¡Ay, pata qué vaina! La cosa está que arde con esta subasta de frecuencias de radio y tele que se rifó hace poco. Resulta que los obispos de la Iglesia Católica le metieron dedo, y no precisamente para pujar por un espacio en el aire. Lanzaron un comunicado que dejó a más de uno pensando, preguntándose si estamos convirtiendo la comunicación en pura lana.
Para ponerle pila al contexto, la Conferencia Episcopal de Costa Rica salió con un mensaje clarito: no pretenden meterse en tecnicismos ni en temas de economía, pero sí quieren asegurar que las decisiones que afectan la vida del país tengan base ética. Esto, luego de ver que varios medios, hasta algunos que deberían saber, decidieron echarse para atrás en la puja, seguramente por los precios que andaban dando. ¡Se puso feo!
La Iglesia dice que esto de las frecuencias va mucho más allá de un simple negocio. Hablan de un recurso público vital para sostener la democracia, un espacio donde todos podemos tener voz y participar en el debate nacional. "No hablamos simplemente de un bien comercial. Sino de un recurso público que sostiene la vida democrática del país", reza el comunicado oficial. ¡Qué palo, eh!
Y ahí no quedó la cosa, pues los obispos hacen un llamado urgente a que no se midan las frecuencias únicamente por quién paga más. Quieren un modelo diferente, uno que valore la dimensión humana y social de la comunicación. “Pensemos un modelo que reconozca la dimensión humana y social de la comunicación. El país ganará más asegurando pluralidad que maximizando ingresos”, dicen. ¡Duros, eh! Parece que les preocupa que unos pocos carteles monopolicen toda la información.
El documento profundiza, defendiendo que cuidar las frecuencias es proteger el derecho del pueblo a una palabra libre, diversa y responsable. "Cuidar las frecuencias no es cuidar a una institución. Es cuidar el derecho de nuestro pueblo a una palabra libre, diversa, responsable y profundamente humana”, enfatizan. Es como decirnos que la información no es solo para los que tienen dinero, sino para todos nosotros.
Ahora, la referencia a la Doctrina Social de la Iglesia Católica es clave. Explican que los bienes comunes deben beneficiar a toda la sociedad, no solo a los más ricos. Advierten que si un Estado se enfoca solo en recaudar plata con la subasta, reduce la comunicación a un mero producto de mercado, perdiendo de vista su importancia cultural y espiritual. “Cuando un Estado decide asignar frecuencias solo bajo criterios de recaudación o competencia financiera, corre el riesgo de reducir la comunicación a un mercado, olvidando su dimensión social, cultural y espiritual.”
Pero, ¿qué hacemos entonces? Los obispos proponen repensar el sistema de subasta y considerar otros factores, como la trayectoria del medio, su aporte al bien común, su impacto educativo, su compromiso con la promoción de valores, la representación de comunidades locales y minoritarias, e incluso la preservación de aquellos espacios que no buscan el lucro, sino cumplir una misión de servicio público. Esto podría darle una oportunidad a esos pequeños medios comunitarios y culturales que luchan día tras día para llegar a audiencias específicas, ¿no creen?
En fin, la pelota está en el tejado del Gobierno y de los legisladores. ¿Será posible escuchar esta advertencia y diseñar un nuevo modelo para la distribución de frecuencias que realmente promueva la diversidad y la inclusión? Compañeros del Foro, díganme ustedes: ¿cree que el gobierno escuchará a la Iglesia y cambiará la forma en que se distribuyen las frecuencias, o seguiremos viendo cómo unos pocos se llevan la tajada grande mientras los demás nos quedamos sin voz?
Para ponerle pila al contexto, la Conferencia Episcopal de Costa Rica salió con un mensaje clarito: no pretenden meterse en tecnicismos ni en temas de economía, pero sí quieren asegurar que las decisiones que afectan la vida del país tengan base ética. Esto, luego de ver que varios medios, hasta algunos que deberían saber, decidieron echarse para atrás en la puja, seguramente por los precios que andaban dando. ¡Se puso feo!
La Iglesia dice que esto de las frecuencias va mucho más allá de un simple negocio. Hablan de un recurso público vital para sostener la democracia, un espacio donde todos podemos tener voz y participar en el debate nacional. "No hablamos simplemente de un bien comercial. Sino de un recurso público que sostiene la vida democrática del país", reza el comunicado oficial. ¡Qué palo, eh!
Y ahí no quedó la cosa, pues los obispos hacen un llamado urgente a que no se midan las frecuencias únicamente por quién paga más. Quieren un modelo diferente, uno que valore la dimensión humana y social de la comunicación. “Pensemos un modelo que reconozca la dimensión humana y social de la comunicación. El país ganará más asegurando pluralidad que maximizando ingresos”, dicen. ¡Duros, eh! Parece que les preocupa que unos pocos carteles monopolicen toda la información.
El documento profundiza, defendiendo que cuidar las frecuencias es proteger el derecho del pueblo a una palabra libre, diversa y responsable. "Cuidar las frecuencias no es cuidar a una institución. Es cuidar el derecho de nuestro pueblo a una palabra libre, diversa, responsable y profundamente humana”, enfatizan. Es como decirnos que la información no es solo para los que tienen dinero, sino para todos nosotros.
Ahora, la referencia a la Doctrina Social de la Iglesia Católica es clave. Explican que los bienes comunes deben beneficiar a toda la sociedad, no solo a los más ricos. Advierten que si un Estado se enfoca solo en recaudar plata con la subasta, reduce la comunicación a un mero producto de mercado, perdiendo de vista su importancia cultural y espiritual. “Cuando un Estado decide asignar frecuencias solo bajo criterios de recaudación o competencia financiera, corre el riesgo de reducir la comunicación a un mercado, olvidando su dimensión social, cultural y espiritual.”
Pero, ¿qué hacemos entonces? Los obispos proponen repensar el sistema de subasta y considerar otros factores, como la trayectoria del medio, su aporte al bien común, su impacto educativo, su compromiso con la promoción de valores, la representación de comunidades locales y minoritarias, e incluso la preservación de aquellos espacios que no buscan el lucro, sino cumplir una misión de servicio público. Esto podría darle una oportunidad a esos pequeños medios comunitarios y culturales que luchan día tras día para llegar a audiencias específicas, ¿no creen?
En fin, la pelota está en el tejado del Gobierno y de los legisladores. ¿Será posible escuchar esta advertencia y diseñar un nuevo modelo para la distribución de frecuencias que realmente promueva la diversidad y la inclusión? Compañeros del Foro, díganme ustedes: ¿cree que el gobierno escuchará a la Iglesia y cambiará la forma en que se distribuyen las frecuencias, o seguiremos viendo cómo unos pocos se llevan la tajada grande mientras los demás nos quedamos sin voz?