Maes, hay días en que uno se siente especialmente orgulloso de este país, y el 31 de agosto en Limón fue, sin duda, uno de esos. Mientras en la GAM la gente anda con el estrés del tráfico y el brete, el Caribe se vistió con sus mejores galas para recordarnos a todos de qué estamos hechos. El Día de la Persona Negra y la Cultura Afrocostarricense no es una celebración cualquiera; es un despliegue de historia, ritmo y, sobre todo, una identidad que nos enriquece a todos. Y diay, este año la vara estuvo a cachete, con un Grand Gala Parade que pintó las calles de la ciudad con una energía que ya quisiéramos en San José.
Desde el mediodía, el centro de Limón era otro mundo. El calorcito caribeño se mezclaba con el olor a patty y rice and beans, mientras las primeras notas de calipso empezaban a calentar el ambiente. Cientos de personas, familias enteras, se agolparon para ver el desfile, y no era para menos. Ver pasar esas comparsas, con trajes que son verdaderas obras de arte y una coordinación impecable, es simplemente impresionante. Los chiquitos bailando, los abuelos aplaudiendo y la música que se te mete en el cuerpo sin pedir permiso... ¡qué nivel de producción y de orgullo! Es un recordatorio de que la cultura no es algo que se guarda en un museo, es algo que se vive, se baila y se suda en la calle.
Pero claro, donde hay fiesta y cámaras, no tarda en llegar la política. Este año, el desfile tuvo invitados de honor. El presidente Rodrigo Chaves y una buena parte de su gabinete se dejaron ver por allá, aprovechando que habían montado el Consejo de Gobierno en la provincia. No es la primera vez que un gobierno hace este gesto, pero siempre genera conversación. Ahí andaban los ministros, junto a figuras como Pilar Cisneros y hasta la aspirante presidencial Laura Fernández, saludando a la gente y, por supuesto, posando para las fotos. Es una imagen curiosa: el protocolo y la corbata mezclándose con las plumas, el brillo y el soca a todo volumen.
La movida de llevarse todo el chunche del Consejo de Gobierno a Limón es, en papel, una buena idea. Simboliza que se le está poniendo atención a una provincia que históricamente ha sentido el abandono del Valle Central. Es un acto que busca descentralizar el poder, aunque sea por un día. Mientras el desfile llenaba de vida las calles, en algún salón se estaban tomando decisiones y firmando papeles. La pregunta que queda en el aire es cuánto de esto se traduce en cambios reales y cuánto se queda en el gesto simbólico de estar presentes el día de la fiesta más grande de la provincia. Nadie le quita el mérito a la intención, pero los limonenses saben bien que los problemas no se arreglan en un solo día.
Al final del día, lo que queda es el recuerdo de una celebración espectacular. Una fiesta que, más allá de la presencia política, le pertenece a la gente de Limón y a toda la comunidad afrocostarricense. Fue un despliegue de resiliencia, alegría y una cultura vibrante que es parte fundamental de lo que significa ser tico. La música, los colores y la energía del Grand Gala Parade son un mensaje poderoso. Ahora, la pelota queda en la cancha de los que toman las decisiones para que esa misma energía se vea reflejada en inversión, seguridad y oportunidades para la provincia durante los otros 364 días del año. La fiesta estuvo tuanis, sin duda, pero el verdadero reto empieza cuando se apaga la música.
Y ahora les pregunto a ustedes, maes: más allá del desfile que estuvo increíble, ¿creen que llevar el Consejo de Gobierno a Limón para estas fechas es un gesto que de verdad genera un cambio o se queda en pura foto para la galería? ¿Hace una diferencia real o es solo parte del show político?
Desde el mediodía, el centro de Limón era otro mundo. El calorcito caribeño se mezclaba con el olor a patty y rice and beans, mientras las primeras notas de calipso empezaban a calentar el ambiente. Cientos de personas, familias enteras, se agolparon para ver el desfile, y no era para menos. Ver pasar esas comparsas, con trajes que son verdaderas obras de arte y una coordinación impecable, es simplemente impresionante. Los chiquitos bailando, los abuelos aplaudiendo y la música que se te mete en el cuerpo sin pedir permiso... ¡qué nivel de producción y de orgullo! Es un recordatorio de que la cultura no es algo que se guarda en un museo, es algo que se vive, se baila y se suda en la calle.
Pero claro, donde hay fiesta y cámaras, no tarda en llegar la política. Este año, el desfile tuvo invitados de honor. El presidente Rodrigo Chaves y una buena parte de su gabinete se dejaron ver por allá, aprovechando que habían montado el Consejo de Gobierno en la provincia. No es la primera vez que un gobierno hace este gesto, pero siempre genera conversación. Ahí andaban los ministros, junto a figuras como Pilar Cisneros y hasta la aspirante presidencial Laura Fernández, saludando a la gente y, por supuesto, posando para las fotos. Es una imagen curiosa: el protocolo y la corbata mezclándose con las plumas, el brillo y el soca a todo volumen.
La movida de llevarse todo el chunche del Consejo de Gobierno a Limón es, en papel, una buena idea. Simboliza que se le está poniendo atención a una provincia que históricamente ha sentido el abandono del Valle Central. Es un acto que busca descentralizar el poder, aunque sea por un día. Mientras el desfile llenaba de vida las calles, en algún salón se estaban tomando decisiones y firmando papeles. La pregunta que queda en el aire es cuánto de esto se traduce en cambios reales y cuánto se queda en el gesto simbólico de estar presentes el día de la fiesta más grande de la provincia. Nadie le quita el mérito a la intención, pero los limonenses saben bien que los problemas no se arreglan en un solo día.
Al final del día, lo que queda es el recuerdo de una celebración espectacular. Una fiesta que, más allá de la presencia política, le pertenece a la gente de Limón y a toda la comunidad afrocostarricense. Fue un despliegue de resiliencia, alegría y una cultura vibrante que es parte fundamental de lo que significa ser tico. La música, los colores y la energía del Grand Gala Parade son un mensaje poderoso. Ahora, la pelota queda en la cancha de los que toman las decisiones para que esa misma energía se vea reflejada en inversión, seguridad y oportunidades para la provincia durante los otros 364 días del año. La fiesta estuvo tuanis, sin duda, pero el verdadero reto empieza cuando se apaga la música.
Y ahora les pregunto a ustedes, maes: más allá del desfile que estuvo increíble, ¿creen que llevar el Consejo de Gobierno a Limón para estas fechas es un gesto que de verdad genera un cambio o se queda en pura foto para la galería? ¿Hace una diferencia real o es solo parte del show político?