¡Ay, Dios mío! ¿Se imaginan empezar el martes así? La noche del lunes fue de pelos de punta en Costa Rica. Una racha de ataques armados casi consecutivos dejó al país entero temblando y a la Cruz Roja corriendo de un lado a otro. Tres incidentes, tres escenas de horror, y un saldo lamentable que nos hace preguntarnos: ¿hasta cuándo vamos a vivir con este miedo?
Todo empezó alrededor de las 12:30 de la mañana en Carrandí de Matina, Limón. Un par de muchachos fueron atacados a sangre fría, recibiendo unos balazos que los dejaron muy feos, como decimos acá. La Cruz Roja tuvo que movilizarse rápido para atenderlos; uno fue directo al CAIS de Siquirres, con heridas graves, y el otro, con la respiración entrecortada, rumbo a la clínica de Bataan. Uno anda bastante chipote, dicen los médicos.
Pero eso no era ni el principio ni el fin. Unas horas después, a las 3:37 a.m., la tranquilidad de Río Claro de Golfito, en Puntarenas, se hizo añicos. Otro tipo apareció con un tiro certero en el pecho. Ahí sí la tuvieron dura los paramédicos, tratando de darle oxígeno y estabilizarlo antes de mandarlo en ambulancia hacia el hospital Manuel Mora Valverde. Dicen que llegó allá con poco ritmo, agarrándole justo. Que se le iba el mundo.
Y cuando ya pensábamos que la madrugada no podía empeorar, llegó la peor noticia. A las 4:38 a.m. la alerta desde Salinas de Caldera, en Esparza, nos puso todos los pelos de punta. Al lugar, los equipos de rescate encontraron a un hombre tirado, con varios impactos de bala en la cabeza. Ya no había nada que hacer; lo declararon fallecido en el sitio mismo. Se fue al traste, definitivamente.
Ahora, la gran pregunta que ronda la mente de todos es: ¿hay conexión entre estos ataques? Las autoridades están investigando a toda máquina para tratar de resolver este misterio. Algunos sospechan que podría tratarse de una venganza, otros creen que es parte de una escalada de violencia relacionada con el narcotráfico. Pero, la verdad, nadie lo sabe con certeza. Este brete nos ha dejado a todos preocupados, porque demuestra que la inseguridad sigue siendo un problema serio en nuestro país.
Es evidente que la situación ha ido pegando duro en los últimos meses. Hemos visto cómo las cifras de criminalidad han aumentado, y cómo la sensación de temor se apodera de la gente. Ya no es seguro ni salir a la calle de noche, ni siquiera en los pueblos más tranquilos. ¿Quién puede negar que estamos viviendo tiempos difíciles? La policía ha intensificado sus patrullajes, pero parece que no es suficiente para frenar a estos vándalos.
Muchos se preguntan qué está pasando con Costa Rica, el país que siempre se jactaba de ser un oasis de paz y seguridad en Centroamérica. ¿Hemos perdido nuestra identidad? ¿Nos hemos convertido en otro país latinoamericano plagado de violencia? Estas preguntas nos duelen hasta el alma, porque sabemos que la respuesta no es fácil. Necesitamos urgentemente soluciones integrales que abarquen desde la educación hasta la justicia, pasando por el fortalecimiento de las instituciones públicas.
En fin, esta sucesión de tragedias nos deja un sabor amargo en la boca y nos obliga a reflexionar sobre el futuro que queremos para nuestros hijos. ¿Estamos dispuestos a seguir viviendo con este miedo constante? ¿Qué medidas debemos tomar como sociedad para recuperar la tranquilidad y la confianza en nuestras calles? Les pregunto, compañeros del Foro: ¿Ustedes creen que el gobierno está haciendo lo suficiente para combatir la creciente ola de violencia en el país, o necesitamos un cambio radical en las políticas de seguridad?
Todo empezó alrededor de las 12:30 de la mañana en Carrandí de Matina, Limón. Un par de muchachos fueron atacados a sangre fría, recibiendo unos balazos que los dejaron muy feos, como decimos acá. La Cruz Roja tuvo que movilizarse rápido para atenderlos; uno fue directo al CAIS de Siquirres, con heridas graves, y el otro, con la respiración entrecortada, rumbo a la clínica de Bataan. Uno anda bastante chipote, dicen los médicos.
Pero eso no era ni el principio ni el fin. Unas horas después, a las 3:37 a.m., la tranquilidad de Río Claro de Golfito, en Puntarenas, se hizo añicos. Otro tipo apareció con un tiro certero en el pecho. Ahí sí la tuvieron dura los paramédicos, tratando de darle oxígeno y estabilizarlo antes de mandarlo en ambulancia hacia el hospital Manuel Mora Valverde. Dicen que llegó allá con poco ritmo, agarrándole justo. Que se le iba el mundo.
Y cuando ya pensábamos que la madrugada no podía empeorar, llegó la peor noticia. A las 4:38 a.m. la alerta desde Salinas de Caldera, en Esparza, nos puso todos los pelos de punta. Al lugar, los equipos de rescate encontraron a un hombre tirado, con varios impactos de bala en la cabeza. Ya no había nada que hacer; lo declararon fallecido en el sitio mismo. Se fue al traste, definitivamente.
Ahora, la gran pregunta que ronda la mente de todos es: ¿hay conexión entre estos ataques? Las autoridades están investigando a toda máquina para tratar de resolver este misterio. Algunos sospechan que podría tratarse de una venganza, otros creen que es parte de una escalada de violencia relacionada con el narcotráfico. Pero, la verdad, nadie lo sabe con certeza. Este brete nos ha dejado a todos preocupados, porque demuestra que la inseguridad sigue siendo un problema serio en nuestro país.
Es evidente que la situación ha ido pegando duro en los últimos meses. Hemos visto cómo las cifras de criminalidad han aumentado, y cómo la sensación de temor se apodera de la gente. Ya no es seguro ni salir a la calle de noche, ni siquiera en los pueblos más tranquilos. ¿Quién puede negar que estamos viviendo tiempos difíciles? La policía ha intensificado sus patrullajes, pero parece que no es suficiente para frenar a estos vándalos.
Muchos se preguntan qué está pasando con Costa Rica, el país que siempre se jactaba de ser un oasis de paz y seguridad en Centroamérica. ¿Hemos perdido nuestra identidad? ¿Nos hemos convertido en otro país latinoamericano plagado de violencia? Estas preguntas nos duelen hasta el alma, porque sabemos que la respuesta no es fácil. Necesitamos urgentemente soluciones integrales que abarquen desde la educación hasta la justicia, pasando por el fortalecimiento de las instituciones públicas.
En fin, esta sucesión de tragedias nos deja un sabor amargo en la boca y nos obliga a reflexionar sobre el futuro que queremos para nuestros hijos. ¿Estamos dispuestos a seguir viviendo con este miedo constante? ¿Qué medidas debemos tomar como sociedad para recuperar la tranquilidad y la confianza en nuestras calles? Les pregunto, compañeros del Foro: ¿Ustedes creen que el gobierno está haciendo lo suficiente para combatir la creciente ola de violencia en el país, o necesitamos un cambio radical en las políticas de seguridad?
