La verdad el cupo del repechaje le salió barato y caro a la vez a Honduras.
Barato, por el equipo que se vio en la primera mitad de la Hexagonal. El de la derrota en casa ante Panamá, el del 6-0, el del primer empate de Waston y el del 3-0 en el Azteca. Ese equipo lo último que merecía era tan siquiera llegar a estas alturas con vida.
Caro, por el que se vio en la segunda mitad. Porque mejoró sustancialmente, no para compararlos con las Honduras de la década pasada, pero sí comparado al desastre que hasta hace poco eran. El único partido en el que estuvieron abajo en el marcador esta segunda vuelta fue ante México, el resto que perfectamente estuvo en capacidad de llevarse los 15 puntos, pero perdió seis puntos por un mal que hasta hace no mucho afectaba a Panamá y a Costa Rica: recibir un gol a partir del minuto 85.
Yo tampoco estoy a favor de los famosos PintoLovers, de hecho quien se acuerde sabrá que les tiré duro en la Copa Oro 2015. Eso sí, le doy crédito que el hombre no es mal estratega; es terco, pero conocedor y a fin de cuentas un exponente de una tendencia que está tomando cada vez más fuerza en CONCACAF: buscar la filosofía colombiana. Los técnicos de ese país son ahora cotizados ya sea por su conocimiento táctico o por aquel dicho que reza que los colombianos hablan el mejor español (Osorio como orador es una maravilla). Honduras fue a Sudáfrica con Reinaldo Rueda, a Brasil fueron con Luis Fernando Suárez mientras Costa Rica fue con Pinto. Ahora México va con Osorio, Panamá con el Bolillo, y Honduras al repechaje con Pinto.
Ahora, si esta Honduras vence a Australia, logra ganar al menos un partido en el mundial y logra clasificar a octavos, sería un poco injusto considerarla la mejor generación de ese país. Porque esta generación no es ni por lejos mejor que la Honduras de Suazo, Pavón, Guevara, Valladares, Rambo y Tyson. Pero bueno, igual pasa en este país donde hay gente que dice que la Sele del 2001 era mucho mejor que la del 2014. Cada quien con su opinión.