Maes, agárrense porque la vara se puso seria en Cuesta de Moras. Este martes, con 33 votos a favor y solo cinco en contra, una mayoría de diputados le dio luz verde, en primer debate, a la idea de meterle casi 8 mil millones de colones a la construcción de una nueva cárcel. Sí, leyeron bien. Un nuevo módulo de máxima seguridad que se va a levantar dentro del ya conocido CAI Jorge Arturo Montero, o como le decimos todos, La Reforma. Esto es apenas el primer round, claro, todavía falta el segundo debate para que el asunto quede en firme, pero la dirección del barco ya parece bastante clara y, honestamente, hay tela que cortar por todo lado.
Y diay, como era de esperarse, la sombra de Nayib Bukele es más larga que la de un ciprés al atardecer. Desde el día uno, la principal crítica de la oposición ha sido que este plan es un calco, una copia al carbón de la megacárcel que montó el presi salvadoreño. Aunque el Gobierno de Chaves al final tuvo que bajarle dos rayitas al plan original –que sí, era un chunche masivo al estilo Cecot salvadoreño– y lo dejó en una "ampliación", la esencia de la idea sigue ahí. La discusión de fondo es si de verdad queremos importar ese modelo de "mano dura" que, si bien puede generar titulares llamativos, también genera un montón de preguntas sobre derechos humanos y la verdadera rehabilitación de los reclusos.
Pero aquí es donde la puerca tuerce el rabo, como diría mi abuela. ¿De dónde sale toda esa plata? No es que encontraron una guaca de oro debajo del Plenario. Esos ¢7.870 millones, que son apenas el 40% de lo que costará la primera etapa, los están sacando de un lado para ponerlos en otro. Son partidas que originalmente iban para distintos ministerios. Y ahí es donde se arma el verdadero despiche del presupuesto. Varios diputados pegaron el grito al cielo, porque mientras se le da prioridad a construir más barrotes, ¿qué pasa con la plata para educación, para salud, para cultura? Es la pregunta del millón, y la respuesta del Gobierno parece ser que la seguridad es la prioridad número uno, cueste lo que cueste.
Más allá del chunche de cemento y barrotes, lo que de verdad está en juego es la filosofía del país para enfrentar la criminalidad. ¿Estamos apostando todo a la contención o de verdad estamos haciendo el brete de la prevención? Porque una nueva cárcel puede sonar a solución rápida, a un parche efectivo para la inseguridad que nos tiene a todos hasta la coronilla. Pero si no se invierte con la misma fuerza en educación, en oportunidades de trabajo para jóvenes en riesgo y en programas de rehabilitación serios que eviten que los maes vuelvan a delinquir al salir, lo único que estamos haciendo es construir bodegas de gente cada vez más grandes y costosas.
Así que la vara está así: tenemos una aprobación inicial para una cárcel inspirada en un modelo polémico, financiada con recortes a otras áreas que también son vitales para el país. El segundo debate será la prueba de fuego. Pero mientras tanto, la discusión está en la calle, en los foros, en el bus. Y la pregunta es para todos nosotros. Ustedes qué dicen, maes? ¿Es esta la solución de seguridad que necesita Costa Rica, o nos estamos jalando una torta monumental al quitarle plata a otras áreas para construir más jaulas? ¿Vale la pena el costo?
Y diay, como era de esperarse, la sombra de Nayib Bukele es más larga que la de un ciprés al atardecer. Desde el día uno, la principal crítica de la oposición ha sido que este plan es un calco, una copia al carbón de la megacárcel que montó el presi salvadoreño. Aunque el Gobierno de Chaves al final tuvo que bajarle dos rayitas al plan original –que sí, era un chunche masivo al estilo Cecot salvadoreño– y lo dejó en una "ampliación", la esencia de la idea sigue ahí. La discusión de fondo es si de verdad queremos importar ese modelo de "mano dura" que, si bien puede generar titulares llamativos, también genera un montón de preguntas sobre derechos humanos y la verdadera rehabilitación de los reclusos.
Pero aquí es donde la puerca tuerce el rabo, como diría mi abuela. ¿De dónde sale toda esa plata? No es que encontraron una guaca de oro debajo del Plenario. Esos ¢7.870 millones, que son apenas el 40% de lo que costará la primera etapa, los están sacando de un lado para ponerlos en otro. Son partidas que originalmente iban para distintos ministerios. Y ahí es donde se arma el verdadero despiche del presupuesto. Varios diputados pegaron el grito al cielo, porque mientras se le da prioridad a construir más barrotes, ¿qué pasa con la plata para educación, para salud, para cultura? Es la pregunta del millón, y la respuesta del Gobierno parece ser que la seguridad es la prioridad número uno, cueste lo que cueste.
Más allá del chunche de cemento y barrotes, lo que de verdad está en juego es la filosofía del país para enfrentar la criminalidad. ¿Estamos apostando todo a la contención o de verdad estamos haciendo el brete de la prevención? Porque una nueva cárcel puede sonar a solución rápida, a un parche efectivo para la inseguridad que nos tiene a todos hasta la coronilla. Pero si no se invierte con la misma fuerza en educación, en oportunidades de trabajo para jóvenes en riesgo y en programas de rehabilitación serios que eviten que los maes vuelvan a delinquir al salir, lo único que estamos haciendo es construir bodegas de gente cada vez más grandes y costosas.
Así que la vara está así: tenemos una aprobación inicial para una cárcel inspirada en un modelo polémico, financiada con recortes a otras áreas que también son vitales para el país. El segundo debate será la prueba de fuego. Pero mientras tanto, la discusión está en la calle, en los foros, en el bus. Y la pregunta es para todos nosotros. Ustedes qué dicen, maes? ¿Es esta la solución de seguridad que necesita Costa Rica, o nos estamos jalando una torta monumental al quitarle plata a otras áreas para construir más jaulas? ¿Vale la pena el costo?