¡Ay, Dios mío! Aquí estamos otra vez, discutiendo si ponerle más plata al sistema penitenciario es la solución a nuestros problemas de seguridad. Resulta que los diputados le dieron luz verde a ocho billones de colones para empezar a construir la temida megacárcel en Alajuela. Ocho billones, chunches, eso es una suma que da escalofríos, diay.
La idea, según dicen, es encarcelar a los maleantes más pesados del país, esos jefes del narcotráfico y tipos violentísimos que parecen sacados de película. Se habla de albergar a más de cinco mil reos, divididos en cinco módulos enormes, como si fuera un resort para delincuentes. Ya se imaginarán, la gente está que echa humo por todos lados preguntándose qué es lo que realmente vamos a lograr con esto.
Lo que pasa es que la situación nos está quemando, mae. Llevamos 583 homicidios este año, y parece que vamos camino a superar los nueve cientos al cierre. Eso es récords negros consecutivos, y nadie quiere ver otro número así. El Ministro de Justicia, Gerald Campos, dice que este brete cubre casi el cuarenta por ciento del proyecto, pero la cifra total ahora subió a veintiún billones, unos treinta y nueve millones de dólares. Parece que los costos siempre andan cambiando, ¡qué despiche!
La verdad es que muchos se preguntan si esta megacárcel es la verdadera solución. Claro, tener un lugar seguro para meter a los criminales más peligrosos suena bien en teoría, pero ¿y si seguimos ignorando las causas profundas de la violencia? La pobreza, la falta de oportunidades, el acceso limitado a la educación... estos temas siguen siendo un problema enorme, y simplemente meter a la gente presa no los resuelve, sino que quizás los agrava.
Además, recordemos que esto se financia con recortes a otras áreas. Sacaron lana del Ministerio de Seguridad, entre otros. ¿No sería mejor invertir esa plata en programas sociales, en mejorar la policía, en fortalecer el sistema judicial? Porque al final del día, necesitamos prevenir el delito, no solo castigarlo después de que ya ha ocurrido. Una cosita, la otra, tenemos que pensar bien las cosas porque no hay varitas mágicas, mi pana.
El nuevo complejo tendrá noventa mil metros cuadrados, con treinta y un mil dedicados a la construcción propiamente dicha. Imaginen la magnitud de la obra, los trabajos que implica, la cantidad de gente trabajando ahí. Por supuesto, también hay preocupación por el impacto ambiental, por el desplazamiento de comunidades, por la posibilidad de que se convierta en un foco de corrupción. Y ni hablar de la logística de mantener un lugar así funcionando, con personal capacitado y dispuesto a lidiar con individuos muy complicados.
Pero bueno, al final, la decisión ya está tomada. Ahora falta la firma del Presidente Chaves para que todo quede oficializado y empiecen los trabajos. Lo cierto es que esto ha abierto un debate nacional importantísimo. ¿Es la megacárcel la respuesta a nuestra crisis de inseguridad o solo una costosa cortina de humo para distraernos de los verdaderos problemas? Algunos opinan que es necesaria, que es la única forma de proteger a la población de los criminales más despiadados. Otros creen que es un desperdicio de recursos, que podríamos estar haciendo mejores cosas con ese dinero. Y luego están los que ven en esto una oportunidad para hacer negocios turbios, aprovechándose de la desesperación de la gente.
En fin, la pelota está en nuestro techo. La construcción de la megacárcel ya es un hecho inminente, y ahora toca estar atentos a cómo se desarrolla el proceso, cómo se gestionan los recursos, y si realmente logra cumplir sus objetivos. Pero me pregunto: ¿creemos sinceramente que construir una cárcel gigante detendrá la ola de violencia en Costa Rica, o deberíamos estar enfocándonos en soluciones más integrales y sostenibles?
La idea, según dicen, es encarcelar a los maleantes más pesados del país, esos jefes del narcotráfico y tipos violentísimos que parecen sacados de película. Se habla de albergar a más de cinco mil reos, divididos en cinco módulos enormes, como si fuera un resort para delincuentes. Ya se imaginarán, la gente está que echa humo por todos lados preguntándose qué es lo que realmente vamos a lograr con esto.
Lo que pasa es que la situación nos está quemando, mae. Llevamos 583 homicidios este año, y parece que vamos camino a superar los nueve cientos al cierre. Eso es récords negros consecutivos, y nadie quiere ver otro número así. El Ministro de Justicia, Gerald Campos, dice que este brete cubre casi el cuarenta por ciento del proyecto, pero la cifra total ahora subió a veintiún billones, unos treinta y nueve millones de dólares. Parece que los costos siempre andan cambiando, ¡qué despiche!
La verdad es que muchos se preguntan si esta megacárcel es la verdadera solución. Claro, tener un lugar seguro para meter a los criminales más peligrosos suena bien en teoría, pero ¿y si seguimos ignorando las causas profundas de la violencia? La pobreza, la falta de oportunidades, el acceso limitado a la educación... estos temas siguen siendo un problema enorme, y simplemente meter a la gente presa no los resuelve, sino que quizás los agrava.
Además, recordemos que esto se financia con recortes a otras áreas. Sacaron lana del Ministerio de Seguridad, entre otros. ¿No sería mejor invertir esa plata en programas sociales, en mejorar la policía, en fortalecer el sistema judicial? Porque al final del día, necesitamos prevenir el delito, no solo castigarlo después de que ya ha ocurrido. Una cosita, la otra, tenemos que pensar bien las cosas porque no hay varitas mágicas, mi pana.
El nuevo complejo tendrá noventa mil metros cuadrados, con treinta y un mil dedicados a la construcción propiamente dicha. Imaginen la magnitud de la obra, los trabajos que implica, la cantidad de gente trabajando ahí. Por supuesto, también hay preocupación por el impacto ambiental, por el desplazamiento de comunidades, por la posibilidad de que se convierta en un foco de corrupción. Y ni hablar de la logística de mantener un lugar así funcionando, con personal capacitado y dispuesto a lidiar con individuos muy complicados.
Pero bueno, al final, la decisión ya está tomada. Ahora falta la firma del Presidente Chaves para que todo quede oficializado y empiecen los trabajos. Lo cierto es que esto ha abierto un debate nacional importantísimo. ¿Es la megacárcel la respuesta a nuestra crisis de inseguridad o solo una costosa cortina de humo para distraernos de los verdaderos problemas? Algunos opinan que es necesaria, que es la única forma de proteger a la población de los criminales más despiadados. Otros creen que es un desperdicio de recursos, que podríamos estar haciendo mejores cosas con ese dinero. Y luego están los que ven en esto una oportunidad para hacer negocios turbios, aprovechándose de la desesperación de la gente.
En fin, la pelota está en nuestro techo. La construcción de la megacárcel ya es un hecho inminente, y ahora toca estar atentos a cómo se desarrolla el proceso, cómo se gestionan los recursos, y si realmente logra cumplir sus objetivos. Pero me pregunto: ¿creemos sinceramente que construir una cárcel gigante detendrá la ola de violencia en Costa Rica, o deberíamos estar enfocándonos en soluciones más integrales y sostenibles?