Mae, cuando uno piensa que la vara en Ucrania no se puede poner más fea, pasa algo que nos recuerda que el fondo del barril todavía está lejos. El fin de semana, la cosa escaló a un nivel que ya es un despiche con todas las letras: un bombardeo masivo que le dio de lleno, entre otros lugares, a la mismísima sede del gobierno en Kiev. Como era de esperarse, aquí en la tierra del 'pura vida' y la diplomacia, la Casa Amarilla tuvo que sacar su comunicado de emergencia para dejar clara la posición del país, una que, aunque predecible, sigue siendo necesaria.
La Cancillería no se anduvo por las ramas. Calificó el ataque como una “grave violación a la soberanía e integridad territorial” de Ucrania. Diay, en tico eso se traduce a que Rusia se acaba de jalar una torta monumental, otra más para la colección. Según el comunicado, esta agresión pisotea un montón de acuerdos y resoluciones internacionales que, en teoría, deberían evitar precisamente este tipo de caos. Es el equivalente a que en una mejenga alguien no solo meta la mano, sino que le quiebre la portería al rival con un mazo. Simplemente no se puede, va en contra de todas las reglas establecidas.
Y aquí es donde Costa Rica saca el libreto que todos conocemos, pero que no deja de ser nuestro sello de identidad. El comunicado reitera el compromiso con el Derecho Internacional y la famosa Carta de las Naciones Unidas. Esa que dice clarito que está prohibido usar la fuerza y que los conflictos se arreglan hablando, no a bombazos. Es la postura tica por excelencia: la del diálogo, la de la solución pacífica. Mientras el mundo se llena de tanques y drones, nosotros seguimos insistiendo en la mesa de negociación. Algunos dirán que es ingenuo, otros que es la única salida coherente. Lo cierto es que es el brete que nos toca hacer desde nuestra esquina del mundo, la que no tiene ejército.
Lo que hace diferente a este episodio es la naturaleza del ataque. Una cosa son los enfrentamientos en el frente de batalla y otra muy distinta es tirarle misiles a la cabeza administrativa de un país. Eso es un mensaje directo, un golpe simbólico que busca desmoralizar. El conflicto, que ya lleva su rato desde 2022, había tenido sus picos de tensión, como los ataques con drones de hace unas semanas que también provocaron una condena de nuestro gobierno. Pero esto, mae, es otro nivel. Los reportes internacionales hablan de un incendio en el edificio y, lo más grave, de al menos cinco personas fallecidas. Ya la vara dejó de ser un ataque a infraestructura para volverse un atentado directo contra el corazón político y civil de Ucrania.
Al final del día, el Gobierno de Costa Rica cierra su comunicado con lo esperado: solidaridad con el pueblo ucraniano, un llamado al “cese inmediato de las hostilidades” y el apoyo a una solución diplomática “justa y duradera”. Palabras importantes, sin duda, que reafirman nuestro compromiso con la paz y los derechos humanos. Pero la pregunta flota en el aire, densa como el humo en Kiev. ¿Realmente estas condenas diplomáticas, por más bien intencionadas que sean, logran mover la aguja en un conflicto de esta magnitud? Es nuestro deber moral como nación alzarnos contra la barbarie, pero a veces se siente como un grito en medio de una tormenta.
Ustedes qué opinan, maes, ¿sirve de algo que Costa Rica siga mandando estos comunicados o es puro protocolo diplomático que se pierde en el ruido de la guerra?
La Cancillería no se anduvo por las ramas. Calificó el ataque como una “grave violación a la soberanía e integridad territorial” de Ucrania. Diay, en tico eso se traduce a que Rusia se acaba de jalar una torta monumental, otra más para la colección. Según el comunicado, esta agresión pisotea un montón de acuerdos y resoluciones internacionales que, en teoría, deberían evitar precisamente este tipo de caos. Es el equivalente a que en una mejenga alguien no solo meta la mano, sino que le quiebre la portería al rival con un mazo. Simplemente no se puede, va en contra de todas las reglas establecidas.
Y aquí es donde Costa Rica saca el libreto que todos conocemos, pero que no deja de ser nuestro sello de identidad. El comunicado reitera el compromiso con el Derecho Internacional y la famosa Carta de las Naciones Unidas. Esa que dice clarito que está prohibido usar la fuerza y que los conflictos se arreglan hablando, no a bombazos. Es la postura tica por excelencia: la del diálogo, la de la solución pacífica. Mientras el mundo se llena de tanques y drones, nosotros seguimos insistiendo en la mesa de negociación. Algunos dirán que es ingenuo, otros que es la única salida coherente. Lo cierto es que es el brete que nos toca hacer desde nuestra esquina del mundo, la que no tiene ejército.
Lo que hace diferente a este episodio es la naturaleza del ataque. Una cosa son los enfrentamientos en el frente de batalla y otra muy distinta es tirarle misiles a la cabeza administrativa de un país. Eso es un mensaje directo, un golpe simbólico que busca desmoralizar. El conflicto, que ya lleva su rato desde 2022, había tenido sus picos de tensión, como los ataques con drones de hace unas semanas que también provocaron una condena de nuestro gobierno. Pero esto, mae, es otro nivel. Los reportes internacionales hablan de un incendio en el edificio y, lo más grave, de al menos cinco personas fallecidas. Ya la vara dejó de ser un ataque a infraestructura para volverse un atentado directo contra el corazón político y civil de Ucrania.
Al final del día, el Gobierno de Costa Rica cierra su comunicado con lo esperado: solidaridad con el pueblo ucraniano, un llamado al “cese inmediato de las hostilidades” y el apoyo a una solución diplomática “justa y duradera”. Palabras importantes, sin duda, que reafirman nuestro compromiso con la paz y los derechos humanos. Pero la pregunta flota en el aire, densa como el humo en Kiev. ¿Realmente estas condenas diplomáticas, por más bien intencionadas que sean, logran mover la aguja en un conflicto de esta magnitud? Es nuestro deber moral como nación alzarnos contra la barbarie, pero a veces se siente como un grito en medio de una tormenta.
Ustedes qué opinan, maes, ¿sirve de algo que Costa Rica siga mandando estos comunicados o es puro protocolo diplomático que se pierde en el ruido de la guerra?