¡Ay, mae! Ya estamos en medio de diciembre y la Navidad nos llegó con todo, como debe ser. Pero más allá de los adornos y las luces parpadeantes, Mons. José Rafael Quirós, el arzobispo metropolitano de San José, nos recordó que la verdadera esencia de estas fiestas está en Jesucristo, el motivo de nuestro gozo y tranquilidad. Él, como decía San Lucas, es el regalo que nos trae la buena nueva, y eso es algo que no hay que olvidar en medio de tanto consumismo.
Y hablando de recordar, la homilía del arzobispo nos trajo a la mente las palabras del Papa Francisco hace varios años, resaltando cómo la Navidad toca el corazón de todos, incluso de quienes no profesan ninguna fe. Lo que busca evocar es una sensación de hermandad, amistad y cariño, invitándonos a reconectar con la simpleza del compartir y la solidaridad, vaya, un llamado a dejar atrás la avaricia y el egoísmo que a veces nos nublan la vista.
Ahora bien, no todo es discurso elevado, porque la realidad es que en nuestro país, cientos de personas se han dedicado a llevar a cabo proyectos de ayuda humanitaria durante estos días festivos. Hay pura gente buena, que con una generosidad inmensa, le ha puesto una sonrisa a muchísimos niños, enfermos y marginados. Ahí sí te das cuenta que el verdadero espíritu navideño está vivo, aplicando ese mandamiento bíblico: ‘Cuanto hicieron a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron’. ¡Eso sí da orgullo patrio!
Pero la Navidad va más allá de dar regalos materiales, como bien nos recuerda el arzobispo, haciendo referencia a Jesús, quien a pesar de ser divino, decidió hacerse pobre y humilde, un sirviente más entre nosotros. No se trataba de exhibir su poder, sino de entregarse por completo. Por eso, él nos invita a darnos hasta el extremo, a invertir tiempo en nuestras familias, en fortalecer esos lazos que a veces se debilitan por el ritmo acelerado de la vida moderna.
Y ahí entra la reflexión fundamental: ¿qué estamos dispuestos a sacrificar para tener una Navidad verdaderamente significativa? Porque, seamos honestos, es fácil dejarse llevar por el alcohol, caer en discusiones interminables o incluso recurrir a la violencia doméstica. ¡Qué barbaridad! Especialmente ahora, que deberíamos estar celebrando el nacimiento del Príncipe de la Paz.
Por eso, el arzobispo nos insta a practicar la tolerancia, la comprensión y el respeto hacia la dignidad de todos. Que no falten abrazos, que no queden adultos mayores olvidados ni personas con depresión aisladas. Necesitamos abrirle las puertas de nuestros corazones a Jesús, permitir que Nazca en nosotros, para así experimentar una Navidad llena de dicha y armonía. De verdad, qué lindo sería ver a Costa Rica un poquito más unida y solidaria, aunque sea durante estos días.
Y retomando el tema de la convivencia familiar, vamos a tratar de evitar esas situaciones incómodas que terminan arruinando la velada. El alcohol puede parecer un lubricante social, pero a menudo termina siendo combustible para conflictos. Así que, ¡ojo con eso! Mejor disfrutar de una buena cena, de unas risas compartidas y de la compañía de nuestros seres queridos. Al final del día, eso es lo que realmente importa, ¿no?
Así que, mis panas, ¿ustedes qué opinan? Después de leer esto, ¿cree usted que realmente podemos rescatar el verdadero significado de la Navidad en medio de tanta presión social y comercialización? ¿Estamos realmente dispuestos a hacer sacrificios personales para cultivar la empatía, la generosidad y la reconciliación en nuestras vidas y en nuestras comunidades? ¡Déjenme sus comentarios y pongámonos a reflexionar juntos!
Y hablando de recordar, la homilía del arzobispo nos trajo a la mente las palabras del Papa Francisco hace varios años, resaltando cómo la Navidad toca el corazón de todos, incluso de quienes no profesan ninguna fe. Lo que busca evocar es una sensación de hermandad, amistad y cariño, invitándonos a reconectar con la simpleza del compartir y la solidaridad, vaya, un llamado a dejar atrás la avaricia y el egoísmo que a veces nos nublan la vista.
Ahora bien, no todo es discurso elevado, porque la realidad es que en nuestro país, cientos de personas se han dedicado a llevar a cabo proyectos de ayuda humanitaria durante estos días festivos. Hay pura gente buena, que con una generosidad inmensa, le ha puesto una sonrisa a muchísimos niños, enfermos y marginados. Ahí sí te das cuenta que el verdadero espíritu navideño está vivo, aplicando ese mandamiento bíblico: ‘Cuanto hicieron a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron’. ¡Eso sí da orgullo patrio!
Pero la Navidad va más allá de dar regalos materiales, como bien nos recuerda el arzobispo, haciendo referencia a Jesús, quien a pesar de ser divino, decidió hacerse pobre y humilde, un sirviente más entre nosotros. No se trataba de exhibir su poder, sino de entregarse por completo. Por eso, él nos invita a darnos hasta el extremo, a invertir tiempo en nuestras familias, en fortalecer esos lazos que a veces se debilitan por el ritmo acelerado de la vida moderna.
Y ahí entra la reflexión fundamental: ¿qué estamos dispuestos a sacrificar para tener una Navidad verdaderamente significativa? Porque, seamos honestos, es fácil dejarse llevar por el alcohol, caer en discusiones interminables o incluso recurrir a la violencia doméstica. ¡Qué barbaridad! Especialmente ahora, que deberíamos estar celebrando el nacimiento del Príncipe de la Paz.
Por eso, el arzobispo nos insta a practicar la tolerancia, la comprensión y el respeto hacia la dignidad de todos. Que no falten abrazos, que no queden adultos mayores olvidados ni personas con depresión aisladas. Necesitamos abrirle las puertas de nuestros corazones a Jesús, permitir que Nazca en nosotros, para así experimentar una Navidad llena de dicha y armonía. De verdad, qué lindo sería ver a Costa Rica un poquito más unida y solidaria, aunque sea durante estos días.
Y retomando el tema de la convivencia familiar, vamos a tratar de evitar esas situaciones incómodas que terminan arruinando la velada. El alcohol puede parecer un lubricante social, pero a menudo termina siendo combustible para conflictos. Así que, ¡ojo con eso! Mejor disfrutar de una buena cena, de unas risas compartidas y de la compañía de nuestros seres queridos. Al final del día, eso es lo que realmente importa, ¿no?
Así que, mis panas, ¿ustedes qué opinan? Después de leer esto, ¿cree usted que realmente podemos rescatar el verdadero significado de la Navidad en medio de tanta presión social y comercialización? ¿Estamos realmente dispuestos a hacer sacrificios personales para cultivar la empatía, la generosidad y la reconciliación en nuestras vidas y en nuestras comunidades? ¡Déjenme sus comentarios y pongámonos a reflexionar juntos!
