Muy buena la editorial de la nación de hoy sobre el tema:
Defensa y soberanía
El conflicto entre Colombia y Ecuador enfrenta dos valores legítimos
El verdadero origen de la escalada es la complicidad con la acción de las FARC
La grave crisis que se ha suscitado entre Colombia y Ecuador –a la cual, sin razón alguna, se ha sumado Venezuela– enfrenta dos imperativos que todo Estado o Gobierno debe ejercer y que, en este caso, han entrado en conflicto: por uno, la defensa de su seguridad y la de sus ciudadanos; por otro, la soberanía. Lo importante es hacer todo lo posible porque la situación no se deteriore aún más, y que pueda restaurarse algún tipo de normalidad a las relaciones entre esos países, en especial de Colombia y Ecuador.
El detonante ha sido la incursión de las fuerzas armadas colombianas en territorio ecuatoriano, para abatir a uno de los principales dirigentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Las consecuencias escalaron ayer cuando el Gobierno ecuatoriano dispuso la ruptura de relaciones, el venezolano expulsó a todo el personal de la embajada colombiana y retiró a su embajador en Bogotá, y hubo intensa movilización militar hacia las fronteras respectivas.
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La incursión colombiana, sin duda, constituye una violación a la integridad territorial y, por ende, a la soberanía de Ecuador. Frente a ella, su Gobierno no podía mantenerse impasible. Romper relaciones, sin embargo, resulta un paso extremo, y en gran medida desproporcionado, sobre todo si se toma en cuenta que Colombia no actuó por capricho o por una decisión deliberada de vulnerar la integridad territorial de Ecuador. Al contrario, la acción de las fuerzas armadas colombianas fue una decisión impuesta por el derecho que tiene todo Gobierno de defenderse frente a las agresiones, en este caso de un grupo narcoterrorista como las FARC. Y esta defensa implica perseguir a los responsables de las acciones armadas.
Si, por incapacidad de las fuerzas ecuatorianas para proteger su territorio (ojalá no por complicidad), las guerrillas penetran en él para escapar de la persecución del ejército colombiano, a este no le queda más que atacarlas donde estén. Porque, en la difícil ecuación entre respeto puntual a la soberanía y defensa frente a la agresión, las víctimas de los ataques tienen el derecho a escoger la segunda opción. Es lo que ha hecho Colombia.
Si escarbamos un poco más allá de los dos valores en conflicto, queda claro que los reales causantes del problema, es decir, quienes están detrás de tan desafortunada crisis, son los comandantes de las FARC. Porque son ellos quienes deciden utilizar a Ecuador (y también Venezuela) como retaguardia y, por tanto, quienes han provocado esta crisis.
Dentro de tal panorama, si bien la decisión ecuatoriana es desproporcionada, está basada en hechos tangibles; en cambio, la agresiva y teatral reacción del presidente venezolano, Hugo Chávez, no tiene justificación alguna. Peor aún, se convierte en una deliberada acción provocadora. Si la incursión no se dio en territorio de su país, ¿por qué ordenar, en medio de su programaAló, Presidente, el envío de 10 batallones a la frontera, y por qué lanzar contra el presidente Uribe la peor andanada de epítetos –criminal, mentiroso, mafioso, paramilitar, lacayo– en la historia de sus peroratas dominicales? Obviamente, su objetivo es crear inestabilidad en el norte de Sudamérica, como vía para ayudar a las FARC, para ocultar su colaboración con ellas y para distraer a la población de la desastrosa situación dentro de Venezuela.
Hasta ahora, por suerte, Colombia ha mantenido una actitud sensata y, como corresponde, ha dado explicaciones a Ecuador. Además, países sudamericanos responsables han tomado la iniciativa para evitar cualquier escalada, que sería nefasta. Confiamos en que tengan éxito en este necesario propósito inmediato. Sin embargo, cualquier solución verdaderamente estable debe pasar por que Ecuador y, sobre todo, Venezuela hagan reales esfuerzos por controlar la acción de las FARC en sus territorios.