Seamos honestos, ¿quién no ha fantaseado con la idea de jalar del país un tiempo, irse a pulsearla a Europa y ver qué pasa? Es casi un rito de paso para cualquier tico con un poquito de espíritu aventurero. Uno se imagina aprendiendo otro idioma, conociendo gente de todo lado y, por supuesto, ganando en una moneda que no se devalúe cada vez que estornuda el Ministro de Hacienda. Pues bueno, un mae llamado Joshua Mora está viviendo ese sueño y, para bien de todos los que amamos el chisme productivo, lo está contando todo en TikTok. La vara es que su historia tiene un giro que es pura esencia tica: la capacidad de adaptarse a lo que venga, aunque eso signifique cambiar el cuchillo de carnicero por una espátula de cocinar salchichas.
Joshua se fue para Limerick, Irlanda, con el plan de estudiar inglés y, como todo buen tico, buscarse un brete para no depender de los ahorros. Consiguió uno que sonaba bastante directo: carnicero. Uno se lo imagina cortando filetes, preparando choricillos y despachando carne como en cualquier carnicería de barrio. ¡Pero no! La realidad le tenía preparada una sorpresa. Resulta que su puesto en un mercado local era un híbrido rarísimo. Como él mismo cuenta, entre semana sí se dedica a la carnicería, pero los sábados la misión cambia por completo. El mae llega a las 6 a.m. pensando en vender salchichón y se topa con que su compañero le tiene listas 220 salchichas para que las cocine y las venda en forma de perros calientes.
Y aquí es donde la historia se pone todavía mejor. Porque no estamos hablando de cualquier salchicha. Joshua, con un humor que se nota a leguas, vacila a los “salchichómetros” de aquí, diciendo que allá no se andan con pequeñeces: son salchichas de 15 centímetros para arriba. ¡Qué nivel! Pero el verdadero gancho, la carnada que nos tiene a todos pegados a su video, son los números. El mae se echó a la bolsa 122 euros en una jornada de nueve horas. Haciendo la matemática rápida, eso es más o menos ₡8.100 por hora. ¡Ocho mil cien colones por hora cocinando y vendiendo hot dogs! Para ponerlo en perspectiva, es una cifra que muchos profesionales con título universitario en Costa Rica ni siquiera sueñan con ganar. Y lo está logrando con un brete que, aunque inesperado, suena hasta divertido.
Más allá de la plata, que ya de por sí es impresionante, lo que me parece más rescatable de esta historia es la actitud. ¡Qué carga este mae! En lugar de quejarse porque el brete no era exactamente lo que le prometieron, se lo tomó con la mejor vibra. Se puso a describir los “perros bravos” que prepara, con huevo, tocineta, cebollita y chile, y a mostrar su puestito con un orgullo contagioso. Eso es algo muy nuestro: la capacidad de encontrarle el lado bueno a las cosas y sacarle el jugo a cualquier oportunidad. Es la personificación del “pura vida” aplicado a la vida del inmigrante, una filosofía que te permite no solo sobrevivir, sino también disfrutar del despiche que a veces puede ser empezar de cero en otro país.
Al final, la historia de Joshua es un reflejo de esa Costa Rica que se la juega, que no le tiene miedo al trabajo duro y que sabe reírse de sí misma. Es una dosis de inspiración para cualquiera que esté pensando en dar el salto, y un recordatorio de que a veces los mejores planes son los que no planeamos. Es una vara que va más allá de un simple video de TikTok; es el testimonio de que con buena actitud y ganas de pulsearla, se puede llegar lejos, incluso si es vendiendo hot dogs tamaño XL en un mercado irlandés. Diay, maes, ¡qué chiva ver a un tico pegándola así!
¿Qué opinan ustedes? ¿Se animarían a un brete así, aunque no sea lo que esperaban, por la experiencia y la paga? ¡Cuenten sus historias!
Joshua se fue para Limerick, Irlanda, con el plan de estudiar inglés y, como todo buen tico, buscarse un brete para no depender de los ahorros. Consiguió uno que sonaba bastante directo: carnicero. Uno se lo imagina cortando filetes, preparando choricillos y despachando carne como en cualquier carnicería de barrio. ¡Pero no! La realidad le tenía preparada una sorpresa. Resulta que su puesto en un mercado local era un híbrido rarísimo. Como él mismo cuenta, entre semana sí se dedica a la carnicería, pero los sábados la misión cambia por completo. El mae llega a las 6 a.m. pensando en vender salchichón y se topa con que su compañero le tiene listas 220 salchichas para que las cocine y las venda en forma de perros calientes.
Y aquí es donde la historia se pone todavía mejor. Porque no estamos hablando de cualquier salchicha. Joshua, con un humor que se nota a leguas, vacila a los “salchichómetros” de aquí, diciendo que allá no se andan con pequeñeces: son salchichas de 15 centímetros para arriba. ¡Qué nivel! Pero el verdadero gancho, la carnada que nos tiene a todos pegados a su video, son los números. El mae se echó a la bolsa 122 euros en una jornada de nueve horas. Haciendo la matemática rápida, eso es más o menos ₡8.100 por hora. ¡Ocho mil cien colones por hora cocinando y vendiendo hot dogs! Para ponerlo en perspectiva, es una cifra que muchos profesionales con título universitario en Costa Rica ni siquiera sueñan con ganar. Y lo está logrando con un brete que, aunque inesperado, suena hasta divertido.
Más allá de la plata, que ya de por sí es impresionante, lo que me parece más rescatable de esta historia es la actitud. ¡Qué carga este mae! En lugar de quejarse porque el brete no era exactamente lo que le prometieron, se lo tomó con la mejor vibra. Se puso a describir los “perros bravos” que prepara, con huevo, tocineta, cebollita y chile, y a mostrar su puestito con un orgullo contagioso. Eso es algo muy nuestro: la capacidad de encontrarle el lado bueno a las cosas y sacarle el jugo a cualquier oportunidad. Es la personificación del “pura vida” aplicado a la vida del inmigrante, una filosofía que te permite no solo sobrevivir, sino también disfrutar del despiche que a veces puede ser empezar de cero en otro país.
Al final, la historia de Joshua es un reflejo de esa Costa Rica que se la juega, que no le tiene miedo al trabajo duro y que sabe reírse de sí misma. Es una dosis de inspiración para cualquiera que esté pensando en dar el salto, y un recordatorio de que a veces los mejores planes son los que no planeamos. Es una vara que va más allá de un simple video de TikTok; es el testimonio de que con buena actitud y ganas de pulsearla, se puede llegar lejos, incluso si es vendiendo hot dogs tamaño XL en un mercado irlandés. Diay, maes, ¡qué chiva ver a un tico pegándola así!
¿Qué opinan ustedes? ¿Se animarían a un brete así, aunque no sea lo que esperaban, por la experiencia y la paga? ¡Cuenten sus historias!