Okay, maes, saquen las sombrillas, las capas y la paciencia, porque el Instituto Meteorológico Nacional (IMN) ya cantó la gallina para este jueves y, para sorpresa de absolutamente nadie, el pronóstico es: agua. Sí, otra vez. Parece que Tláloc anda con ganas de visitarnos y no se piensa ir pronto. La vara, según los que saben, es que sigue el bendito “arrastre de humedad” desde el mar. Básicamente, el océano nos está mandando todo el vapor que le sobra y aquí nos toca recibirlo en forma de baldazos.
La jugada empieza desde la mañana, para que no se confíen. Si usted es de los que vive en el Caribe Norte o la Zona Norte, vaya preparando el cafecito para ver llover desde la ventana, porque se anuncian lluvias dispersas desde temprano. Para el resto de nosotros, mortales del Valle Central, la mañana pinta “parcialmente nublada”, que en tico se traduce como “chance para lavar la ropa con el Jesús en la boca”. Pero no se hagan muchas ilusiones, porque ese sol mañanero es la trampa más vieja del manual del clima tico. Es el señuelo para que uno salga sin suéter y se congele a media tarde.
Y es que el plato fuerte, como siempre, viene después del almuerzo. Para la tarde y las primeras horas de la noche, el IMN nos receta aguaceros aislados con tormenta eléctrica para todo el Pacífico. Y aquí en la GAM, la cosa no es muy diferente: hay una alta probabilidad de que nos caiga el pelo de gato, especialmente en los sectores norte y oeste. Diay, es la historia de siempre. Uno aquí tratando de cuadrar una salida después del brete y el cielo con otros planes. Si tenían una mejenga o un picnic en La Sabana, mejor vayan pensando en un plan B. ¡Qué sal! Irse en bus a esas horas va a ser toda una odisea acuática.
Lo más curioso de este ciclo sin fin es cómo nos hemos acostumbrado. Ya uno ve esos nublones negros acercándose por los cerros de Escazú y entra en modo automático: cerrar ventanas, recoger la ropa que obviamente no se secó, y empezar a calcular cuánto más va a durar la presa para llegar a la casa. El olor a tierra mojada se vuelve el perfume oficial del país por meses. Es una relación de amor-odio: nos quejamos del agua, pero cuando hace un sol infernal por tres días seguidos, ya estamos pidiendo que refresque. No hay quite, es parte de lo que somos.
Al final, este pronóstico no es una noticia, es una confirmación de nuestra rutina. Es saber que el chunche más importante que uno puede andar estos días no es el celular, sino una sombrilla que aguante un ventolero sin desarmarse. La pregunta es cómo lo maneja cada uno. Hay gente que de verdad se amarga, mientras que otros simplemente aceptan que de mayo a noviembre vivimos en un modo anfibio. Es parte del paquete de vivir en este paraíso tropical que, a veces, se pasa de tropical.
Y ustedes, maes, ¿ya se resignaron o todavía pelean contra el baldazo? ¿Cuál es el chunche o la maña indispensable que tienen para sobrevivir a estos temporales sin que se les vaya el día al traste?
La jugada empieza desde la mañana, para que no se confíen. Si usted es de los que vive en el Caribe Norte o la Zona Norte, vaya preparando el cafecito para ver llover desde la ventana, porque se anuncian lluvias dispersas desde temprano. Para el resto de nosotros, mortales del Valle Central, la mañana pinta “parcialmente nublada”, que en tico se traduce como “chance para lavar la ropa con el Jesús en la boca”. Pero no se hagan muchas ilusiones, porque ese sol mañanero es la trampa más vieja del manual del clima tico. Es el señuelo para que uno salga sin suéter y se congele a media tarde.
Y es que el plato fuerte, como siempre, viene después del almuerzo. Para la tarde y las primeras horas de la noche, el IMN nos receta aguaceros aislados con tormenta eléctrica para todo el Pacífico. Y aquí en la GAM, la cosa no es muy diferente: hay una alta probabilidad de que nos caiga el pelo de gato, especialmente en los sectores norte y oeste. Diay, es la historia de siempre. Uno aquí tratando de cuadrar una salida después del brete y el cielo con otros planes. Si tenían una mejenga o un picnic en La Sabana, mejor vayan pensando en un plan B. ¡Qué sal! Irse en bus a esas horas va a ser toda una odisea acuática.
Lo más curioso de este ciclo sin fin es cómo nos hemos acostumbrado. Ya uno ve esos nublones negros acercándose por los cerros de Escazú y entra en modo automático: cerrar ventanas, recoger la ropa que obviamente no se secó, y empezar a calcular cuánto más va a durar la presa para llegar a la casa. El olor a tierra mojada se vuelve el perfume oficial del país por meses. Es una relación de amor-odio: nos quejamos del agua, pero cuando hace un sol infernal por tres días seguidos, ya estamos pidiendo que refresque. No hay quite, es parte de lo que somos.
Al final, este pronóstico no es una noticia, es una confirmación de nuestra rutina. Es saber que el chunche más importante que uno puede andar estos días no es el celular, sino una sombrilla que aguante un ventolero sin desarmarse. La pregunta es cómo lo maneja cada uno. Hay gente que de verdad se amarga, mientras que otros simplemente aceptan que de mayo a noviembre vivimos en un modo anfibio. Es parte del paquete de vivir en este paraíso tropical que, a veces, se pasa de tropical.
Y ustedes, maes, ¿ya se resignaron o todavía pelean contra el baldazo? ¿Cuál es el chunche o la maña indispensable que tienen para sobrevivir a estos temporales sin que se les vaya el día al traste?