¡Ay, Dios mío! ¿Se imaginan eso, raza? Seis de cada diez jovencitos acá en Costa Rica todavía viviendo con sus viejos. ¡Eso es más de la mitad! Y encima, somos el país de Latinoamérica que más se aferra al nido, según nos dicen desde el CFIA. Ya ni soñamos con tener nuestro propio changüí, parece que estamos condenados a vivir pa’ alimentar a los gatos de mami.
El estudio “Balance y Tendencia del Sector Vivienda” reveló este panorama que nos da un buen golpe al estómago. Comparándonos con Chile, México y Colombia, nosotros vamos pal´ arriba en esto de depender de la familia. Ahí sí que nos ganamos el apodo de ‘países dormitorio’, aunque en nuestro caso, digamos que más bien somos ‘casas de mamá’.
Y díganle a quién le importa, porque los salarios están más cabrones que nunca y el mercado inmobiliario… ¡ufff! Un regalo caro. Uno entra al mundo laboral pensando que va a hacer su agosto y termina raspando monedas pa’ pagar el alquiler. El desempleo juvenil tampoco ayuda, claro; los bancos quieren ver historial crediticio y estabilidad, cosas que a nosotros nos faltan como agujero en la pared.
No es solo un problema económico, mi gente. Esto afecta nuestras vidas, nuestros proyectos, nuestra libertad. ¿Cómo vas a encontrar el amor verdadero si vives compartiendo baño con tus hermanos? ¿Cómo te independizas mentalmente si sigues dependiendo de tus padres para todo? Que hasta el diablo se agobia.
Los expertos, esos que siempre tienen la respuesta fácil, dicen que necesitamos replantear las políticas públicas. ¡Claro!, como si fuera tan sencillo. Pero es verdad, necesitamos opciones de vivienda más accesibles y empleos que realmente valgan la pena. Que no sean esos trabajos de medio tiempo pa’ ganar apenas suficiente pa’ comprar galletas.
Y ahí no queda todo, porque también hay que hablar del estrés y la presión que sentimos los jóvenes. Vivimos con la constante incertidumbre de no saber si podremos salir adelante. Ver a tus amigos emigrando a otros países buscando mejores oportunidades... bueno, ¡eso duele!
Además, este tema es importante porque impacta a todo el país. Una juventud dependiente económicamente implica menos consumo, menos emprendimientos, menos innovación. En resumen, frenamos nuestro propio progreso como nación. ¡Qué brete el que nos hemos metido!
Pero bueno, dejemos de lamentarnos y pensemos en soluciones. ¿Será posible construir un futuro donde los jóvenes podamos independizarnos y prosperar en nuestra tierra? ¿O estamos condenados a seguir siendo eternos inquilinos de nuestros propios hogares? ¡Compas, qué opinan ustedes sobre esto? Dejen sus comentarios abajo y diganme si yo soy el único que siente que se nos está escapando la vida entre cuatro paredes...
El estudio “Balance y Tendencia del Sector Vivienda” reveló este panorama que nos da un buen golpe al estómago. Comparándonos con Chile, México y Colombia, nosotros vamos pal´ arriba en esto de depender de la familia. Ahí sí que nos ganamos el apodo de ‘países dormitorio’, aunque en nuestro caso, digamos que más bien somos ‘casas de mamá’.
Y díganle a quién le importa, porque los salarios están más cabrones que nunca y el mercado inmobiliario… ¡ufff! Un regalo caro. Uno entra al mundo laboral pensando que va a hacer su agosto y termina raspando monedas pa’ pagar el alquiler. El desempleo juvenil tampoco ayuda, claro; los bancos quieren ver historial crediticio y estabilidad, cosas que a nosotros nos faltan como agujero en la pared.
No es solo un problema económico, mi gente. Esto afecta nuestras vidas, nuestros proyectos, nuestra libertad. ¿Cómo vas a encontrar el amor verdadero si vives compartiendo baño con tus hermanos? ¿Cómo te independizas mentalmente si sigues dependiendo de tus padres para todo? Que hasta el diablo se agobia.
Los expertos, esos que siempre tienen la respuesta fácil, dicen que necesitamos replantear las políticas públicas. ¡Claro!, como si fuera tan sencillo. Pero es verdad, necesitamos opciones de vivienda más accesibles y empleos que realmente valgan la pena. Que no sean esos trabajos de medio tiempo pa’ ganar apenas suficiente pa’ comprar galletas.
Y ahí no queda todo, porque también hay que hablar del estrés y la presión que sentimos los jóvenes. Vivimos con la constante incertidumbre de no saber si podremos salir adelante. Ver a tus amigos emigrando a otros países buscando mejores oportunidades... bueno, ¡eso duele!
Además, este tema es importante porque impacta a todo el país. Una juventud dependiente económicamente implica menos consumo, menos emprendimientos, menos innovación. En resumen, frenamos nuestro propio progreso como nación. ¡Qué brete el que nos hemos metido!
Pero bueno, dejemos de lamentarnos y pensemos en soluciones. ¿Será posible construir un futuro donde los jóvenes podamos independizarnos y prosperar en nuestra tierra? ¿O estamos condenados a seguir siendo eternos inquilinos de nuestros propios hogares? ¡Compas, qué opinan ustedes sobre esto? Dejen sus comentarios abajo y diganme si yo soy el único que siente que se nos está escapando la vida entre cuatro paredes...