Seamos honestos. Todos hemos estado ahí: sentados en la silla del brete, sintiendo esa llamada de la naturaleza que no se puede ignorar. Miramos de reojo hacia la puerta del baño, calculamos quién está cerca, si hay mucho silencio en la oficina y, al final, decidimos aguantarnos “un toquecito más”. Diay, es que da pena, ¿verdad? Uno no quiere ser “el que acaba de ir”. Pues bueno, maes, parece que esa pena colectiva es una bomba de tiempo para nuestra salud y nos estamos jalando una torta monumental sin siquiera darnos cuenta.
La vara es que no es una simple impresión. Una encuesta reciente de Kimberly-Clark, la gente de Scott, tiró un dato que es para sentarse a llorar (pero no en el baño, ¡claramente!): un 45% de los centroamericanos evita activamente ir al baño durante la jornada laboral. ¡Casi la mitad de la gente! ¡Qué despiche! Esto significa que miles de personas pasan ocho horas o más conteniendo una función corporal que es tan natural como respirar, todo por el “qué dirán”. Y lo peor es que lo hemos normalizado tanto que ni siquiera lo vemos como el problemón que realmente es para nuestro cuerpo.
Y aquí es donde la cosa se pone fea de verdad. Esto no es un juego. Un doctor llamado Michael Schopis lo dejó clarísimo en un artículo para Medical News Today: aguantarse las ganas de forma rutinaria puede terminar en un desastre. Hablamos de estreñimiento crónico, de que el colon se inflame y viva enojado con uno, y en el peor de los casos, hasta de una perforación gastrointestinal. O sea, literalmente se le puede hacer un hueco a uno en las tripas. El experto advierte que acumular… bueno, “la carga” en el colon aumenta las bacterias, la inflamación y eleva el riesgo de desarrollar cáncer. ¡Qué sal! Que por pura vergüenza, nuestra salud se nos vaya al traste de esa manera.
El problema, por supuesto, no se limita a las cuatro paredes de la oficina. La misma encuesta reveló que un 54% de nosotros también evita usar el baño en casas ajenas. Es un tabú social que cargamos a todo lado. Aunque el 85% dice que ir al baño no debería ser un tema prohibido, la realidad es otra. Nos da pánico que alguien nos oiga, que quede algún olor, que se tape el inodoro… miles de escenarios catastróficos que nos montamos en la cabeza por una función que, irónicamente, compartimos todos los seres humanos del planeta. Es una vara ilógica, pero increíblemente poderosa.
Por dicha, hay gente tratando de cambiar el panorama. La misma gente de Kimberly-Clark lanzó una campaña llamada “Siéntete Cómodo”, que busca precisamente eso: que dejemos de ver el acto de ir al baño como un secreto de Estado. El objetivo es simple: normalizar la conversación, desarmar los prejuicios y recordarnos que nuestra salud y bienestar están por encima de cualquier estigma social. Al final del día, es nuestro cuerpo el que paga los platos rotos de una costumbre que no tiene ni pies ni cabeza. Así que la próxima vez que esté en el brete y sienta la llamada, haga un favor y simplemente vaya.
Y ahora les pregunto a ustedes, maes del foro: ¿Son parte de esa estadística? ¿Les da pena ir al baño en el brete o en la casa de un compa? ¡Suéltenlo todo en los comentarios! A ver si dejamos de jalarnos esta torta colectiva con nuestra salud.
La vara es que no es una simple impresión. Una encuesta reciente de Kimberly-Clark, la gente de Scott, tiró un dato que es para sentarse a llorar (pero no en el baño, ¡claramente!): un 45% de los centroamericanos evita activamente ir al baño durante la jornada laboral. ¡Casi la mitad de la gente! ¡Qué despiche! Esto significa que miles de personas pasan ocho horas o más conteniendo una función corporal que es tan natural como respirar, todo por el “qué dirán”. Y lo peor es que lo hemos normalizado tanto que ni siquiera lo vemos como el problemón que realmente es para nuestro cuerpo.
Y aquí es donde la cosa se pone fea de verdad. Esto no es un juego. Un doctor llamado Michael Schopis lo dejó clarísimo en un artículo para Medical News Today: aguantarse las ganas de forma rutinaria puede terminar en un desastre. Hablamos de estreñimiento crónico, de que el colon se inflame y viva enojado con uno, y en el peor de los casos, hasta de una perforación gastrointestinal. O sea, literalmente se le puede hacer un hueco a uno en las tripas. El experto advierte que acumular… bueno, “la carga” en el colon aumenta las bacterias, la inflamación y eleva el riesgo de desarrollar cáncer. ¡Qué sal! Que por pura vergüenza, nuestra salud se nos vaya al traste de esa manera.
El problema, por supuesto, no se limita a las cuatro paredes de la oficina. La misma encuesta reveló que un 54% de nosotros también evita usar el baño en casas ajenas. Es un tabú social que cargamos a todo lado. Aunque el 85% dice que ir al baño no debería ser un tema prohibido, la realidad es otra. Nos da pánico que alguien nos oiga, que quede algún olor, que se tape el inodoro… miles de escenarios catastróficos que nos montamos en la cabeza por una función que, irónicamente, compartimos todos los seres humanos del planeta. Es una vara ilógica, pero increíblemente poderosa.
Por dicha, hay gente tratando de cambiar el panorama. La misma gente de Kimberly-Clark lanzó una campaña llamada “Siéntete Cómodo”, que busca precisamente eso: que dejemos de ver el acto de ir al baño como un secreto de Estado. El objetivo es simple: normalizar la conversación, desarmar los prejuicios y recordarnos que nuestra salud y bienestar están por encima de cualquier estigma social. Al final del día, es nuestro cuerpo el que paga los platos rotos de una costumbre que no tiene ni pies ni cabeza. Así que la próxima vez que esté en el brete y sienta la llamada, haga un favor y simplemente vaya.
Y ahora les pregunto a ustedes, maes del foro: ¿Son parte de esa estadística? ¿Les da pena ir al baño en el brete o en la casa de un compa? ¡Suéltenlo todo en los comentarios! A ver si dejamos de jalarnos esta torta colectiva con nuestra salud.