Maes, en serio. A veces uno lee las noticias y tiene que parar un toque para procesar el despiche. Porque no hay otra palabra para describir lo que, al parecer, está pasando en el Liceo Experimental Bilingüe de Palmares. Y no, no es un hecho aislado, una simple torta de unos güilas. La vara se está poniendo color de hormiga y ya son dos bombazos mediáticos en cuestión de días, provenientes del mismo centro educativo. Uno se pregunta si la brújula institucional se fue al traste por completo o si apenas estamos viendo la punta del iceberg.
Primero, la noticia más reciente: el famoso video. Un clip que anda rodando por todo lado (aunque los medios serios no lo publiquen, y hacen bien) donde se ve a un grupo de estudiantes en lo que parece un reto de redes sociales. La gracia del "challenge", aparentemente, es inhalar una sustancia. Mientras uno de los maes lo hace, los otros lo motivan con un clásico "¡Dele, dele!". Hasta se escucha a uno decir que con una segunda ronda gana la "competencia". Diay, más allá del acto en sí, que ya es grave, lo que a mí me deja helada es la normalización del desafío. La necesidad de grabarlo todo, de competir por ver quién se jala la torta más grande, todo por un poco de validación digital efímera. Ya no es el consumo a escondidas, es el consumo como espectáculo.
Pero como si esa vara no fuera suficiente para encender todas las alarmas, recordemos lo que pasó la semana anterior. Y aquí es donde el estómago se revuelca de verdad. La denuncia de un presunto abuso sexual contra un estudiante de sétimo año, supuestamente cometido por un grupo de entre seis y siete compañeros dentro de un baño del mismo liceo. O sea, estamos hablando de una escalada de violencia y descomposición que es simplemente aterradora. Pasar de retos virales estúpidos a un acto de agresión tan brutal en el mismo espacio... ¡qué sal! Demuestra una falla sistémica en la supervisión, en la seguridad y, sobre todo, en la formación de valores que se supone un centro educativo debe garantizar.
La respuesta oficial, como casi siempre, es un balde de agua tibia. El director regional, Miguel Sibaja, sale a decir lo de siempre: que "están investigando". Que van a verificar si el video es de ahí, si los alumnos siguen activos… el protocolo de manual que suena más a control de daños que a una solución real. Y uno entiende que hay un debido proceso, claro, pero la comunidad de padres de familia debe estar que se sube por las paredes. Porque mientras la burocracia avanza a paso de tortuga, ellos siguen mandando a sus hijos a un lugar donde, en apariencia, la seguridad se hizo humo. El brete que tienen el MEP y la dirección del colegio no es solo apagar este incendio, sino reconstruir una confianza que está hecha cenizas.
Al final, esto va más allá de Palmares. Lo que pasa en ese liceo es un síntoma de problemas mucho más profundos que tenemos como sociedad: el impacto de la presión social digital, la falta de herramientas para lidiar con la salud mental de los jóvenes y la erosión del colegio como un espacio seguro. Nos rasgamos las vestiduras, pero no atacamos la raíz del problema. Y mientras tanto, los güilas siguen navegando solos en un mar de retos virales y violencia normalizada. Por eso les pregunto a ustedes, maes: ¿Esto es un fallo exclusivo de la administración del colegio o es el reflejo de que como sociedad les estamos fallando a nuestros adolescentes? Abro el debate.
Primero, la noticia más reciente: el famoso video. Un clip que anda rodando por todo lado (aunque los medios serios no lo publiquen, y hacen bien) donde se ve a un grupo de estudiantes en lo que parece un reto de redes sociales. La gracia del "challenge", aparentemente, es inhalar una sustancia. Mientras uno de los maes lo hace, los otros lo motivan con un clásico "¡Dele, dele!". Hasta se escucha a uno decir que con una segunda ronda gana la "competencia". Diay, más allá del acto en sí, que ya es grave, lo que a mí me deja helada es la normalización del desafío. La necesidad de grabarlo todo, de competir por ver quién se jala la torta más grande, todo por un poco de validación digital efímera. Ya no es el consumo a escondidas, es el consumo como espectáculo.
Pero como si esa vara no fuera suficiente para encender todas las alarmas, recordemos lo que pasó la semana anterior. Y aquí es donde el estómago se revuelca de verdad. La denuncia de un presunto abuso sexual contra un estudiante de sétimo año, supuestamente cometido por un grupo de entre seis y siete compañeros dentro de un baño del mismo liceo. O sea, estamos hablando de una escalada de violencia y descomposición que es simplemente aterradora. Pasar de retos virales estúpidos a un acto de agresión tan brutal en el mismo espacio... ¡qué sal! Demuestra una falla sistémica en la supervisión, en la seguridad y, sobre todo, en la formación de valores que se supone un centro educativo debe garantizar.
La respuesta oficial, como casi siempre, es un balde de agua tibia. El director regional, Miguel Sibaja, sale a decir lo de siempre: que "están investigando". Que van a verificar si el video es de ahí, si los alumnos siguen activos… el protocolo de manual que suena más a control de daños que a una solución real. Y uno entiende que hay un debido proceso, claro, pero la comunidad de padres de familia debe estar que se sube por las paredes. Porque mientras la burocracia avanza a paso de tortuga, ellos siguen mandando a sus hijos a un lugar donde, en apariencia, la seguridad se hizo humo. El brete que tienen el MEP y la dirección del colegio no es solo apagar este incendio, sino reconstruir una confianza que está hecha cenizas.
Al final, esto va más allá de Palmares. Lo que pasa en ese liceo es un síntoma de problemas mucho más profundos que tenemos como sociedad: el impacto de la presión social digital, la falta de herramientas para lidiar con la salud mental de los jóvenes y la erosión del colegio como un espacio seguro. Nos rasgamos las vestiduras, pero no atacamos la raíz del problema. Y mientras tanto, los güilas siguen navegando solos en un mar de retos virales y violencia normalizada. Por eso les pregunto a ustedes, maes: ¿Esto es un fallo exclusivo de la administración del colegio o es el reflejo de que como sociedad les estamos fallando a nuestros adolescentes? Abro el debate.