A veces de verdad parece que en este país nos encanta pegarnos un tiro en el pie, y con la vara de Puerto Caldera ya la pistola está humeando. Ahora los que pegaron el grito al cielo fueron los maes de Aninsa, la gente del sector arrocero, y con toda la razón del mundo. Pero que no se nos olvide: aunque ellos hayan puesto el tema sobre la mesa otra vez, este clavo nos lo estamos metiendo todos, todos los días. La noticia no es nueva, pero la paciencia sí tiene fecha de caducidad, y parece que ya se venció.
Para ponerlo en perspectiva, el despiche en Caldera no es un tema de que “uy, se atrasó un barquito”. No, mae. Estamos hablando de que la principal puerta de entrada y salida de chereques en el Pacífico es un cuello de botella monumental. Cada día que un buque se queda haciendo fila en el mar, como si estuviera esperando campo en un parqueo de mall en diciembre, es un platal que se quema. Y adivinen quién paga esa fiesta. Exacto: usted y yo, cada vez que vamos al súper y vemos que el arroz, los frijoles, el chunche para el carro o la compu nueva están más caros. Es una cadena idiota: el puerto es ineficiente, el importador paga más por tener su mercadería varada, y ese costo extra nos lo clavan directo en la factura final. ¡Pura vida!
Y aquí es donde la puerca tuerce el rabo. No es que no se sepa cuál es la solución. El plan de modernización de Caldera tiene más tiempo de estar en la conversación que el “próximo año sí voy al gym”. El problema es el de siempre: la burocracia, la lentitud, el “estamos analizando” que se convierte en una eternidad. Los industriales del arroz lo dijeron clarito: exigen que la adjudicación del brete se haga ESTE MISMO AÑO. Porque cada mes que pasa con estudios y papeleos, todo el plan de ser un país más competitivo se nos puede ir al traste. No podemos pretender jugar en las grandes ligas si nuestra principal terminal parece una pulpería con una sola caja abierta.
Lo que más frustra es que esto va más allá del bolsillo. Es un ancla que frena el desarrollo de Costa Rica. Mientras otros países de la región le meten plata y cabeza a sus puertos para ser más ágiles, nosotros seguimos con un sistema que a duras penas da la talla. Como bien dicen los de Aninsa, tener un puerto eficiente no es un lujo, es una necesidad básica para que la economía respire. Es como tener la mejor idea para un negocio, pero que el local solo tenga una puerta de entrada y una de salida, ambas diminutas. Sencillamente no funciona, y nos estamos quedando atrás por pura parsimonia.
El diagnóstico está más que claro. La medicina se sabe cuál es. Pero el paciente sigue ahí, en cuidados intensivos, esperando que alguien se decida a aplicársela. La presión de los arroceros es apenas la punta del iceberg de un problema que afecta a exportadores, importadores y, al final de la cadena, a todos nosotros. Así que, la pregunta para el foro es directa y sin pelos en la lengua: ¿Ustedes de verdad creen que se le va a meter el hombro a esta vara antes de que termine el 2025? ¿O es puro humo para calmar las aguas y nos va a tocar seguir viendo cómo esta torta se hace cada vez más grande? ¡Los leo, compas!
Para ponerlo en perspectiva, el despiche en Caldera no es un tema de que “uy, se atrasó un barquito”. No, mae. Estamos hablando de que la principal puerta de entrada y salida de chereques en el Pacífico es un cuello de botella monumental. Cada día que un buque se queda haciendo fila en el mar, como si estuviera esperando campo en un parqueo de mall en diciembre, es un platal que se quema. Y adivinen quién paga esa fiesta. Exacto: usted y yo, cada vez que vamos al súper y vemos que el arroz, los frijoles, el chunche para el carro o la compu nueva están más caros. Es una cadena idiota: el puerto es ineficiente, el importador paga más por tener su mercadería varada, y ese costo extra nos lo clavan directo en la factura final. ¡Pura vida!
Y aquí es donde la puerca tuerce el rabo. No es que no se sepa cuál es la solución. El plan de modernización de Caldera tiene más tiempo de estar en la conversación que el “próximo año sí voy al gym”. El problema es el de siempre: la burocracia, la lentitud, el “estamos analizando” que se convierte en una eternidad. Los industriales del arroz lo dijeron clarito: exigen que la adjudicación del brete se haga ESTE MISMO AÑO. Porque cada mes que pasa con estudios y papeleos, todo el plan de ser un país más competitivo se nos puede ir al traste. No podemos pretender jugar en las grandes ligas si nuestra principal terminal parece una pulpería con una sola caja abierta.
Lo que más frustra es que esto va más allá del bolsillo. Es un ancla que frena el desarrollo de Costa Rica. Mientras otros países de la región le meten plata y cabeza a sus puertos para ser más ágiles, nosotros seguimos con un sistema que a duras penas da la talla. Como bien dicen los de Aninsa, tener un puerto eficiente no es un lujo, es una necesidad básica para que la economía respire. Es como tener la mejor idea para un negocio, pero que el local solo tenga una puerta de entrada y una de salida, ambas diminutas. Sencillamente no funciona, y nos estamos quedando atrás por pura parsimonia.
El diagnóstico está más que claro. La medicina se sabe cuál es. Pero el paciente sigue ahí, en cuidados intensivos, esperando que alguien se decida a aplicársela. La presión de los arroceros es apenas la punta del iceberg de un problema que afecta a exportadores, importadores y, al final de la cadena, a todos nosotros. Así que, la pregunta para el foro es directa y sin pelos en la lengua: ¿Ustedes de verdad creen que se le va a meter el hombro a esta vara antes de que termine el 2025? ¿O es puro humo para calmar las aguas y nos va a tocar seguir viendo cómo esta torta se hace cada vez más grande? ¡Los leo, compas!