportuno atribuir mi desinhibición a elementos externos. Es favorable inculpar la liberación de mis perversidades producto de una alteración en mi cuerpo, aunque esta no sea la realidad y todas las depravaciones que lleve a cabo simplemente están deseosas de un momento de catarsis para mostrarme tal cual soy.
La música viene a completar el ambiente que me gusta recrear: algunas canciones me transportan a realidades paralelas y seducen con sus ritmos mi proceder. Es como si reprodujera una danza cuando estoy con alguien; me deleito al seducir con los movimientos de mi cuerpo y lentamente voy restregando cada una de mis partes en y sobre mi acompañante, humedeciendo todo al final con mis fluidos…
Otro componente sonoro que incorporo con regularidad son las conversaciones mientras me culean. Me provocan fascinación los diálogos perversos que se pueden generar producto de la exaltación sexual. Seducir por medio de palabras eriza mis pensamientos y concretiza mis apetencias; es como si con la voz, con tu voz, desaparecieran las frustraciones y se diera paso al goce carnal…
Soy una mujer dominante, todo lo tengo siempre bajo control. No dista de esta realidad mi manejo ante el sexo: yo elijo, yo decido, yo hago, yo ejecuto. Contradictoriamente, todas mis parejas se muestran dóciles y solícitas a que ejerza sobre ellas el mando, o es lo que maquiavélicamente me hacen creer.
Constantemente estipulo el momento en el que el preámbulo se acaba y es hora de subirme para friccionarme. Estar arriba es mi posición favorita; supongo que está relacionado con que inclusive puedo decidir cuándo hacer que te regués, qué tan profundo me la puedo meter, qué tanto quiero que me mirés o cuánta estimulación desee en mi clítoris cada vez.
Cuando estoy sobre vos, me encanta embadurnarte de mi saliva, ir metiéndome la punta, aunque todavía yo me encuentre seca, porque disfruto el proceso en el que mágicamente humedecés cada orificio de mi ser… Solo necesito introducirte para que emanen mis orgasmos y suene la humedad que me hacés desprender instintivamente.
También me gusta bajar hasta tu oído y narrar todo lo ideado por mi mente; es con vos que logro liberarme y me explayo ante la lista infinita de fantasías que ideo constantemente. Aprovecho para que me chupés las tetas mientras me clavás… No estoy segura de disfrutar algo más que tus lamidas cada vez que me introducís la verga; es simplemente la explosión de euforia en mis entrañas lo que me hace perder el sentido y llegar al éxtasis.
Ahora bien, a pesar del gozo ante todo el proceso de dominación, ansío que me dominen. No sé cuál es el motivo por el cual logro intimidar a mis acompañantes y no me someten a obedecerlos, a realizar el papel de la puta complaciente que está esperando que le ordenés, cuál picha mamar primero, qué tanto levantar el culo para que me sodomicés o cuánto debo abrir las piernas para que cada uno de ellos pueda chuparme con comodidad.
Atame, golpeame, estoy dispuesta a inmovilizarme con tus amarras… Solo emitiré gemidos placenteros cuando me tengás boca abajo y golpeés tu vientre contra mi culo… Necesito verbalizar la experiencia, pero si me callás cada vez que engullo tu miembro no mostraré resistencia; al contrario, es posible que me doble ante vos con tal de que no dejés de inmovilizarme y te suplique que me cubrás de tu semen, una vez más.
No estoy segura de si seré tu mejor polvo. De lo que sí estoy clara es que soy el que más te imaginás, al que recurrís de forma constante, el que recreás cada vez que querés ponerte duro… Solo hace falta que pensés en todo el placer que emana de mi cuerpo, y es en ese momento cuando estás dispuesto a cualquier cosa con tal de que te succione, me despoje de la ropa que ando puesta y te abra las piernas…