¡Ay, Dios mío! Qué panorama nos tocó, raza. Pavas amaneció con el corazón latiendo a mil y la bronca pegada, entre balazos, amenazas de bomba y escuelas cerradas. No es juego de niños, amigos, esto pinta feo y nos deja pensando qué estará pasando con nuestra seguridad.
Todo empezó temprano, como unas ocho de la mañana, cuando unos tipos armados le metieron bala a un taxista informal en Lomas del Río. El pobre hueso salió muy mal herido y aunque lo llevaron corriendo a la clínica de Pavas, ahí quedó, sin poder seguirle dando vueltas a la vida. ¡Qué sal, mae! Justo cuando uno trata de ganarse la vida honestamente… uno nunca sabe cuándo le tocará el turno.
Después de eso, el chapuzón cayó para las escuelas de la zona. El Ministerio de Educación Pública (MEP) tuvo que suspender clases en Lomas del Río, el Jardín de Niños y el Colegio Rincón Grande. Imagínate el susto que se agarraron los nenes y los profes, tener que salir corriendo así, sin avisos ni nada. Menor preocupación tenían si hubieran ido a caminar por la montaña de Poás.
Pero como si fuera poco, ¡llegó otra sorpresa! Unas horas después, encontraron una caja misteriosa tirada frente al cuerpo de bomberos. ¡Uy, qué brete! Por precaución, cerraron la calle principal y acordonaron toda la zona, porque nadie quería arriesgarse a que fuera dinamita o cualquier artilugio peligroso. Con razón andaban todos nerviosos y con la mosca detrás de la oreja.
Y para rematar, en Santo Domingo de Heredia apareció otra amenaza que puso a temblar a la comunidad educativa. El Liceo local tuvo que cancelar las clases debido a una amenaza de tiroteo, confirmaron desde el MEP. Parece que alguien anda con ganas de hacer daño, y eso da mucho que pensar. De hecho, recordó a muchos el caso de la universidad anterior.
Hablando de universidades, la Universidad de Costa Rica (UCR) ya había sufrido una amenaza similar el jueves pasado. Recibieron un mensaje bastante perturbador, donde un tipo –que se hace llamar miembro de un grupo online llamado ‘764’– juraba que iba a atacar la universidad con pistolas y cuchillos, e incluso amenazaba con quitarse la vida después. ¡Qué cara de gallina! Aunque algunos dirían que la atención mediática podría haberlo impulsado a hacerlo.
El texto de la amenaza, escrito con errores de ortografía abundantes, decía textualmente: “Pertenezco a un grupo de internet llamado 764 y les informo que estoy a punto de realizar un atauqe (sic) armado en una institución de la UCR. Ire (sic) armado con dos pistolas y cuchillos y matare (sic) a tanta gente como sea posible y luego me suicidare (sic). Esta sera (sic) mi venganza por todo el dolor que me causaron. Todos ustedes sufriran (sic) asi (sic) como yo sufri (sic)”. Una vez más, la UCR denunció el caso ante el OIJ, esperando que puedan identificar al responsable lo más pronto posible y evitar que pase algo malo.
En fin, parece que estamos viviendo tiempos turbios, diay. La ola de violencia y amenazas parece estar creciendo, y nos obliga a preguntarnos: ¿Hasta dónde vamos a llegar? ¿Estamos perdiendo la tranquilidad que tanto apreciamos de nuestro país? ¿Creen que estas medidas preventivas son suficientes para proteger nuestras comunidades y nuestros jóvenes, o deberíamos buscar otras soluciones más profundas?
Todo empezó temprano, como unas ocho de la mañana, cuando unos tipos armados le metieron bala a un taxista informal en Lomas del Río. El pobre hueso salió muy mal herido y aunque lo llevaron corriendo a la clínica de Pavas, ahí quedó, sin poder seguirle dando vueltas a la vida. ¡Qué sal, mae! Justo cuando uno trata de ganarse la vida honestamente… uno nunca sabe cuándo le tocará el turno.
Después de eso, el chapuzón cayó para las escuelas de la zona. El Ministerio de Educación Pública (MEP) tuvo que suspender clases en Lomas del Río, el Jardín de Niños y el Colegio Rincón Grande. Imagínate el susto que se agarraron los nenes y los profes, tener que salir corriendo así, sin avisos ni nada. Menor preocupación tenían si hubieran ido a caminar por la montaña de Poás.
Pero como si fuera poco, ¡llegó otra sorpresa! Unas horas después, encontraron una caja misteriosa tirada frente al cuerpo de bomberos. ¡Uy, qué brete! Por precaución, cerraron la calle principal y acordonaron toda la zona, porque nadie quería arriesgarse a que fuera dinamita o cualquier artilugio peligroso. Con razón andaban todos nerviosos y con la mosca detrás de la oreja.
Y para rematar, en Santo Domingo de Heredia apareció otra amenaza que puso a temblar a la comunidad educativa. El Liceo local tuvo que cancelar las clases debido a una amenaza de tiroteo, confirmaron desde el MEP. Parece que alguien anda con ganas de hacer daño, y eso da mucho que pensar. De hecho, recordó a muchos el caso de la universidad anterior.
Hablando de universidades, la Universidad de Costa Rica (UCR) ya había sufrido una amenaza similar el jueves pasado. Recibieron un mensaje bastante perturbador, donde un tipo –que se hace llamar miembro de un grupo online llamado ‘764’– juraba que iba a atacar la universidad con pistolas y cuchillos, e incluso amenazaba con quitarse la vida después. ¡Qué cara de gallina! Aunque algunos dirían que la atención mediática podría haberlo impulsado a hacerlo.
El texto de la amenaza, escrito con errores de ortografía abundantes, decía textualmente: “Pertenezco a un grupo de internet llamado 764 y les informo que estoy a punto de realizar un atauqe (sic) armado en una institución de la UCR. Ire (sic) armado con dos pistolas y cuchillos y matare (sic) a tanta gente como sea posible y luego me suicidare (sic). Esta sera (sic) mi venganza por todo el dolor que me causaron. Todos ustedes sufriran (sic) asi (sic) como yo sufri (sic)”. Una vez más, la UCR denunció el caso ante el OIJ, esperando que puedan identificar al responsable lo más pronto posible y evitar que pase algo malo.
En fin, parece que estamos viviendo tiempos turbios, diay. La ola de violencia y amenazas parece estar creciendo, y nos obliga a preguntarnos: ¿Hasta dónde vamos a llegar? ¿Estamos perdiendo la tranquilidad que tanto apreciamos de nuestro país? ¿Creen que estas medidas preventivas son suficientes para proteger nuestras comunidades y nuestros jóvenes, o deberíamos buscar otras soluciones más profundas?