Esposita complaciente
ANÓNIMO
Hola de nuevo a todos, por acá les dejo otro texto, me comentan qué tal les parece...
Encantadora de serpientes…
Comienzo a tocar el pungi ubicado una cuarta abajo de mi ombligo, entre mis piernas, para despertar tu víbora de un solo ojo que yace dormida… Se encuentra en un trance profundo y aislado, impávida y serena. Hago vibrar mis caderas para que se incorpore, porque, como ya sabés, los ofidios no perciben sonidos, así que debo restregarme poco a poco sobre ella para que pueda incorporarse.
Hecho esto, se manifiesta, fuerte, intrépida, ferviente, lista para tentarme, no como la Eva pecaminosa que soy, sino como la puta solícita que busca cómo lograr cada día, en el que estoy junto a vos, una erección; a pesar de que decidás contener dicho impulso, porque es precisamente en ese instante cuando aparece mi motivación: mantenerte duro, cortar tu respiración y captar tu atención solo para mí.
Existen reptiles de muchos largos y grosores; también de variados temperamentos y colores. No muestro predilección por un tipo en específico, tal vez porque en el fondo su forma me parece insulsa y aburrida. Dicho esto, ignoro a qué se debe la admiración que muestro ante este ser supraterrenal… ¿Será que, como la cobra, con su bamboleo lográs cautivarme, seducirme e inducirme a un estado de fascinación para conseguir todas tus apetencias?
Procedo a tocar tu flauta, suavemente… Coloco mis labios en la punta y la introduzco en mi boca. Se encuentra húmeda, no necesariamente porque la haya palpado otra antes que yo, sino precisamente porque soy yo quien se pone de rodillas ante vos y me inclino para verte mejor… La sujeto con mis manos y recorro cada milímetro de su dimensión; comenzás a emitir gemidos –no estoy clara de si son de lujuria o de gozo, porque tu respiración profunda me impide determinar completamente su significado–.
Recorro lentamente tus piernas, con la yema de mis dedos, aprisionando las terminaciones sensoriales de tu piel, de tu miembro. Erizo tu cuerpo y me escurro entre tus extremidades como una gata en celo, arañando tu cariño, tu atención… Quiero que me acicalés con tu lengua, por lo que te expongo mi sexo para que lamisqués lo interno de mis orificios… Me volteás intempestivamente y me colocás en posición coitus a tergo. A pesar de que me encanta que me cojan duro por detrás, debés mesurar tu vigor porque podés perforar mi inexistente inocencia… Sujetás mi cabello fuertemente para aprisionarme en tu red de poder, y golpeás mis nalgas para demostrarme tu dominio; yo, por mi parte, no hago más que pararte el culo, para que me penetrés cada vez más.
Me encuentro en la encrucijada de si debo matarte como Apolo a Pitón; no obstante, te enredás en mi cuerpo asfixiándome y quitándome las fuerzas de la poca mesura que me hacía resistir… De tal manera, me rodeás con tus prolongaciones y aprisionás mi decencia, liberando a la meretriz que permanece oculta en las profundidades de mi vientre, ansiosa de un resurgimiento de perversión para demostrar lo mucho que te puedo complacer.
Quiero mi cabello como el de Medusa, con miles de sierpes alrededor de mis pensamientos, rodeándome con sus siseos cargados de ponzoña… Deseo que me muerdan y claven cada uno de sus dientes, que rasguen mi piel, me produzcan dolor y placer, que repten sobre cada centímetro de mi superficie, todas al mismo tiempo, juntas en esta fiesta orgiástica de falos cubriendo mi cuerpo…
Te venero, encarnación del demonio, provocadora de morbo y de mis fantasías extrasensoriales. Abusá de mí día y noche, violá mi código de mesura e irracionalizá mis sentidos. Fertilizame con tu simiente sucia y desbocada, sembrá en mí tu sentimiento maligno y repulsivo, para liberarme de las ataduras que me impiden resurgir.
Lamé con tu lengua bífida mi hendidura, transfiriéndome tu poder y tu fuerza destructora… Quiero complacer a los dioses. Inmovilizame con tu mirada, para que iniciés mi captura. Invierto los papeles y ahora sos vos quien me encanta, quien me domina, quien me seduce y me atrapa, así, como me gusta; quiero que me tratés suavemente… Comenzá el cortejo y dancemos al ritmo de la presencia de nuestros jadeos.
Necesito amaestrarte, impedir que querás escapar a otras prominentes montañas. Voy a capturarte entre mis piernas para inmovilizar tus ansias: las enroscaré alrededor de tu cuerpo, fuerte, con ganas, para que sintás que te elijo a vos de entre todo este nido de víboras… Tu lomo predomina frondoso por sobre los demás, tu movimiento en mi clítoris eclipsa la luz de los otros, y el tósigo de tus palabras sucias erotiza mi oído.
Una vez concluido el acto, procedo a encerrarte en mi bóveda personal, en la cesta recubierta de fluidos que me escurren por entre las piernas… Ya bulliste lo suficiente como para hacerme terminar, no una vez, sino muchas, una tras otra, evidenciadas en las arcadas de los orgasmos que me hacés reproducir. Dormite, ya fue suficiente; descansá de la persecución que acabo de efectuar contra vos. Ha sido inmesuramente placentero dominar tu bestia… Por ahora, dejaré que perezcás hasta que necesite aplacar, otra vez, mi lascivia existencia…
Hecho esto, se manifiesta, fuerte, intrépida, ferviente, lista para tentarme, no como la Eva pecaminosa que soy, sino como la puta solícita que busca cómo lograr cada día, en el que estoy junto a vos, una erección; a pesar de que decidás contener dicho impulso, porque es precisamente en ese instante cuando aparece mi motivación: mantenerte duro, cortar tu respiración y captar tu atención solo para mí.
Existen reptiles de muchos largos y grosores; también de variados temperamentos y colores. No muestro predilección por un tipo en específico, tal vez porque en el fondo su forma me parece insulsa y aburrida. Dicho esto, ignoro a qué se debe la admiración que muestro ante este ser supraterrenal… ¿Será que, como la cobra, con su bamboleo lográs cautivarme, seducirme e inducirme a un estado de fascinación para conseguir todas tus apetencias?
Procedo a tocar tu flauta, suavemente… Coloco mis labios en la punta y la introduzco en mi boca. Se encuentra húmeda, no necesariamente porque la haya palpado otra antes que yo, sino precisamente porque soy yo quien se pone de rodillas ante vos y me inclino para verte mejor… La sujeto con mis manos y recorro cada milímetro de su dimensión; comenzás a emitir gemidos –no estoy clara de si son de lujuria o de gozo, porque tu respiración profunda me impide determinar completamente su significado–.
Recorro lentamente tus piernas, con la yema de mis dedos, aprisionando las terminaciones sensoriales de tu piel, de tu miembro. Erizo tu cuerpo y me escurro entre tus extremidades como una gata en celo, arañando tu cariño, tu atención… Quiero que me acicalés con tu lengua, por lo que te expongo mi sexo para que lamisqués lo interno de mis orificios… Me volteás intempestivamente y me colocás en posición coitus a tergo. A pesar de que me encanta que me cojan duro por detrás, debés mesurar tu vigor porque podés perforar mi inexistente inocencia… Sujetás mi cabello fuertemente para aprisionarme en tu red de poder, y golpeás mis nalgas para demostrarme tu dominio; yo, por mi parte, no hago más que pararte el culo, para que me penetrés cada vez más.
Me encuentro en la encrucijada de si debo matarte como Apolo a Pitón; no obstante, te enredás en mi cuerpo asfixiándome y quitándome las fuerzas de la poca mesura que me hacía resistir… De tal manera, me rodeás con tus prolongaciones y aprisionás mi decencia, liberando a la meretriz que permanece oculta en las profundidades de mi vientre, ansiosa de un resurgimiento de perversión para demostrar lo mucho que te puedo complacer.
Quiero mi cabello como el de Medusa, con miles de sierpes alrededor de mis pensamientos, rodeándome con sus siseos cargados de ponzoña… Deseo que me muerdan y claven cada uno de sus dientes, que rasguen mi piel, me produzcan dolor y placer, que repten sobre cada centímetro de mi superficie, todas al mismo tiempo, juntas en esta fiesta orgiástica de falos cubriendo mi cuerpo…
Te venero, encarnación del demonio, provocadora de morbo y de mis fantasías extrasensoriales. Abusá de mí día y noche, violá mi código de mesura e irracionalizá mis sentidos. Fertilizame con tu simiente sucia y desbocada, sembrá en mí tu sentimiento maligno y repulsivo, para liberarme de las ataduras que me impiden resurgir.
Lamé con tu lengua bífida mi hendidura, transfiriéndome tu poder y tu fuerza destructora… Quiero complacer a los dioses. Inmovilizame con tu mirada, para que iniciés mi captura. Invierto los papeles y ahora sos vos quien me encanta, quien me domina, quien me seduce y me atrapa, así, como me gusta; quiero que me tratés suavemente… Comenzá el cortejo y dancemos al ritmo de la presencia de nuestros jadeos.
Necesito amaestrarte, impedir que querás escapar a otras prominentes montañas. Voy a capturarte entre mis piernas para inmovilizar tus ansias: las enroscaré alrededor de tu cuerpo, fuerte, con ganas, para que sintás que te elijo a vos de entre todo este nido de víboras… Tu lomo predomina frondoso por sobre los demás, tu movimiento en mi clítoris eclipsa la luz de los otros, y el tósigo de tus palabras sucias erotiza mi oído.
Una vez concluido el acto, procedo a encerrarte en mi bóveda personal, en la cesta recubierta de fluidos que me escurren por entre las piernas… Ya bulliste lo suficiente como para hacerme terminar, no una vez, sino muchas, una tras otra, evidenciadas en las arcadas de los orgasmos que me hacés reproducir. Dormite, ya fue suficiente; descansá de la persecución que acabo de efectuar contra vos. Ha sido inmesuramente placentero dominar tu bestia… Por ahora, dejaré que perezcás hasta que necesite aplacar, otra vez, mi lascivia existencia…
