No solo los down son especiales, existe toda una serie de síndromes que afectan en mayor o menor grado el desarrollo de muchos niños y niñas.
Yo tengo la bendición de tener una angelita en mi casa. Mi hija mayor, Vanessa, de nueve años, tiene síndrome de Rett. No les puedo explicar con palabras lo que puede sentir un papá o una mamá en esta situación.
El inicio es muy duro, pero con el tiempo uno aprende a comprenderlos aún cuando no puedan hablar. Muchas veces basta una mirada para saber que están felices o que están incómodos, si tienen sueño o quieren compañía. Y cuando te ven a los ojos la inocencia y el amor se pueden sentir con una fuerza increible.
Yo la amo y cada vez que estoy con ella me la como a besos, a ella y a mi nos encanta.
Ya ella tiene el cielo ganado (es decir, nos lleva una enorme ventaja a todos los que la andamos pulseando), a mi solo me toca tratar de que ella sea lo más feliz posible mientras Dios me la preste.
Yo tengo la bendición de tener una angelita en mi casa. Mi hija mayor, Vanessa, de nueve años, tiene síndrome de Rett. No les puedo explicar con palabras lo que puede sentir un papá o una mamá en esta situación.
El inicio es muy duro, pero con el tiempo uno aprende a comprenderlos aún cuando no puedan hablar. Muchas veces basta una mirada para saber que están felices o que están incómodos, si tienen sueño o quieren compañía. Y cuando te ven a los ojos la inocencia y el amor se pueden sentir con una fuerza increible.
Yo la amo y cada vez que estoy con ella me la como a besos, a ella y a mi nos encanta.
Ya ella tiene el cielo ganado (es decir, nos lleva una enorme ventaja a todos los que la andamos pulseando), a mi solo me toca tratar de que ella sea lo más feliz posible mientras Dios me la preste.